CERÁMICA

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Pasión por la cerámica XVIII. Las macetas para bonsái Kowatari.

Pasión por la cerámica XVIII. Las macetas para bonsái Kowatari. En el artículo anterior de Pasión por la Cerámica exploramos cómo el aislamiento de Japón provocó que los productos extranjeros fueran escasos y recibieran denominaciones diversas, según la época en que arribaron al país. Los objetos foráneos —como obras de arte, libros, medicinas, entre otros— que fueron importados principalmente desde China antes y durante el Período Muromachi (室町時代, 1392-1568), reciben el nombre de «Ookowatari» (大古渡). Este término hace referencia a importaciones de gran antigüedad. Pergamino pintado que muestra samuráis del período Muromachi (1333-1573 d.C.). 1538 d.C. (Museo Guimet, París) Kinkaku-ji o Templo del Pabellón de Oro. Fue construido originalmente en 1397 como villa de descanso del shogun Ashikaga Yoshimitsu. Productos Kowatari: un poco de contexto histórico El periodo Edo, también llamado era Tokugawa, se extendió desde 1603 hasta 1868, durante el cual Japón estuvo bajo el gobierno de la familia Tokugawa. Su nombre proviene de la ciudad de Edo, actual Tokio, que sirvió como capital en esos años. En 1603, Tokugawa Ieyasu asumió el título de shogun, dando inicio a un régimen centralizado. Esta etapa se caracterizó por una prolongada paz interior, un notable crecimiento económico y un significativo desarrollo cultural. La sociedad japonesa quedó organizada en estrictas clases sociales, mientras que el shogunato adoptó una política de aislamiento para preservar la influencia extranjera. La economía giró en torno a la agricultura y el comercio, y la cultura popular vivió un auge con expresiones como el ukiyo-e, las célebres pinturas de la “vida flotante”, y el teatro kabuki. En 1853, la llegada de los navíos estadounidenses comandados por Matthew Perry obligó a Japón a abrirse al comercio internacional. Finalmente, en 1868, la caída del shogunato y el inicio de la Restauración Meiji marcaron el fin de este período histórico. El término «Kowatari» alude a importaciones antiguas, denominado comúnmente «cruce antiguo», y se emplea comúnmente para referirse a utensilios de té y telas emblemáticas. Estos productos llegaron a las islas antes de 1800 o 1869, y entre las diversas telas, que superaban los 400 tipos, destaca una llamada sarasa (更紗). Se trata de tejidos de algodón estampado, que sirven de inspiración para las telas modernas usadas en el envoltorio de macetas, suisekis y mesas antiguas. Estas piezas, conocidas como “Taoru kuka-yu”, se utilizan para cubrir y exhibir los objetos antes de guardarlos en cajas de madera hechas a medida, conocidas como “kiribako”. Maceta envuelta en su paño «»Taoru kuka-yu» y dentro de la caja «Kiribako». Se trata de una maceta de Ikko, de la casa Shouzan Kaneshou de Tokoname. Decoración pintada de un tigre blanco por Setsudo Kodou (Kodo). Colección Laos Garden. John Yoshio Naka sitúa la llegada de las macetas Nakawatari en la era Meiji (1869–1911). En consecuencia, las Kowatari habrían llegado antes de 1869, durante el período del shogunato Tokugawa (1603–1867).En la fotografía vemos a John Yoshio Naka, autor de Técnicas del Bonsái, considerado por muchos como el mejor libro sobre el arte del bonsái, junto a uno de sus árboles más célebres: «Goshin». Las macetas Kowatari y Nakawatari gozan de una gran estima en Japón, donde sus formas, texturas y tonalidades han sido fuente de inspiración desde su introducción. Durante el siglo XX, la mayoría de las macetas utilizadas en las más prestigiosas exposiciones japonesas, como el Kokufu-Ten, procedían de China. Hoy en día, los grandes maestros del bonsái en Japón, como Suzuki y Kobayashi, son auténticos coleccionistas de estas piezas excepcionales. Macetas antiguas en sus «Kiribako». Museo Shunkaen de Kunio Kobayashi Junto al maestro Kunio Kobayashi. En el Museo de Bonsái Shunkaen, fundado por Kunio Kobayashi, tuvimos el privilegio de contemplar su extraordinaria colección de antiguas macetas chinas, entre las que destacan las exquisitas Kowatari, Nakawatari y Shinwatari. Maceta kowatari con un desmesurado agujero de drenaje, idéntico al que se ve en la penúltima foto de la colección de Kobayashi. Medidas: 61 x 40,3 x 20,7 cm. Colección Laos Garden. Quizás el jardín que más me ha maravillado en todo Japón es el de Obuse, en el Museo Taikan de Shinji Suzuki. No pretendo aquí detallar las obras maestras del bonsái ni la exquisita armonía del entorno, pues ese será tema para otro artículo. Más allá de lo ya mencionado, la colección de cerámica resulta impresionante, y la sección dedicada a las antiguas macetas chinas es, sin duda, una joya auténtica. Sara Camacho, una española que ha dedicado varios años como aprendiz en el vivero, tuvo la amabilidad de mostrarnos cada rincón del jardín. Mientras los demás contemplaban los árboles y el conjunto del jardín, yo aproveché para quedarme en la sala de las Kowatari y Nakawatari. Creo que es, si no la mejor, una de las colecciones más destacadas de este tipo de macetas. En exposiciones de renombre, como la Kokufu-ten, es habitual que se exijan macetas que respeten tanto el diseño del árbol como su antigüedad y calidad; en ese sentido, las antiguas macetas chinas siempre son una elección insuperable. Muchas de estas piezas y sellos solo los había visto hasta entonces en libros. Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Junto a Shinji Suzuki Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Detalle de una pata con cabeza de dragón Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Árboles del último shogun Tokugawa Yoshinobu. (1837 – 1913) Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Tokugawa Yoshinobu, décimo quinto y último shogun de la dinastía Tokugawa, nació en 1837 y asumió el cargo en 1867. Durante su breve mandato, se vio enfrentado a crecientes presiones tanto internas como externas que desafiaban el antiguo orden feudal. En 1868, tras la Revolución Meiji, renunció voluntariamente al poder, entregando el gobierno al emperador Meiji. Retirado de la vida pública, vivió en un exilio relativo, aunque mantuvo cierta participación en episodios políticos. Falleció en 1913, dejando un legado fundamental en la transición de Japón de un sistema feudal a una nación moderna. En el jardín de Shinji Suzuki aún se conservan dos pinos

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macetas Kowatari, llegadas antes de 1800

Pasión por la cerámica XVII. Las macetas chinas llegadas a Japón.

