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Portada Shuuhou Laos Garden

Pasión por la cerámica XXVI. La transición entre dos mundos: Yoshimura Shuuhou de Yoshimura Toen.

Pasión por la cerámica XXVI. La transición entre dos mundos: Yoshimura Shuuhou del horno Yoshimura Toen. Susumu Kataoka, conocido en el ámbito artístico como Shuuhou, representa la cuarta generación al frente del histórico horno de cerámica de su familia en Tokoname, como ya sabemos, una de las seis antiguas ciudades alfareras de Japón. Su nombre, vinculado ya de forma inseparable a la tradición cerámica de la región, es sinónimo de excelencia y continuidad. Con rigor heredado y una sensibilidad cultivada con los años, Kataoka encarna la segunda generación de su linaje dedicada casi por completo a la creación de cerámica para bonsái, una disciplina que exige no solo maestría técnica, sino una comprensión profunda del equilibrio, el vacío y la forma como lenguajes del alma. Su trayectoria y pericia le valieron el reconocimiento oficial del gobierno nipón, que le otorgó el certificado de maestro artesano, distinción reservada únicamente a aquellos cuya obra no solo preserva la tradición, sino que la proyecta hacia el futuro con dignidad y autenticidad. Susumu Kataoka (Shuuhou) junto a alguno de sus sellos y firmas más empleados. Susumu Kataoka vino al mundo en 1941, cuando la humanidad, aún convaleciente de una tragedia, avanzaba a tientas hacia otra aún más devastadora. Su infancia coincidió con los años más oscuros de la historia contemporánea de Japón: la Segunda Guerra Mundial, una contienda particularmente cruel y despiadada para su país, que acabó reducido a cenizas físicas y morales. Desde muy temprana edad, Susumu se vio obligado a enfrentarse a realidades que ningún niño debería conocer: el estruendo de los bombardeos, el hambre prolongada, la humillación de la derrota y la precariedad de una posguerra que no ofrecía consuelo ni esperanzas inmediatas. Sin embargo, guiado por la figura firme y ejemplar de su padre, Kataoka Yoshimura —un hombre austero, digno y profundamente arraigado a los valores tradicionales—, Susumu logró sortear aquellos años de privaciones y desesperanza. Fue al lado de él que aprendió, no sólo a sobrevivir, sino a asumir responsabilidades de adulto cuando apenas había dejado atrás la niñez. A una edad muy temprana él ya se había hecho cargo del horno familiar. En torno a ese fuego —modesto pero constante— comenzó a reconstruir no sólo su vida, sino también un fragmento del Japón que resistía a desaparecer. Con esfuerzo, voluntad y un sentido innato del deber, Susumu encarnó una forma de heroísmo silencioso: el del hombre que no se resigna, que no se doblega, y que reconstruye a partir de las ruinas, ladrillo a ladrillo, maceta a maceta. El estilo de sus macetas: una manifestación de lo auténtico. Susumu Kataoka goza de un reconocimiento internacional indiscutible por la excelencia técnica y la sutileza estética de sus piezas esmaltadas, las cuales constituyen el núcleo más visible y celebrado de su producción artística. Sin embargo, dentro de su corpus creativo existen obras no esmaltadas que, por su extrema rareza y limitada circulación en el mercado, adquieren un carácter casi de coleccionista. Estas piezas, desprovistas de cualquier revestimiento superficial, permiten apreciar con mayor claridad la pureza formal, el rigor constructivo y la intención expresiva del autor en estado esencial.  