Pasión por la cerámica XI. Producto nacional: Kamereonpots

Nuria y Tony. Un encuentro con alma de barro: Kamereonpots por dentro

Conocer a Nuria y Tony, el corazón creativo detrás de Kamereonpots, es como entrar en una pieza de cerámica bien torneada: hay armonía, calidez y una belleza que se percibe al instante. La conexión entre ambos es tan natural como el tacto del barro entre las manos.

Hace unos meses tuvimos el privilegio de visitar su encantador taller. Nos recibieron con una hospitalidad vibrante, de esa que solo nace del amor por lo que se hace.

Tony, ya conocido y querido por nosotros desde hace años como cliente habitual, conserva esa alegría contagiosa que siempre lo acompaña. Nuria, a quien conocimos por primera vez, nos deslumbró con su energía luminosa, su precisión admirable y una sensibilidad artística que, como en el caso de Tony, se manifiesta en cada una de sus piezas únicas.

Detalles de los elegantes paisajes

«La pasión y la actitud positiva son esenciales en este arte vivo. Como bien nos revela Tony: ‘El barro exige presencia total y un equilibrio sereno. Es un material sincero: percibe tu estado de ánimo y, si no es el adecuado, te lo devuelve sin contemplaciones. Pero también es noble; te brinda la oportunidad de rectificar, de aprender en el error. Por fortuna, aún no he encontrado el límite de su generosidad.’

Con Nuria y Tony en el taller. Durante la visita, mientras atendían nuestras preguntas amablemente, continuaban con su trabajo. Tienen un buen número de encargos lo que da una buena idea de su buen hacer. Fue un placer verles con las manos en la masa.

Formados en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, su sensibilidad artística se refleja con fuerza en cada pieza. Dominan el lenguaje del color, que se convierte en protagonista absoluto a través de vibrantes esmaltes y delicados óxidos, elevando la cerámica a una expresión visual de gran intensidad.

Detalles de los colores de sus composiciones.

Del bonsái al barro: el arte que germinó entre raíces y fuego

La cerámica no irrumpió en sus vidas como una sorpresa, sino como un paso natural, casi inevitable. Todo comenzó con la fascinación por el bonsái.

Tony lo cuenta con pasión:
“Empecé a reunir árboles de toda clase: desde semillas diminutas hasta prebonsáis adquiridos en tiendas especializadas. Quería aprenderlo todo, dominar cada técnica, replicar los métodos que pululan en internet. Pronto, me encontré rodeado de una selva en miniatura… y todos necesitaban ‘zapatos’. Muchas de esas pequeñas vidas pagaron el precio de mi entusiasmo desbordado.

Al principio, me conformaba con macetas chinas: asequibles, funcionales, y lo bastante bonitas. Pero no tardé en anhelar algo más. Intenté hacer mis propias piezas con cemento —una solución tan útil como antiestética.

Fue durante un trasplante de junípero, en plena conversación con un amigo y mecenas, cuando surgió la chispa:
‘¿Y por qué no las hacéis de cerámica?’ —me dijo.

Desde entonces, el camino nos ha llevado, literalmente, al barro. Y ahí seguimos, moldeando no solo macetas, sino una forma de vida.”

El taller respira autenticidad y saber hacer: en su interior, destaca un trono de alfarero que invita a dar forma a la arcilla con maestría, acompañado por un horno compacto pero poderoso, listo para dar vida eterna a cada creación.

Para Nuria y Tony, el barro no es solo materia prima: es una fuente inagotable de asombro. Cada pieza que nace de sus manos es el resultado de un proceso casi hipnótico, donde la concentración y la pasión se funden desde el primer contacto con la arcilla hasta el último toque de esmalte. Su dedicación al detalle es evidente: el refinamiento de cada forma, la armonía del acabado y, especialmente, la cuidadosa elección del color, desde los matices naturales de la pasta cerámica hasta el lienzo transformado por la primera cocción.

Pero hay un actor principal que cambia todas las reglas: el fuego.