Pasión por la cerámica XVII. Introducción a las macetas chinas llegadas a Japón. Tal como explicamos en el artículo sobre el origen de la cerámica en Japón, las influencias externas comenzaron a llegar a las islas en épocas muy tempranas. Ya durante el período Yayoi (400 a.C. – 300 d.C.), los intercambios con el sudeste del continente asiático eran habituales, en particular con las regiones costeras de lo que hoy conocemos como China y Corea. La llegada de los europeos —primero los portugueses en 1543 y luego los españoles hacia 1600— marcó el inicio de un intenso intercambio cultural. A esta primera oleada siguió una segunda etapa con la llegada de los holandeses en 1609 y, en menor medida, de los ingleses en 1613. Este contacto, sin embargo, no siempre fue bien recibido por los habitantes de las islas, quienes vieron alteradas sus costumbres y formas de vida. Pintura china donde se representa una batalla naval entre piratas wokou y embarcaciones chinas (siglo XVIII). El encuentro entre dos mundos Desde al menos el siglo XII, barcos japoneses dedicados a la piratería —conocidos como wokou— asolaron las costas de China y Corea. Esta amenaza llevó al emperador chino a restringir el comercio marítimo durante décadas, situación que los portugueses aprovecharon para convertirse en intermediarios comerciales. Por otro lado, el primer contacto directo entre Japón y los portugueses, en el siglo XVI, resultó crucial para los japoneses, quienes se encontraban inmersos en un largo periodo de conflictos internos conocido como período Sengoku. Las armas de fuego que los portugueses introdujeron fueron rápidamente replicadas por los artesanos japoneses y utilizadas por líderes militares como el daimyo Oda Nobunaga, quien empleó estas nuevas tecnologías para consolidar su poder y transformar el panorama político del país. Shogun 1890 Shogun 2024 La Edad de Oro de los samuráis El turbulento período Sengoku y la llegada de los primeros europeos a Japón han encontrado un eco fascinante tanto en la literatura como en el cine. Un ejemplo reciente es el remake de la mítica serie Shōgun, basada en la novela de James Clavell. La versión original de 1980, protagonizada de forma memorable por Richard Chamberlain, me llenaba de emoción cuando era niño. La nueva adaptación, estrenada en 2024 y encabezada por el magnífico Hiroyuki Sanada, resulta quizá más fiel al espíritu de la novela y ofrece una mirada renovada y vibrante. Otro ejemplo destacable es la serie documental La Edad de Oro de los Samuráis, lanzada en febrero de 2021, que narra con rigor y detalle esos primeros encuentros entre Japón y Occidente. Rechazo a lo foráneo Tras los primeros encuentros con los europeos, Japón se enfrentó a nuevos desafíos: la expansión de la fe cristiana y la posibilidad de que futuras llegadas extranjeras pusieran en riesgo el poder de los señores feudales que gobernaban las islas. Aprovechando su carácter insular, el país decidió cerrar sus puertos y fronteras, adoptando una política claramente aislacionista. A medida que crecía la desconfianza de los líderes militares hacia los extranjeros y se intensificaba el temor a la difusión del cristianismo, el shogunato Tokugawa decidió, en 1639, expulsar oficialmente a todos los europeos. Desde entonces, los contactos con el exterior quedaron severamente limitados y sometidos a un estricto control por parte del régimen Tokugawa. Una carraca o embarcación portuguesa en el puerto de Nagasaki, antes de la era Sakoku. En un biombo pintado japonés por Kano Naizen 1571 – 1639. (Museo de la ciudad de Kobe, Japón). A esta postura de aislamiento se la conoce como sakoku (鎖国), que significa literalmente “país encadenado”, un término que comenzó a utilizarse recién en el siglo XIX. En medio de este prolongado aislamiento y la profunda desconfianza hacia el extranjero, resulta natural imaginar que los objetos provenientes de fuera de Japón eran sumamente escasos. No obstante, durante el periodo sakoku, el cierre del país no fue absoluto. Se mantuvieron algunos vínculos limitados con naciones extranjeras: En la isla de Tsushima se desarrollaba el comercio con el reino de Chosen, en lo que hoy conocemos como Corea. Las islas Ryukyu, bajo el dominio del clan Shimazu, permitían la llegada de embarcaciones chinas de la dinastía Ming. Por último, el intercambio con los Países Bajos se realizaba desde un pequeño islote llamado Dejima, ubicado en la bahía de Nagasaki. …y nuevamente la puerta abierta hacia el mundo Este sistema se sostuvo con ciertas oscilaciones hasta 1853, cuando el comodoro estadounidense Matthew Perry arribó a la bahía de Tokio, entonces vedada a los extranjeros. Su poderosa escuadra de buques de guerra a vapor, enarbolando la bandera de Estados Unidos, llegó con la exigencia de abrir el comercio y obligó a la firma de lo que más tarde se conocería como el Tratado de Kanagawa. Barco de vapor estadounidense USS commodore Perry. Construido en 1859 en honor a Matthew Calbraith Perry y su hermano Oliver Hazard. Junco, nombre que reciben los barcos de vela chinos. Grabado japonés en madera de 1644. Inicio del período Sakoku. En 1868, la Revolución Meiji marcó un hito decisivo en la historia de Japón. El emperador recuperó su autoridad y promovió una serie de reformas destinadas a modernizar la sociedad japonesa, inspirándose en el modelo de la Prusia liberal bajo Guillermo I. Así, Japón inició un proceso de occidentalización y transformación que, en poco tiempo, lo catapultó a la condición de potencia económica mundial. La llegada de productos a Japón Para comenzar, presentaremos una lista de los nombres asignados a los productos que arribaron a Japón, clasificados según su época de llegada. Entre estos productos, que incluyen las cerámicas chinas elaboradas en hornos tradicionales, se emplean distintos términos para referirse a ellos, dependiendo del momento en que fueron introducidos al país. Ookowatari: (大 古渡) Significa importación muy antigua. Son productos importados hasta el 1500. Kowatari: Se puede traducir como cruce antiguo. Entre la variedad de productos que llegan a Japón en este periodo se encuentran las macetas para plantas. Se llama Kowatari a las macetas que arriban antes de 1800. Maceta china kowatari

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portada Maruhei

Pasión por la cerámica XVI. Watanabe Kei, Maruhei: El artesano tradicional.