Maceta para bonsái ovalada sin esmaltar por el maestro Yoshimura Shuuhou. Las pastas empleadas en estas piezas son grisáceas, tras la cocción adquieren gran dureza. Reciben el nombre de «Haiiro no doro» o barro gris. (SHOUWA-DEI). El acabado es rugoso o ARA-DEI.  Medidas: 34,5 x 27,8 x 11,8 cm. Colección Laos Garden.  Si deseas profundizar en las características de estas arcillas y los distintos formatos de maceta, te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) Algo más frecuentes son estas piezas igualmente sin esmaltar estilo nanban. De pastas rugosas oscuras y gruesos desgrasantes, esas obras son muy buscadas últimamente para coníferas es estilo literati o bunjin. Medidas: 38,5 x 4,3 cm Yoshimura Shuuhou. Colección Laos Garden.  Llegó a realizar piezas de más de 80 cm de largo, sin embargo, dentro del catálogo del maestro resulta particularmente complicado encontrar macetas de pequeño tamaño, ya que la mayoría de las obras que se cultivan y comercializan corresponden a tamaños como el chumono y el omono, los cuales son mucho más habituales. Estas dimensiones, de mayor envergadura, han eclipsado a las piezas de menor formato, convirtiéndolas en una rareza dentro del mercado especializado y como he apuntado, objeto de deseo de los coleccionistas.  Pequeña maceta de Yoshimura Shuuhou sin esmaltar. Con forma de tambor, labio abierto y botonado en base y labio.  Medidas: 8,8 x 3,5 cm. Colección Laos Garden. Para saber más sobre los tamaños en las macetas de bonsái.  Esmaltes: La evolución palpable en una estirpe de ceramistas. Durante los años en que cursaba mis estudios en la UAM, tuve la fortuna de poder optar por algunas asignaturas de libre configuración. La mayoría de ellas estaban orientadas hacia la arqueología, campo en el que decidí especializarme, pues tenía bien claro el rumbo profesional al que quería encaminarme. Sin embargo, para equilibrar la «densidad» de tanta historia y arqueología, elegí, en algunos momentos, asignaturas relacionadas con el arte. Una de las que más aprecié se centraba en la pintura decimonónica, o pintura del siglo XIX, disciplina que me permitió explorar una faceta distinta, pero igualmente enriquecedora, de la expresión humana a través del tiempo. Gracias a esta asignatura, tuve la oportunidad de apreciar la evolución que transcurre entre la pintura del neoclasicismo, caracterizada por sus formas puras y austeras, claramente influenciadas por la escultura grecorromana, y el romanticismo del siglo XIX, un movimiento que pone énfasis en la espiritualidad, la imaginación, la fantasía y el sentimiento. En este periodo, la pintura se desvincula de la razón estricta y abraza lo irracional, lo onírico y lo misterioso, lo que se traduce en una fascinación por el ocultismo, la locura y el sueño. Este enfoque, a su vez, prepara el terreno para las corrientes posteriores, como el realismo, que se