“El fuego lo transforma todo”, dicen. “Puede convertir un negro en verde, un beige en rojo, un azul en púrpura”. En su universo creativo, la alquimia de los esmaltes es una fase mágica, casi ritual. Y lo dice alguien que viene de las letras, que se entrega durante semanas a experimentar fórmulas —muchas guiadas más por la intuición que por la ciencia—, esperando cada apertura del horno con la emoción de un niño en la mañana de Navidad.

Nuria y Toni Laos garden 6

 Muestrario de pruebas de esmalte y el cuaderno donde Tony atesora sus fórmulas.

Apenas llevamos una decena de artículos dedicados a ceramistas, y ya nos resulta familiar esa mezcla de ilusión y suspense al abrir el horno, como si se tratara de un ritual sagrado. Una emoción que, como nos confesaba el maestro Koie Takehiko del horno Yamafusa en Tokoname, nunca desaparece del todo.

Kamereonpots, sin embargo, marca una diferencia sutil pero poderosa. Sus piezas parecen susurrar una delicadeza heredada del refinado hacer asiático, pero con una impronta propia: formas sugerentes, colores con carácter y una identidad visual que no deja indiferente. Cada detalle está cuidado con mimo: desde las macetas acompañadas por el tradicional paño «Taoru kuka-yu» —reinterpretado con un tono de naranja personalísimo— hasta las elegantes cajas de madera, hechas a medida en cedro, en lugar del clásico pawlonia. Nada se deja al azar. Paños, macetas y kiribako llevan su sello, literal y simbólicamente.

La atención al detalle es absoluta. Y aunque la inspiración se nutre del arte japonés, como ellos mismos reconocen, el resultado habla un lenguaje propio: el de una cerámica que respira mundo, pero late con acento propio.

Detalle de dragones. El modelismo es otro de sus puntos fuertes.

Tony y Nuria no podrían ser más diferentes. Y ahí está la magia.
Tony crea con la fuerza del instinto: lleva un pintor expresionista latiendo dentro, siempre listo para resolver con un trazo audaz, una mancha de color que vibra, que respira. Nuria, en cambio, es pura precisión. Analítica, meticulosa, una virtuosa del detalle. Puede pasar horas pintando una red delicadísima sobre una pequeña maceta, con un pincel de apenas tres pelos, antes de dar vida a un paisaje que ha estado girando en su imaginación durante días.

El contraste entre ambos no separa, sino que suma.
El resultado: piezas profundamente distintas, cada una con su propia voz.

Todas sus macetas son únicas. No hay moldes que condicionen la forma, solo manos que modelan y pinceles que narran. Geishas, paisajes oníricos, formas geométricas, motivos florales o animales… Cada creación pintada es una historia, una mirada, una emoción.

Recientemente, han incorporado un par de moldes diseñados por ellos mismos para producir macetas tipo mokko, ampliando así su universo sin perder el alma artesanal que define su obra.

Tanto Nuria como Tony, al igual que yo, vivimos en la sierra de Guadarrama, en pleno corazón de su cuenca media. Es un rincón privilegiado, donde la naturaleza aún respira con calma y la vida discurre entre montañas, encinas y el murmullo constante del río. En este entorno casi paradisíaco, no es extraño que compartamos una misma pasión: las aves. En sus macetas, Nuria y Tony suelen dar vida a especies tan emblemáticas como el petirrojo, el rabilargo o el martín pescador, reflejando así la belleza alada que nos rodea a diario.

Maceta con ilustración de martín pescador. Colección LaosGarden

Maceta con paisaje de costa. Colección LaosGarden.

Tony y Nuria LaosGarden

Maceta decorada con una geisha y motivos florales. Colección Laos Garden.

Y antes de despedirnos, no quiero cerrar este artículo sin dedicar un momento especial a dos criaturas entrañables: Lua y Chocolate. Su presencia, siempre tan dulce y luminosa, merece sin duda una mención en estas líneas.

Si quieres visitar nuestras colección de macetas de Kamereon pincha en el siguiente enlace.

REFERENCIAS:

Fotos por: Antonio Richardo.

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