Watanabe Kei, Maruhei. Pasión por la cerámica XVI: Los artesanos tradicionales. Nos enfrentamos hoy a uno de los autores más enigmáticos de Tokoname. Conocido como Maruhei (有趣), su nombre real es Watanabe Kei (渡辺敬). Regentó durante décadas un horno llamado Yuushu Keishin Maruhei, fundado según los textos en 1898. Elegante maceta de Maruhei. Cerámica circular con patas de nube. Medidas: 42 x 15,2 cm. Colección Laos Garden. Listados del mayorista durante la década de 1970. En amarillo, la sección destinada a Yuushu Keishin Maruhei. Aquellos años marcaron el auge de las macetas para bonsái de Tokoname, antes de que el mercado se viera inundado por las piezas procedentes de Yixing, China. Maruhei ha sido reconocido como maestro artesano (伝統工芸士) y distinguido con la medalla de la Orden del Tesoro Sagrado. A pesar de estos honores, y de figurar en los listados de coleccionistas desde los años 70 —así como en sus versiones digitalizadas en los 90—, sigue siendo uno de los autores más subestimados. Rara vez se le incluye en los libros de mayor prestigio dedicados a la cerámica para bonsái, en los que, paradójicamente, sí aparecen otros ceramistas que no cuentan con la distinción de maestro artesano. ¿Qué es la Orden del Tesoro Sagrado? La Orden del Tesoro Sagrado, instituida en 1888, es una condecoración que se otorga a hombres y mujeres en reconocimiento a sus años de dedicación al servicio público y a los méritos alcanzados. Su diseño presenta dieciséis cuentas, alternando tamaños, dispuestas en torno a un espejo del tesoro —una reliquia ancestral—, del cual emanan cuatro u ocho rayos de luz. Entre la insignia y la cinta, se encuentra una daga ornamentada con flores y hojas de paulownia. Medalla de la Orden del Tesoro Sagrado. Medalla y certificado de la Orden del Tesoro Sagrado. El texto comienza con: «El Emperador de Japón es…» y el sello del país, «El Gran Sello de Japón». ¿Qué es un maestro artesano? El título de Maestro Artesano representa un alto reconocimiento otorgado por la Asociación para la Promoción de la Industria de la Artesanía Tradicional (Fundación General Incorporada). Esta entidad, vinculada al gobierno de Japón, distingue como “artesanos tradicionales” a aquellos profesionales que, entre los ingenieros dedicados a la producción de artesanías designadas por el Ministro de Economía, Comercio e Industria, demuestran un dominio excepcional de técnicas y saberes ancestrales. Quienes reciben este honor asumen el compromiso de salvaguardar el legado cultural de su oficio. Se espera de ellos no solo una continua dedicación al perfeccionamiento de su arte, sino también la responsabilidad de transmitir sus conocimientos y habilidades a las generaciones venideras. Distintivo artesano tradicional. Yukihiro Nakawaza mostrando su distinción como artesano tradicional en el proceso de fabricación de altares budistas y aplicación de pan de oro. Junto a Maruhei, varios autores de Tokoname atesoran esta distinción: Akiji Kataoka y Kataoka Sadamitsu del horno Yamaaki, Watanabe Kakuyuki de Kakuzan, Kataoka Katsushi (Reiho) de Seizan, Kataoka Susumu y Kataoka Hidemi de Yoshimura, Matsushita Masuo de Izumi-Ya, Watanabe Masami de Shouzan Kaneshou, Mizukami Kiyoshi de Kyokusei, Watanabe Akira y Watanabe Fumikazu (Jukousan) de Akira Shouzan, Sawada Shigeharu de Marushi Shigeharu y Matsushita Reiji de Reiho. Desde mi perspectiva, Maruhei es uno de los ceramistas que mejor domina el acabado de piezas sin esmaltar, junto con Gyozan y Sanpou. Su obra posee una serie de cualidades que le confieren un carácter inconfundible, una identidad estética que ha sido frecuentemente emulada por otros artesanos. Cabe señalar, además, que ni Gyozan ni Sanpou ostentan la distinción de maestro artesano. Tambor de Gyozan Yukizou de pasta Shi-dei. Medidas: 37,7 x 8,7 cm Colección Laos Garden Maceta de gran porte, rectangula, hecha a mano por Sanpou. De pasta Shu-dei con tonos hiiro-Yaki o escarlatas. Medidas: 87,3 x 61 x 23 cm. Colección Laos Garden. Maruhei era un hombre a quien conocimos ya entrado en años. Su mirada profunda y la habilidad de sus manos contrastaban con su extrema delgadez y una fragilidad que, a simple vista, parecía dominar su figura.  Al parecer, en sus primeros años, Watanabe elaboraba sus piezas en un horno tipo Noborigama, de estructura escalonada. Con el tiempo, estableció su propio taller en Tokoname.» Las transcripciones del nombre y del horno de Maruhei presentan notables variaciones según la publicación. Este autor utiliza una gran diversidad de sellos para firmar sus obras: en algunos aparece únicamente «Maruhei», en otros «hecho por Maruhei» y en otros, «Yuushu». Suele estampar sus sellos en la base de las piezas y, en ocasiones, añade un sello más pequeño en alguna de las caras exteriores de las macetas. Además, es habitual que reserve su firma para sus trabajos más destacados. Detalle del sello en la parte exterior de la maceta. Colección Laos Garden. Detalle de sello y firma de Maruhei. Colección Laos Garden. Algunos de sus sellos se emplean en un tipo de macetas que evocan las antiguas piezas chinas conocidas como Nakawatari y Kowatari. Se trata de macetas de aspecto más rústico y robusto, a menudo de gran tamaño. Es posible que, en ciertos casos, hayan sido realizadas por algún discípulo. Sin embargo, las fuentes que he consultado no aclaran si estos alumnos pertenecían también a la familia Maruhei, aunque el señor Yasuo Kataoka me comentó en una ocasión que, efectivamente, así era. Es conocido que los fabricantes japoneses utilizarán diferentes sellos durante distintos períodos de su vida creativa. A veces, el artista utiliza un sello o una firma diferente para significar la más alta o baja calidad de la maceta. A veces tienen varios sellos para cerámicas de distintos tamaños, sólo porque los grandes no entran en las macetas pequeñas. En resumen, un buen entretenimiento para los coleccionistas de macetas entre los que me encuentro. Las arcillas utilizadas para elaborar estas macetas provienen de Tokoname y se distinguen por su gran dureza tras la cocción, además de desarrollar bellas pátinas con el paso del tiempo. Este efecto es especialmente notable en las pastas claras o doradas, como la del presente ejemplo, conocidas también como Touka-dei o “de flor

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portada pasión por la cerámica

Pasión por la cerámica XV. Los seis hornos tradicionales y su influencia en las macetas de bonsái.

Pasión por la cerámica XV: Los seis grandes hornos tradicionales. Hoy en día, la alfarería japonesa vive un momento vibrante. En todo el país abundan los comercios que exhiben con orgullo una gran variedad de piezas cerámicas: utensilios de cocina, vajillas, tazones para el té y mucho más. Estos objetos no son simples accesorios, sino parte esencial de la vida cotidiana en Japón, respaldados por una tradición milenaria que sigue plenamente vigente. La cerámica en Japón está profundamente entrelazada con su cultura gastronómica. El hecho de que los comensales sostengan cuencos y platos con las manos crea un vínculo íntimo con cada pieza, que no solo cumple una función práctica, sino que también refleja el paso de las estaciones y el gusto estético del momento. Esta relación cercana y respetuosa se manifiesta también en técnicas como el kintsugi, donde las fracturas de una pieza se reparan con metales preciosos, celebrando la belleza de lo imperfecto y reafirmando el valor de cada objeto. Kintsugi es una técnica de origen japonés para reparar las fracturas de la cerámica. Se emplea barniz de resina espolvoreado o mezclado con polvo de oro. Preciosa maceta Nakawatari esmaltada en blanco, del horno Syouhainoin. Medidas: 43 x 26,7 x 6,8 cm. Colección Laos Garden. Hacia el final del periodo “Kamakura” y durante el periodo “Muromachi” (1400-1600) existían en Japón varios centros de actividad cerámica. Los más importantes fueron Tokoname, Shigaraki, Tanba, Bizen, Echizen y Seto. Son conocidos como los seis grandes hornos de Japón, o en japonés «Rokkoyo». En este artículo tratamos la evolución de estos seis hornos de tradición milenaria y de como su producción  ha influido el los estilos de la cerámica de bonsái. Situación geográfica Se sitúan en la zona central de la isla de Honshu, la mayor de Japón, donde se localizan grandes canteras de barros de las que se nutren los «Seis hornos antiguos». Son diferentes tipos de arcilla que dan  características propias a cada zona. Los hornos están situados en zonas montañosas donde es más fácil su construcción y cerca de bosques donde recoger leña. También han sido tradicionalmente un hervidero de actividad para los ceramistas jóvenes, que se mudaban a estas ciudades por sus numerosos hornos históricos, escuelas de cerámica y talleres disponibles para alquilar. Hoy en día siguen atrayendo ceramistas de toda la nación. Mapa de la localización de los «Seis hornos antiguos». Cada región tiene su propio estilo característico. Hornos de Tanba Se encuentra transcrito como Tanba o Tamba. Su periodo dorado fue entre los siglos XII y XV y en la actualidad forman parte de los lugares Patrimonio de Japón desde 2017. El Consejo de Promoción del Patrimonio de Japón de los «Seis hornos antiguos», celebra encuentros y trabaja para fortalecer lazos entre las seis regiones.  Este estilo de cerámica es propio de la zona de Hyogo y es denominado «Tanba-Yaki», ha evolucionado mucho desde sus orígenes y actualmente existen varias variantes. Según las últimas investigaciones arqueológicas se cree que se originó en la era Heian. En la ciudad de Kamitachikui se encuentra el horno Noborigama más antiguo de la región, datado en 1895 y está registrado entre los Bienes Culturales Étnicos Tangibles de la Prefectura de Hyogo.  Maceta para bonsái hecha con una técnica semi-primitiva que se usó para darle esta textura áspera. Tuvimos una hace muchos años pero he sido incapaz de encontrarla en el archivo. La fotografía está sacada de Técnicas del Bonsái II, de John Yoshio Naka. Moderna maceta de estilo Tanba-Yaki. Su autor es conocido como Tanma. Aunque podría tratarse de una mala transcripción del mismo horno. Archivo Laos Garden.. Hornos de Echizen En 1948, Fujio Koyama, un famoso estudioso de la cerámica antigua, incluyó la cerámica Echizen en su lista de Seis Hornos Antiguos, y fue designada «Patrimonio de Japón» en 2017. Como en el caso de Tanba, la cerámica Echizen se remonta a finales del período Heian. En aquella época la alfarería producía principalmente artículos de uso cotidiano, como tinajas para agua o cereales, o morteros. Como la zona, en la prefectura de Fukui, está cerca de la costa, los productos fueron entregados por barcos de Kitamae hasta Hokkaido en el norte y la prefectura de Shimane en el sur. Echizen se desarrolló como el distrito productor de cerámica más grande de Hokuriku. La cerámica Echizen fue designada artesanía tradicional nacional en 1986. Las técnicas de producción se han transmitido de generación en generación y muchos alfareros crean ahora nuevos tipos de cerámica Echizen. Copas modernas para sake estilo Echizen-Yaki. Cerámica tradicional de Echizen. Esta cerámica puede ser cocida sin esmalte y las piezas a menudo tampoco están decoradas, lo que da como resultado una textura simple. Cuando se emplean, el esmalte es natural, proviene de la ceniza de leña que cubre y disuelve las piezas mientras se hornean a alta temperatura. Maceta para bonsái de Echizen Bunzan, Ito Kaoru. Medidas: 23 centímetros de diámetro y 10 centímetros de alto. Colección Laos Garden.  Uno de los autores más conocidos de la región de Echizen, dentro de los ceramistas que crean macetas para bonsái, es Ito Kaoru, que firma sus obras con el sello «Bunzan. Para diferenciarlo de otros autores también llamados «Bunzan» añadimos Echizen a su nombre artístico. La arcilla que utiliza son mezcla del afamado barro de Echizen y Shigaraki, creando unas pastas únicas de formulación y producción propia. Se trata de lozas claras, grisáceas, con desgrasantes muy pequeños y oscuros. No utiliza moldes, todas sus macetas son creadas a mano y los esmaltes son realmente originales, coloridos y vistosos. En los últimos años, la mayoría de las macetas que llevan su sello son de sus estudiantes. La primera vez que vimos macetas de este autor, hace más de 15 años, fue en un vivero de Saitama, quedamos sorprendidos con aquellos coloridos esmaltes. Eran un conjunto de pequeñas macetas para mame y shohin. En aquel momento «no se llevaba» poner esmaltes tan llamativos, ni siquiera en macetas de pequeño tamaño. Creo que fuimos los primeros en atrevernos con estas macetas en Europa y hoy en día están muy cotizadas.