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Pasión por la cerámica XXV. El origen de Yoshimura Toen. Kataoka Yoshimura.

Pasión por la cerámica XXV. El origen del horno Yoshimura Toen. Kataoka Yoshimura. Empezamos este recorrido en el artículo anterior, junto a Hidemi Kataoka. Hoy seguimos adelante, mirando al pasado mientras caminamos desde el presente, para descubrir el origen de este horno legendario de Tokoname. Un lugar donde el barro y la historia se mezclan con la perseverancia de quienes, siglos atrás, aprendieron a dominar el fuego y el tiempo para dar vida a la cerámica. Porque aquí nada se da por hecho: todo se gana con las manos, entre cenizas y humo, con la paciencia de quienes saben que el barro —como la memoria— solo se deja moldear por aquellos que entienden su carácter. Yoshimura Kataoka. Fue en 1923, bajo el reinado de Taishō, cuando echaron a andar aquellos hornos con el nombre de Shuuhou. No fue hasta 1952 cuando adoptaron el título definitivo de Kataoka Toen.  Dos generaciones moldearon arcilla y firmaron sus piezas como Shuuhou, hasta que llegó el momento de virar el rumbo. La fábrica, con la paciencia de quien sabe que el tiempo es solo otra herramienta, se dedicó en cuerpo y alma a la cerámica para bonsái. Desde entonces, sus obras llevaron otro nombre: Yoshimura. Tres generaciones después, como vimos, esa firma sigue ahí, en cada pieza, como testimonio de que la historia. Yoshimura Kataoka—cuyo verdadero nombre es Kataoka Shin—tuvo que vivir su infancia cuando Japón, en el periodo de entreguerras, afinaba el filo de su acero y marcaba con ambición los mapas del Pacífico. Se sabía destinado a la grandeza, o al menos así lo creían sus generales y almirantes, que veían en el continente asiático un tablero donde desplegar su poder. No era ya la isla ensimismada de siglos pasados, sino un imperio con hambre de expansión, con la mirada fija en China y el sudeste asiático, y con una flota que desafiaba al mismísimo Leviatán norteamericano. Una de las escasas imágenes que se conservan de Kataoka Yoshimura en una revista especializada japonesa publicada por Yukiko Kasai.  Viniendo de una estirpe de ceramistas, siendo la tercera generación, entra en escena como el primer eslabón de una cadena que, en su casa, decidió entregarse casi por completo a la cerámica para bonsái. Un arte que, en Tokoname, pesa tanto como cualquier otro utensilio de los que han dado forma, sustancia y alma a la vida en Japón, pero que en aquella época aún era una apuesta incierta. Se le conoce con el título de «Maestro artesano», aunque su nombre no aparece en la célebre lista de ceramistas de Tokoname. Tal vez un olvido. Tal vez, cuando se redactó el consabido inventario, su hijo, Yoshimura Shuuhou, ya sostenía con firmeza el estandarte del horno familiar, sin necesidad de que nadie le hiciera un hueco en los registros. De hecho, en lasescasas ocasiones que he tenido la suerte de toparme con una obra de Yoshimura Kataoka a la venta, esta estaba atribuida a su hijo, Yoshimura Shuuhou. Como si el anciano jamás hubiera existido, como si el mérito no le perteneciera. Cosas del tiempo y la memoria. En 1960 su hijo comienza a trabajar junto a él en el taller de su familia, un lugar reducido muy cercano al famoso gran horno de Yamaaki. Para saber sobre los hornos Yamaaki: 1ª generación Akiji Kataoka, 2ª generación Sadamitsu y 3ª generación Kataoka Toshio. Macetas eternas Un claro ejemplo de la elegancia y maestría del maestro Kataoka se admira perfectamente en cada detalle de esta preciosa maceta ovalada sin esmaltar. Colección Laos Garden.  Hace ya bastantes años, antes de conocerle en persona, me atreví a ponerme en contacto con Hidemi Kataoka. Le envié unas fotos de las macetas que habíamos podido recopilar de su padre y su abuelo, convencido de que aquel gesto, por insignificante que pareciera, podría interesarle. Su respuesta no tardó en llegar. Quedó gratamente sorprendido por el hecho de que yo atesorase más macetas de su abuelo que él mismo.  Otra maceta sin esmaltar, de similar color y textura a la anterior pero donde se muestra una de las decoraciones en relieve marca de la casa. Colección Laos Garden. Y así fue, con el paso de los años, aquellas macetas, que al principio parecían simples recuerdos de un tiempo lejano, se han ido quedando conmigo. Hoy, muchas de ellas siguen adornando mis estanterías, se han vuelto parte de mis preferidas, esas que no se olvidan, esas que, de alguna manera, llevan consigo un pedazo de historia ajena, una conexión casi intangible que va más allá de lo que cualquier objeto pueda representar. Otro diseño típico de Kataoka Shin, un estilo conocido como «comido por gusanos» (worms eaten). Colección Laos Garden. Medidas: 32 x 23 x 6,2 cm. Como hemos visto, lo de los nombres de este horno es un despropósito: en 1973 lo rebautizan otra vez, antes se llamaba Kataoka Toen, pero deciden que ahora será Yoshimura Toen. Que nadie se acostumbre, porque en 1974 vuelven a la carga y lo renombran Yoshimura Shuuhou, que es como ha llegado hasta hoy, aunque es frecuente encontrarlo como Tokoname Shuuhou. Llámese como se quiera, que a estas alturas poco importa, lo que está claro, y a las pruebas me remito, es que de este horno salieron macetas que hoy son codiciadas como joyas por bonsaístas de postín y coleccionistas de medio mundo. Piezas con solera, con pedigrí, con ese no sé qué que distingue lo corriente de lo extraordinario. Ya hemos hablado de las pastas, que no son otra cosa que historia cocida de Tokoname, moldeada con siglos de maña y oficio. Ahora toca detenerse en los esmaltes, esos tonos y texturas que, durante décadas, han sido objeto de admiración y deseo entre quienes saben de esto. Porque no hablamos de cualquier barniz de medio pelo, sino de acabados que han marcado época, que han dado carácter y alma a las mejores macetas del mundo del bonsái y que se han intentado imitar y reproducir una y mil veces.  Quizá el ejemplo más característico de los