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Portada Koho Kakuzan Laos Garden

Pasión por la cerámica XIV. Koho Watanabe del horno Kakuzan.

Kakuzan. Koho Watanabe: el legado continua La semana pasada exploramos la figura de Watanabe Kakuyuki y el legado de Kakuzan, ese mítico horno de Tokoname que guarda entre sus paredes siglos de historia. Hoy, el viaje continúa: nos adentramos en el presente y el porvenir de Kakuzan de la mano de Koji o Koho Watanabe, y seguimos desentrañando la fascinante evolución de las macetas de bonsái, esta vez con rumbo claro hacia Japón. El Señor Koho Watanabe. Horno Kakuzan. Koji Watanabe representa la quinta generación de la familia Kakuzan (角山) y, junto a su padre, dirige actualmente el histórico horno. También es conocido por el nombre artístico de Koho (幸峰). Su nombre real es Ishinokura Sekisyu, aunque en algunas fuentes aparece transcrito como Tsunoyama Tonoso. Detalle a la entrada del horno Kakuzan. ¿León de Foo? Con Koho Watanabe en Kakuzan Toen. Tokoname. En esta última visita, padre e hijo nos recibieron con una sonrisa y amablemente nos enseñaron todos los rincones de su taller-escuela. Koji aprendió alfarería de mano de su padre, como este lo hizo del suyo y así cada generación anterior ha ido trasmitiendo el conocimiento de este horno que se remonta a 1887. Actualmente ambos centran su producción en las macetas para bonsái. El gran horno de Kakuzan Toen. Piezas en bizcochado y esmaltadas preparadas para cocer. Cargando el horno. Detalle de los moldes de dragones de Koho Watanabe. Una primera mirada a su excelente trabajo Koho estudió artesanía tradicional y sus primeros trabajos son de manufactura parecida a los de su padre. Líneas suaves, tamaños y colores de gran usabilidad. Exquisita maceta sin esmaltar Kakuzan, obra del maestro Koho Watanabe. Elaborada en pastas rojizas, destaca por sus líneas rectas, superficies pulidas y bordes finamente biselados. Sus dimensiones: 47,2 x 33,7 x 9 cm. Una joya perteneciente a la colección Laos Garden. Si deseas profundizar en las características de estas arcillas y los distintos formatos de maceta, te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) Sofisticada maceta de Koho Watanabe, esmaltada en un profundo azul «ruri» que acentúa su presencia serena y refinada. Al igual que en el ejemplo anterior, su diseño se basa en líneas limpias y superficies lisas, que encuentran un contraste sutil pero contundente en los cantos biselados, esta vez con una definición más marcada y audaz. Esta pieza nos acompaña desde hace más de 15 años, lo que nos lleva a pensar que se trata de una de las primeras creaciones del artista.Medidas: 45,8 × 32,7 × 6,2 cmColección: Laos Garden Para profundizar en el tema de los esmaltes: Los esmaltes en las macetas de bonsái I Los esmaltes en las macetas de bonsái II Los esmaltes clásicos en el taller de Yamafusa Los esmaltes clásicos en el taller de Koyo Toen La evolución de los esmaltes de la casa Yoshimura Shuuhou Un vistazo al taller El taller-escuela de Kakuzan es un verdadero referente en Tokoname. Allí no solo se crean piezas con maestría, sino que también se cultiva un saber ancestral que se transmite con pasión. En sus salas, colmadas de tornos alfareros, numerosos estudiantes se forman semana tras semana, aprendiendo a dominar el barro hasta que deja de tener secretos. Las nuevas generaciones de la familia, profundamente comprometidas con este legado, también participan con entusiasmo en el crecimiento de esta empresa familiar. Cuadros, títulos, premios o recortes de prensa se mezclan con centenares de utensilios y macetas terminadas o en proceso. Desde hace años, Koho y especialmente Kakuyuki, aparecen en prensa y revistas especializadas. También son requeridos para exhibiciones y demostraciones en ferias y congresos de bonsái.   Una vida entregada con pasión a la creación y difusión de este arte ancestral Tanto Kakuyuki como Koho han recorrido el mundo compartiendo su arte, participando en exposiciones y dejando huella en numerosas convenciones de bonsái. En más de una ocasión he tenido la fortuna de reencontrarme con ellos, y cada encuentro ha sido un verdadero privilegio. Junto a Koho e Hidemi Katahoka, del horno Yoshimura Shuuhou, durante la exhibición de ceramistas de Tokoname que tuvo lugar en 2018 en Noelanders Trophy, Bélgica. Artículo sobre Kakuyuki Watanabe y Katsushi Kataoka de Reiho. Por Jean-Michel Singer. Revista Bonsai Esprit Y con ellos, el rugido de los dragones. Desde hace algunos años, Koho crea macetas ornamentadas con exquisitos relieves de dragones, auténticas obras que evocan la majestuosidad de tiempos pasados. Inspiradas en piezas antiguas provenientes de China, estas creaciones encontraron gran popularidad en Japón, donde fueron ampliamente utilizadas y reinterpretadas. Conocidas como Tatsu-maki, o “dragón al viento”, estas macetas reflejan una tradición artística que alcanzó un alto nivel de expresión en talleres como el célebre Izumi-Ya, en Tokoname, reconocido por su maestría en este tipo de relieves.   Maceta y detalle de una pieza semicascada realizada por Koho Watanabe, Kakuzan. Pasta rojiza Tokoname «shu-dei», labio abierto y patas de nube. Decoración en relieve de  dragón descendiendo «Kudari-ryu». Medidas: 10,8 centímetros de diámetro por 9,6 centímetros de altura. Colección Laos Garden. Maceta y detalle de otra pieza semicascada, hecha por Kohi Watanabe, Kakuzan. Pasta grisácea «wu-dei», con patas de nube. Decoración en relieve de  dragón escalando «Nobori-ryu». Medidas: 12,3 centímetros de diámetro por 12,3 centímetros de altura. Colección Laos Garden. Macetas de Kakuzan en Laos Garden, año 2017. En la primera imagen destacan un par de piezas del maestro Koho Watanabe, incluida la emblemática bandeja mencionada anteriormente. ¡Nos acompaña desde hace más de quince años! También pueden apreciarse imponentes macetas de más de 70 cm, elaboradas con la distintiva pasta grisácea Haiiro no doro por Kakuyuki Watanabe. Como broche final, Koho y Kakuyuki nos presentaron con orgullo a quien será la sexta generación del legendario horno: una joven promesa que ya deja entrever su talento.Pasado, presente y futuro de este mítico linaje ceramista quedaron inmortalizados en algunas fotografías que hoy conservamos como verdaderos tesoros. ¿Dónde adquirir macetas Kakuzan? Laos Garden

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Portada Watanabe Kakuzan Laos Garden

Pasión por la cerámica XIII. Watanabe Kakuyuki del horno Kakuzan.  

Kakuzan: una forma de hacer, un legado que perdura Ya hemos hablado en otros artículos sobre el fascinante viaje de las macetas para bonsái: su origen en la antigua China y su evolución a lo largo del tiempo. Hoy queremos centrarnos en un horno que representa a la perfección la tradición cerámica de Tokoname y su transmisión generacional: Kakuzan Toen (角山陶苑). Kakuzan no es solo un taller; es una auténtica escuela donde el saber hacer se comparte con las nuevas generaciones. Fundado en 1887, este horno centenario está actualmente dirigido por Watanabe Kakuyuki (盆栽鉢製造), la cuarta generación de la familia y el primero en dedicarse exclusivamente a la creación de macetas para bonsái. Nacido en 1949, Kakuyuki ha sido reconocido como maestro artesano ceramista por la Asociación de Promoción de la Industria de la Artesanía Tradicional. En Kakuzan, el conocimiento no se guarda: se transmite. Su padre, Yukio —tercera generación del linaje— fue quien lo formó, y hoy Kakuyuki continúa la tradición enseñando a su hijo… y también a sus nietos. Watanabe Kakuyuki en su juventud. En 1968, recién graduado de la sección de cerámica de la escuela secundaria de Tokoname, Kakuyuki se incorporó a una fábrica local, donde se formó en profundidad en técnicas de alfarería y llegó a supervisar la producción. La empresa se llamaba Datta Watakaku Seitou, conocida también como Watakado, y en aquel entonces era una de las compañías cerámicas más grandes e influyentes de Tokoname. En sus inicios, Watakado se dedicaba principalmente a la producción industrial de macetas en grandes volúmenes. Sin embargo, con el paso del tiempo, comenzó a integrar piezas hechas a mano, auténticos trabajos artesanales de alta calidad que, poco a poco, fueron ganando prestigio hasta convertirse en una de las señas de identidad del taller. A las puertas de Kakuzan Toen. A partir de 1983, Kakuyuki centró su trabajo en las macetas esmaltadas, perfeccionando una técnica que, con el tiempo, se convirtió en sello distintivo de su firma. Más adelante incorporó también la producción de macetas sin esmaltar, y hoy en día crea con igual destreza ambos estilos: piezas de líneas sobrias, corte clásico y una elegancia discreta que las hace altamente funcionales. Para él, la cerámica no guarda secretos. Su dominio del oficio le permite incluso modelar macetas de gran formato, que cuece en su imponente horno con la misma precisión que aplica a las piezas más pequeñas. Antigua maceta ovalada esmaltada en azul claro o azul de bebé «Kin» o «kinyo», Con una preciosa pátina, esta maceta se hizo a mano por Watanabe Kakuyuki. Medidas: 49,5 x 41,7 x 10,2 cm. Colección Laos Garden Una elegante y formal maceta para bonsái rectangular con un esmalte en crema con un sutil jaspeado. Medidas: 46,5 x 32,5 x 9 cm.  Colección Laos Garden. Para profundizar en el tema de los esmaltes: Los esmaltes en las macetas de bonsái I Los esmaltes en las macetas de bonsái II Los esmaltes clásicos en el taller de Yamafusa Los esmaltes clásicos en el taller de Koyo Toen La evolución de los esmaltes de la casa Yoshimura Shuuhou Kakuyuki trabaja con una gran variedad de arcillas, entre ellas la Tokoname-Udei, una pasta rojiza que se inscribe dentro de los estilos tradicionales shi-dei y shu-dei. Para las macetas de gran formato, sin embargo, recurre a un tipo de arcilla distinta: la Shouwa-dei, también conocida como haiiro no doro. Se trata de una pasta grisácea de origen chino que él mismo ha perfeccionado, añadiéndole una chamota especial que aporta mayor dureza y resistencia a la mezcla final. Todas estas arcillas destacan por su alta calidad y confieren a las piezas una gran durabilidad, algo fundamental en el mundo del bonsái. En cuanto a la técnica, el trabajo de Kakuyuki es sencillamente impecable: tanto la ejecución como el acabado de cada pieza reflejan un dominio absoluto del oficio. Y si bien sus macetas de gran tamaño son imponentes por su volumen y peso, también lo son por la precisión con la que están hechas. En próximos artículos hablaremos con más detalle sobre las dimensiones y proporciones de estas piezas excepcionales. Si quieres conocer más sobre los diferentes tamaños de macetas para bonsáis, puedes hacerlo en este enlace. Elegante maceta cuadrada de pasta grisácea, hecha a mano por Watanabe Kakuyuki. Medidas: 47,5 x 47,4 x 16,3 cm. Colección LaosGarden. En la siguiente foto se aprecia en detalle la chamota empleada. Maceta para bonsái de gran formato: 49,5 x 41,7 x 10 cm. La pasta rojiza es típica de la casa. Colección Laos Garden.  Si deseas profundizar en las características de estas arcillas y los distintos formatos de maceta, te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) Kakuyuki trabaja en la planta superior del taller, mientras que en la planta baja se encuentra la escuela de cerámica, donde su hijo Koho y otros miembros de la familia continúan la labor diaria y formativa del horno. En el próximo artículo, en el que seguiremos explorando la historia de Kakuzan, hablaremos también de su presente y su futuro: Koho Watanabe, heredero natural de este legado cerámico. Plancha con algunos de los sellos más habituales de Watanabe Kakuyuki. Hace ya bastantes años, tuve la oportunidad de preguntarle personalmente por un sello en particular: una pequeña flor, como la que aparece en esta plancha. Con la amabilidad que lo caracteriza, me explicó que solo la estampaba en aquellas piezas con las que se sentía especialmente satisfecho. Desde entonces, he reunido una buena colección de estas delicadas flores incisas, de las que hablaré con más detalle en próximos artículos. Macetas en proceso de Koho Watanabe. Tornos de alfarero de la escuela Kakuzan. Pastas cerámicas recién llegadas al taller. Trabajo en proceso del señor Kakuyuki en el momento de nuestra última visita. Con el maestro Kakuyuki en su taller. Créditos:Fotografía Japón: Antonio RichardoTokoname.jpTécnicas del bonsái: John Naka  Archivo: Laos Garden

Pasión por la cerámica XIII. Watanabe Kakuyuki del horno Kakuzan.   Leer más »

Pasión por la cerámica XII: Bigei y cultura japonesa. Apicultura.