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Hidemi Kataoka LaosGarden

Pasión por la cerámica XXIV. Hidemi Kataoka de Yoshimura Toen.

Pasión por la cerámica XXIV. Hidemi Kataoka de Yoshimura Toen. En artículos anteriores hablamos del horno Koyo Toen, acaso uno de los más célebres y respetados de Tokoname. Forjado a base de arcilla, fuego y maestría, este taller cerámico tuvo en su día un timonel excepcional: el maestro Aiba Kouichirou, hombre de manos curtidas y espíritu inquebrantable, que hizo de su arte una leyenda antes de morir. Hoy, el destino del taller recae en su viuda, Aiba Kouso, y en su hijo, a quien todos conocen como Juko, Aiba Kuniaki. Juko, sin renegar del peso de su linaje, supo tejer lazos de camaradería con otros herederos del oficio. Junto a él, dos nombres resuenan con la misma fuerza en los hornos de Tokoname: Shimizu Hideaki, mejor conocido como Eimei, quien maneja con mano firme el taller Youzan Toen, y el hombre que hoy nos ocupa, Hidemi Kataoka, quien, tras la muerte de su padre, Yoshimura Kataoka, tomó el timón del prestigioso horno Yoshimura Toen, conocido en Europa como Shuuhou. Juko de Koyo Toen (izquierda), Eimei de Youzan Toen (centro) e Hidemi Kataoka de Yoshimura Toen (derecha). En alguna ocasión se han referido a ellos como “The Big Three” (Los tres grandes), crecieron juntos, compartieron infancia, aprendieron el oficio entre risas y silencios de arcilla y esmalte. No han trabajado bajo el mismo techo, cierto es, pero sus caminos han transcurrido en paralelo, con la misma devoción por la cerámica que heredaron. Sus hornos son distintos, sus estilos también, pero la complicidad entre ellos trasciende lo meramente artesanal. Son un trípode, un pacto no escrito entre artistas que, si bien producen cada uno en su propio feudo, han exhibido juntos en las galerías de Tokoname. Y eso, en un mundo donde la tradición y la competencia se entrelazan como las vetas de un antiguo esmalte namako, dice mucho más de ellos que cualquier título o reconocimiento. Junto a Koho de Kakuzan Toen e Hidemi Kataoka, en una exposición en Bélgica (derecha o arriba) y junto a Hidemi Kataoka en su taller, en Tokoname (izquierda o abajo). A veces, la tradición es un pesado fardo que se arrastra sin remedio. Otras, como en el caso de Hidemi Kataoka, es un hilo que une generaciones, que pasa de mano en mano como un cuchillo bien afilado, como un secreto transmitido al oído en la penumbra de un taller. Su historia no es la de un hombre, sino la de una dinastía de alfareros que desde 1923 han sabido domar el fuego y la arcilla, doblegarla hasta convertirla en algo hermoso y útil. La familia Kataoka no es una clan cualquiera. Son los guardianes de una llama, los herederos de un nombre que se repite como un eco en los hornos de Tokoname: Shuuhou. Nacido en 1967, Hidemi es la quinta generación de su linaje y el tercero en dedicarse en exclusiva a la cerámica para bonsái. Su padre, Susumu Kataoka, y su abuelo, Yoshimura Kataoka, ya modelaban cerámica para bonsáis cuando él aún no había llegado al mundo. Creció entre el polvo de arcilla, entre las sombras alargadas de los hornos encendidos al atardecer, entre el sonido del torno girando y el olor a óxidos, engobes y esmaltes. Aprendió a moldear la tierra con la paciencia de quien sabe que la artesanía no admite prisas. No empezó a trabajar como alfarero hasta 1992, y no fue hasta 2005 cuando recibió el título de «artesano tradicional«, una distinción que en Japón no se otorga a la ligera. Su trabajo sin tregua le ha granjeado premios y parabienes, aunque Hidemi se muestra humilde y deja que su obra presuma por él. Distinciones, premios y galardones:  1992 Completó el programa de capacitación en el Centro Tecnológico de Cerámica de la Prefectura de Aichi. 