Bigei en su juventud y sellos más frecuentes Bigei: el hombre tras el mito En torno a Bigei circulan más de una anécdota incierta. Algunas nacen del desconocimiento, otras quizás por simple confusión. Lo han rebautizado, lo han retirado y hasta lo han dado por muerto… pero no: Bigei sigue activo y trabajando, tan vivo como sus piezas. También se ha dicho que solo crea macetas completamente a mano o que se ha alejado por completo del torno. Ninguna de estas afirmaciones es del todo precisa. La realidad, como suele ocurrir, es mucho más interesante que la leyenda. Y luego están las falsificaciones. Durante años —aunque ahora menos— no era raro encontrar en el mercado imitaciones burdas de sus macetas, piezas que intentaban aprovecharse de la fama del auténtico Bigei sin acercarse ni de lejos a su nivel. En el artículo de hoy, nos adentramos en el taller de uno de los ceramistas más enigmáticos de Tokoname para arrojar algo de claridad sobre su figura. Hablamos de Bigei, o más correctamente, Hirata Atsushi (o Atsumi, según la transcripción), un nombre clave en la cerámica para bonsái. Aunque su obra es reconocida dentro y fuera de Japón, curiosamente no ostenta el título oficial de “maestro alfarero”. Y sin embargo, pocos tienen su huella tan presente en las estanterías de coleccionistas y amantes del bonsái. Con el maestro en su taller. A las puertas del taller. Nacido el 25 de septiembre de 1939, Hirata creció en un hogar sencillo, hijo de un carpintero. Sin formación académica en cerámica, se convirtió en alfarero autodidacta, dejando que la curiosidad y la práctica lo guiaran. A los 19 años, en 1958, comenzó a trabajar el torno, y fue allí donde su vínculo con el barro tomó forma definitiva. Una década más tarde, en 1969, empezó a desarrollar sus propias pastas cerámicas, explorando combinaciones que darían como resultado una firma inconfundible: superficies bruñidas y brillantes, con pátinas verdes profundas y vibrantes que parecen emerger directamente del paisaje. Cada una de sus macetas está hecha a mano, o bien a molde de escayola con una atención artesanal que se percibe en cada detalle. Más que recipientes, sus piezas son pequeños mundos que hablan del oficio, la experimentación y una relación íntima con el material. Moldes de escayola y preparación de alguna maceta El fuego sigue encendido Fue en 1975 cuando Bigei encendió por primera vez su propio horno. Tokoname vivía entonces uno de sus grandes momentos: la cerámica para bonsái florecía y el mercado era dinámico y local. En ese escenario, China no representaba una competencia real. La Revolución Cultural, iniciada por Mao Zedong en 1966, limitaba la producción artística y artesanal en el país, lo que mantuvo a sus ceramistas fuera del panorama internacional hasta finales de los años 70. Pero con la apertura progresiva de China en los 80 y 90, la situación cambió radicalmente. Los talleres chinos regresaron al mercado global con una fuerza imparable: producción a gran escala, costes bajísimos y precios difíciles de igualar. La cerámica japonesa, incluida la de Tokoname, sintió el impacto. Muchos hornos tradicionales cerraron sus puertas, incapaces de competir. Sin embargo, la historia no terminó ahí. Con el auge del bonsái en Europa y Estados Unidos, y gracias a proyectos como Laos Garden —que ayudó a dar visibilidad a estas macetas aún poco conocidas en Occidente—, Tokoname volvió a ser un nombre de peso. Durante las dos primeras décadas del siglo XXI, la demanda de cerámica japonesa renació con fuerza. Hoy, la producción de Bigei es muy limitada. Se podría decir que está semi-retirado: trabaja a su ritmo, para sí mismo y para algunos amigos. Aun así, si tienes la suerte de visitar su taller, probablemente encuentres alguna pieza disponible. Aunque, siendo sinceros, es más fácil hallar su obra en manos de comerciantes locales. Y hay quienes sospechamos que Bigei sigue creando más de lo que admite. Porque cuando uno vive con el barro y el fuego tanto tiempo, es difícil apagar esa llama del todo. Bigei mostrándonos algo de su trabajo Su especialidad fueron las macetas de tamaño shohin y mame, casi siempre sin esmaltar, aunque también creó algunas piezas chuhin. Sus diseños destacan por una elegancia sobria: formas sencillas, pensadas para usarse, no solo para admirarse. Si quieres conocer más sobre los diferentes tamaños de macetas para bonsáis, puedes hacerlo en este enlace. Pequeña maceta shohin imitando un trenzado de cesta. Medidas: 9,9 x 8,4 x 5 cm. Colección Laos Garden  Elegante maceta rectangular. Medidas: 24,4 x 19,4 x 6,1 cm. Colección Laos Garden Preciosa maceta chuhin. Medidas: 32 x 32 x 6,2 cm. Colección Laos Garden Si deseas profundizar en las características de estas arcillas y los distintos formatos de maceta, te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) Se jubiló hace varios años, pero retomó la cerámica en 2014, quizá motivado por el aprecio de sus seguidores o con la intención de obtener algún ingreso adicional que complementara su pensión. Desde entonces, se ha dedicado principalmente a la elaboración de macetas mame y shohin sin esmaltar. Por ello, las piezas esmaltadas o de otros tamaños suelen corresponder a etapas anteriores de su producción. Pequeñas macetas esmaltadas de Bigei. Colores: oribe, turquesa, ruri, kii y kinyo. Aproximadamente 12 centímetros. Colección Laos Garden. Para profundizar en el tema de los esmaltes: Los esmaltes en las macetas de bonsái I Los esmaltes en las macetas de bonsái II Los esmaltes clásicos en el taller de Yamafusa Los esmaltes clásicos en el taller de Koyo Toen La evolución de los esmaltes de la casa Yoshimura Shuuhou Más allá de la cerámica: la faceta desconocida de Bigei Además de la cerámica y el bonsái, Bigei cultiva una afición que suele sorprender a quienes lo conocen: la apicultura, de la que es un entusiasta apasionado. Podría pensarse que, debido a este hobby, vive

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Pasión por la cerámica XI. Producto nacional: Kamereonpots

Nuria y Tony. Un encuentro con alma de barro: Kamereonpots por dentro Conocer a Nuria y Tony, el corazón creativo detrás de Kamereonpots, es como entrar en una pieza de cerámica bien torneada: hay armonía, calidez y una belleza que se percibe al instante. La conexión entre ambos es tan natural como el tacto del barro entre las manos. Hace unos meses tuvimos el privilegio de visitar su encantador taller. Nos recibieron con una hospitalidad vibrante, de esa que solo nace del amor por lo que se hace. Tony, ya conocido y querido por nosotros desde hace años como cliente habitual, conserva esa alegría contagiosa que siempre lo acompaña. Nuria, a quien conocimos por primera vez, nos deslumbró con su energía luminosa, su precisión admirable y una sensibilidad artística que, como en el caso de Tony, se manifiesta en cada una de sus piezas únicas. Detalles de los elegantes paisajes «La pasión y la actitud positiva son esenciales en este arte vivo. Como bien nos revela Tony: ‘El barro exige presencia total y un equilibrio sereno. Es un material sincero: percibe tu estado de ánimo y, si no es el adecuado, te lo devuelve sin contemplaciones. Pero también es noble; te brinda la oportunidad de rectificar, de aprender en el error. Por fortuna, aún no he encontrado el límite de su generosidad.’” Con Nuria y Tony en el taller. Durante la visita, mientras atendían nuestras preguntas amablemente, continuaban con su trabajo. Tienen un buen número de encargos lo que da una buena idea de su buen hacer. Fue un placer verles con las manos en la masa. Formados en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, su sensibilidad artística se refleja con fuerza en cada pieza. Dominan el lenguaje del color, que se convierte en protagonista absoluto a través de vibrantes esmaltes y delicados óxidos, elevando la cerámica a una expresión visual de gran intensidad. Detalles de los colores de sus composiciones. Del bonsái al barro: el arte que germinó entre raíces y fuego La cerámica no irrumpió en sus vidas como una sorpresa, sino como un paso natural, casi inevitable. Todo comenzó con la fascinación por el bonsái. Tony lo cuenta con pasión:“Empecé a reunir árboles de toda clase: desde semillas diminutas hasta prebonsáis adquiridos en tiendas especializadas. Quería aprenderlo todo, dominar cada técnica, replicar los métodos que pululan en internet. Pronto, me encontré rodeado de una selva en miniatura… y todos necesitaban ‘zapatos’. Muchas de esas pequeñas vidas pagaron el precio de mi entusiasmo desbordado. Al principio, me conformaba con macetas chinas: asequibles, funcionales, y lo bastante bonitas. Pero no tardé en anhelar algo más. Intenté hacer mis propias piezas con cemento —una solución tan útil como antiestética. Fue durante un trasplante de junípero, en plena conversación con un amigo y mecenas, cuando surgió la chispa:‘¿Y por qué no las hacéis de cerámica?’ —me dijo. Desde entonces, el camino nos ha llevado, literalmente, al barro. Y ahí seguimos, moldeando no solo macetas, sino una forma de vida.” El taller respira autenticidad y saber hacer: en su interior, destaca un trono de alfarero que invita a dar forma a la arcilla con maestría, acompañado por un horno compacto pero poderoso, listo para dar vida eterna a cada creación. Para Nuria y Tony, el barro no es solo materia prima: es una fuente inagotable de asombro. Cada pieza que nace de sus manos es el resultado de un proceso casi hipnótico, donde la concentración y la pasión se funden desde el primer contacto con la arcilla hasta el último toque de esmalte. Su dedicación al detalle es evidente: el refinamiento de cada forma, la armonía del acabado y, especialmente, la cuidadosa elección del color, desde los matices naturales de la pasta cerámica hasta el lienzo transformado por la primera cocción. Pero hay un actor principal que cambia todas las reglas: el fuego. “El fuego lo transforma todo”, dicen. “Puede convertir un negro en verde, un beige en rojo, un azul en púrpura”. En su universo creativo, la alquimia de los esmaltes es una fase mágica, casi ritual. Y lo dice alguien que viene de las letras, que se entrega durante semanas a experimentar fórmulas —muchas guiadas más por la intuición que por la ciencia—, esperando cada apertura del horno con la emoción de un niño en la mañana de Navidad.  Muestrario de pruebas de esmalte y el cuaderno donde Tony atesora sus fórmulas. Apenas llevamos una decena de artículos dedicados a ceramistas, y ya nos resulta familiar esa mezcla de ilusión y suspense al abrir el horno, como si se tratara de un ritual sagrado. Una emoción que, como nos confesaba el maestro Koie Takehiko del horno Yamafusa en Tokoname, nunca desaparece del todo. Kamereonpots, sin embargo, marca una diferencia sutil pero poderosa. Sus piezas parecen susurrar una delicadeza heredada del refinado hacer asiático, pero con una impronta propia: formas sugerentes, colores con carácter y una identidad visual que no deja indiferente. Cada detalle está cuidado con mimo: desde las macetas acompañadas por el tradicional paño «Taoru kuka-yu» —reinterpretado con un tono de naranja personalísimo— hasta las elegantes cajas de madera, hechas a medida en cedro, en lugar del clásico pawlonia. Nada se deja al azar. Paños, macetas y kiribako llevan su sello, literal y simbólicamente. La atención al detalle es absoluta. Y aunque la inspiración se nutre del arte japonés, como ellos mismos reconocen, el resultado habla un lenguaje propio: el de una cerámica que respira mundo, pero late con acento propio. Para saber más sobre esmaltes: Los esmaltes en las macetas de bonsái I Los esmaltes en las macetas de bonsái II   Detalle de dragones. El modelismo es otro de sus puntos fuertes. Tony y Nuria no podrían ser más diferentes. Y ahí está la magia.Tony crea con la fuerza del instinto: lleva un pintor expresionista latiendo dentro, siempre listo para resolver con un trazo audaz, una mancha de color que vibra, que respira. Nuria, en cambio, es pura precisión. Analítica, meticulosa, una virtuosa del detalle.

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Pasión por la cerámica X. Aiba Kouichirou de Koyo Toen.

Koyo Toen: Estandarte de la cerámica de Tokoname Hoy dedicamos estas líneas a Aiba Kouichirou, figura insigne de la cerámica de Tokoname y uno de los más reconocidos artesanos del siglo XX en el ámbito de las macetas para bonsái. Recientemente fallecido, Kouichirou estuvo al frente del horno Koyo Toen (鴻陽陶園) durante varias décadas, consolidando su reputación como maestro de formas refinadas y acabados de notable sutileza. Nacido el 26 de julio de 1944, Aiba Kouichirou fue hijo de un alfarero perteneciente a una familia dedicada tradicionalmente a la producción de tiestos utilitarios y vajilla de uso cotidiano. El horno original fue fundado por su abuelo, pero sería Kouichirou quien, a comienzos de los años 70, marcaría un nuevo rumbo: construyó un nuevo horno, rebautizó el taller familiar como Koyo Toen —“el jardín de Koyo”— y comenzó a especializarse en la creación de macetas para bonsái. Esta decisión, lejos de ser un simple giro estético, definió un legado artístico que aún hoy inspira a ceramistas y coleccionistas por igual. Koyo en su juventud y algunos de sus sellos más reconocibles. En 1972, Aiba Kouichirou fue galardonado en la categoría de técnica y diseño durante la primera edición de los Premios Chouza, distinción que subraya su maestría tanto en el modelado como en el acabado de sus piezas. Años más tarde, en 1981, recibió el Premio Estímulo en el primer concurso de diseño, consolidando así su reconocimiento dentro del ámbito cerámico japonés. La proyección de su obra no se limitó a Japón. Sus macetas han sido altamente valoradas en mercados internacionales como Europa, Estados Unidos y China, lo que ha contribuido a una constante revalorización de su producción, especialmente a partir de su fallecimiento. En particular, las piezas firmadas con los sellos utilizados en sus primeros años son hoy objeto de gran interés por parte de coleccionistas exigentes, tanto por su rareza como por su carga histórica y estética. Esmaltes que han conquistado el mundo Los esmaltes de Aiba Kouichirou, a los que dedicó una atención minuciosa y constante, son uno de los rasgos más distintivos de su obra. Su sensibilidad hacia los detalles —desde los matices del vidriado hasta la precisión en los acabados— lo distingue claramente dentro del panorama cerámico de Tokoname. Aunque también realizó piezas sin esmaltar, suibanes y otras formas menos frecuentes en su producción, es sin duda su trabajo con esmaltes metálicos lo que ha cimentado su renombre. Entre ellos, su tratamiento del Oribe, tanto en sus variantes verdes como azules, ha sido especialmente celebrado. No son pocos quienes consideran que sus resultados en este campo alcanzan una calidad comparable a la de Heian Tofukuji, una figura legendaria dentro de la cerámica para bonsái. Soberbia maceta rectangular de Aiba Kouichirou, parte de la colección Laos Garden, que ejemplifica la maestría del ceramista en el equilibrio entre forma y esmalte. Con unas dimensiones de 49,1 × 36 × 9,6 cm, esta pieza destaca por su vidriado en verde Oribe, cuya profundidad cromática revela sutiles matices que dotan a la obra de una personalidad única e irrepetible. Otra pieza excepcional del maestro Aiba Kouichirou, esta maceta Oribe —también parte de la colección Laos Garden— presenta unas dimensiones de 35,8 × 28,3 × 11,3 cm. Su vidriado, salpicado ocasionalmente por sutiles cristalizaciones de tono plateado o metálico, introduce un juego de matices vibrantes que realzan tanto la forma como el carácter único de la pieza. Un ejemplo elocuente de la sensibilidad estética y la pericia técnica que definen la obra del ceramista. Además del Oribe, su repertorio incluye degradados sutiles hacia tonos amarillos, rojizos o blancos, así como elegantes craquelados y macetas con delicados motivos tallados. Una selección significativa de estas piezas puede apreciarse en el artículo que dedicamos a su hijo y continuador del linaje, Juko. Otra distinguida maceta rectangular de Aiba Kouichirou, perteneciente a la colección Laos Garden, con unas dimensiones de 37,5 × 28,5 × 10 cm. Su esmalte azul Kinyo (o Kin) despliega una rica gama de matices que aportan profundidad visual y un carácter singular, elevando la pieza a la categoría de obra única dentro del repertorio del maestro. Espectacular maceta de Aiba Kouichirou, tamaño chuhin, con un llamativo esmalte con base en azul y tonalidades moradas y rosas. Medidas: 47,5 x 36,5 x 12,2 cm. Archivo Laos Garden. Gran ejemplar de carpe coreano, en maceta japonesa antigua Koyo. Excelente ramificación, movimiento y conicidad. Colección Laos Garden Aiba Kouchirou, su esposa Aiba Kouso e hijo Aiba Kutani. Las macetas de Aiba Kouichirou fueron, en su mayoría, elaboradas a mano, aunque en ocasiones recurrió a otras técnicas tradicionales de conformado. Dentro de su producción, los tamaños shohin y chuhin fueron los más habituales, reflejando su dominio en las proporciones delicadas y equilibradas que estos formatos requieren. Delicadas macetas shohin del horno Koyo Toen, presentadas en tonalidades menos frecuentes dentro de la obra del taller: un rojo intenso y un púrpura claro, realzado con un glaseado de notable profundidad y brillo. Estas piezas destacan no solo por su cromatismo poco frecuente, sino también por la sensibilidad con la que se ha trabajado cada superficie, reflejo del refinamiento técnico característico de la firma. La excelencia de Koyo Toen no reside únicamente en sus esmaltes. Sobria maceta ovalada sin esmaltar, realizada en una pasta de tonalidad grisácea con un acabado rugoso (ara) que acentúa su carácter natural y austero. Con unas medidas de 40 × 29,4 × 5,9 cm, esta pieza forma parte de la colección Laos Garden y ejemplifica la maestría de Kouichirou en el uso expresivo de la textura y el material, evocando la sobriedad de las antiguas macetas de estilo clásico. Para su elaboración empleó principalmente arcillas shudei y Tokoname udei, con el propósito de emular el acabado y la textura de las antiguas macetas chinas de shidei púrpura (紫砂). Estas pastas, seleccionadas con criterio estético y técnico, aportan no solo color y densidad, sino también una calidad táctil que remite a los grandes clásicos de la cerámica para bonsái. Si deseas profundizar en

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Juko portada Laos Garden

Pasión por la cerámica IX. Juko de Koyo Toen.

El Legado de Koyo Toen Continuando con nuestra serie dedicada a los autores dedicados a la cerámica para bonsái, no podíamos dejar de mencionar uno de los hornos más emblemáticos de Tokoname, cuna de algunas de las piezas más apreciadas por coleccionistas y cultivadores exigentes. Nos referimos a Koyo Toen, un taller con historia y carácter, fundado en 1969 y reconocido por ofrecer una de las paletas de esmaltes más refinadas de la región. Su obra ha cautivado tanto por la calidad técnica como por la expresividad cromática, convirtiéndose en una referencia para quienes valoran la armonía entre árbol y recipiente. Durante décadas, el taller estuvo bajo la dirección de Aiba Kouichirou, maestro ceramista recientemente fallecido, cuya sensibilidad artística dejó una huella imborrable. Hoy, su legado continúa en manos de su esposa e hijo, quienes mantienen viva la esencia de Koyo Toen con el mismo compromiso y cuidado artesanal. La proyección internacional del taller, lograda en buena parte gracias a sus distintivos esmaltes, sigue creciendo, consolidando su lugar en la historia de la cerámica para bonsái. Aiba Kuniaki, Juko Juko, Aiba Kuniaki Aiba Kuniaki, hijo del maestro Aiba Kouichirou, nació en 1973 y recientemente ha asumido la responsabilidad del taller familiar, adoptando el nombre artístico de Koyo Juko, también conocido como Juko San. Junto a su madre, Aiba Kouso, lidera hoy el horno Koyo Toen, guiándolo con una visión que respeta la tradición mientras impulsa una producción renovada y ambiciosa. Bajo su dirección, el taller no solo mantiene el estándar de excelencia que lo ha hecho célebre, sino que además amplía su alcance, reafirmando el compromiso con la cerámica de calidad y con la belleza singular que distingue a las mejores macetas de Tokoname. Con Juko en su fantástico taller A las puertas entrada de Koyo Toen Los Tres Grandes de Tokoname: Una nueva generación de maestros Aiba Kuniaki forma parte de un distinguido trío de ceramistas de Tokoname dedicados exclusivamente a la creación de macetas para bonsái. Junto a Hidemi Kataoka y Shimizu Hideaki —más conocido por su nombre artístico, Eimei—, ha sido reconocido como uno de “The Big Three”, una denominación que honra tanto su talento como su dedicación al oficio. Esta nueva generación sigue los pasos de una estirpe excepcional: los padres de estos tres artistas marcaron un hito en la cerámica de bonsái en Japón. Aiba Kouichirou, al frente de Koyo Toen; Yoshimura Shuuhou, de Yoshimura Toen y padre de Hidemi; y Shimizu Masakazu, fundador de Youzan Toen y padre de Eimei, fueron referentes absolutos en su época. Aunque Juko, Hidemi y Eimei trabajan en talleres independientes, los une una amistad profunda y una trayectoria que han desarrollado en paralelo. Han compartido exposiciones en reconocidas galerías de Tokoname, consolidando así no solo una identidad común, sino también un compromiso compartido con la excelencia y la evolución de la cerámica para bonsái De izquierda a derecha: Juko (Koyo Toen), Eimei (Youzan Toen) y Hidemi Kataoka (Yoshimura Toen). Aiba Kouso: El ritmo constante de un taller en plena actividad Junto a su madre, Aiba Kouso, Juko mantiene una dedicación constante al taller Koyo Toen. Ambos trabajan con esmero para mantener actualizadas las páginas del catálogo oficial de Tokoname, una herramienta fundamental para la distribución de sus piezas. A través de este catálogo, mayoristas y grandes almacenes —como el conocido complejo Ceramall, entre otros repartidos por todo Japón— realizan sus pedidos, lo que asegura un flujo de trabajo continuo a lo largo del año. Además de la venta por catálogo, Koyo Toen participa regularmente en ferias especializadas de bonsái y ofrece algunas piezas directamente en su taller. Sin embargo, debido a la alta demanda y la naturaleza artesanal de su producción, lo que suele quedar disponible para la venta directa es limitado y, en muchas ocasiones, efímero. Aiba Kouso y una de sus piezas.  Las piezas de Aiba Kouso son tan delicadas como discretas son sus apariciones públicas. De carácter reservado, no es habitual verla en fotografías, por lo que contamos con pocas imágenes suyas. Sin embargo, su trabajo en el taller Koyo Toen es fundamental, y sus macetas reflejan una sensibilidad única que complementa perfectamente la obra de su hijo, Juko. Junto a sus colegas y amigos Eimei y Hidemi, Juko y su madre también comercializan sus piezas a través de una pequeña tienda en Tokio, especializada en cerámica para bonsái y con envíos a nivel internacional. Esta plataforma ha impulsado aún más su enfoque en macetas de tamaño shohin, particularmente valoradas por su expresividad contenida y sus cuidados esmaltes. Rincones del taller Koyo Toen El taller de Koyo Toen refleja el orden y la dedicación que caracterizan a sus artesanos. En su espacio de trabajo, limpio y cuidadosamente organizado, se percibe la meticulosa labor que da vida a cada pieza. Entre estanterías que exhiben ejemplos de sus magníficos esmaltes, destaca la presencia de un simpático tanuki de cerámica, un guiño tradicional que añade calidez y personalidad al entorno. Cada rincón del taller transmite respeto por el oficio y pasión por la cerámica. El lujo de los esmaltes de la casa El término Shiro hace referencia a los tonos crema o blancos utilizados en el esmaltado de macetas. Dentro de este espectro cromático, existe una denominación más específica que proviene de una región histórica de China reconocida por la producción de este tipo de esmaltes: Kochi. Así, cuando nos referimos a macetas esmaltadas en estos tonos suaves y luminosos, es habitual emplear la expresión Shiro Kochi, evocando tanto el color como la tradición que lo inspira. En la fotografía una maceta rectangular con esmalte blanco de la casa. Colección Laos garden.  Entre los esmaltes más reconocidos y apreciados de Koyo Toen destaca el Oribe, ese inconfundible verde profundo que se ha convertido en una auténtica seña de identidad del taller. Su superficie, salpicada ocasionalmente por cristalizaciones plateadas o metálicas, añade un matiz vibrante que realza la forma y el carácter de cada maceta. Un bello ejemplo es una pequeña pieza shohin con patas de nube, presentada en

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