2002 Director General de la Oficina de Industrias de Fabricación, Premio del Ministerio de Economía, Comercio e Industria 2003 Recibió el premio Tokoname City. 2005 Certificado «Maestro del Artesano Tradicional». 2011 Recibió el premio de artesanía excelente para los oficios tradicionales y la industria en la prefectura de Aichi, en el Concurso de Artesanía Tradicional de Japón. Premio a la Exposición Japonesa de Artesanos Tradicionales. Tokai Exposición de Artesanías Tradicionales. Tokoname cerámica promoción exposición. Premio de alfarería Premio de vajilla.Tokoname cerámica Exposición. Premio Choosho Tokoname Togyoten Encouragement Usa distintas pastas cerámicas en sus obras, aunque predominan las refractarias claras de alta temperatura. Sus macetas son algo más gruesas y pesadas que las de su padre y abuelo. Si deseas profundizar en las características de estas arcillas y los distintos formatos de maceta, te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) La cerámica en el horno Yoshimura Shuuhou no es cosa de improvisados, pero aquí se trabaja con fuego y arcilla. La tradición dicta que cada pieza es un enigma hasta que sale del horno, y eso lo sabe bien Hidemi. Él, que ha pasado años con las manos en el barro, entiende que los esmaltes son caprichosos, que nunca se puede dar por sentado el color que se obtendrá. No hay certezas, solo espera. Hasta el último instante, hasta que la pieza emerge, marcada por el azar del fuego. Llamativa maceta para bonsái en tamaño shohin, fabricada a mano por Hidemi kataoka. Esmaltada en amarillo, (kii). Colección Laos Garden. Para saber más sobre los tamaños en las macetas de bonsái. Su oficio es el de las macetas de bonsái, pero no se limita a ellas. Hace también vajillas, jarrones, lo que se le ponga por delante. Y no con un único método, porque la alfarería, cuando es de verdad, no admite atajos. Usa las manos, los moldes, el torno. Lo que haga falta. Moldes, horno listo para cocer y piezas terminadas en el taller de Hidemi. Tokoname 2017. Además de los namako con base en azul, Hidemi ha experimentado con un buen número de esmaltes jaspeados

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Llegó la hora de la cochinilla

Llegó la hora de la cochinilla. Las cochinillas, esas diminutas «chupa-savias» que infestan nuestros bonsáis, son una de las plagas más frecuentes en este arte milenario. Se esconden con maestría entre las agujas de los pinos o se camuflan como rugosidades en la corteza del árbol, pasando desapercibidas ante ojos inexpertos. Algunas presentan formas curiosas, semejantes a la concha de un mejillón en miniatura, y al observarlas, uno duda si están vivas o muertas. Pertenecientes al extenso orden de los hemípteros, junto con pulgones y ciertas moscas blancas, la familia de las cochinillas (Coccoidea) abarca una multitud de especies. Por su modo de alimentación y reproducción, causan estragos en cultivos agrícolas y forestales, afectando también, potencialmente, a nuestros preciados bonsáis. Cochinilla de especie Icerya. Saissetia oleae o cochinilla del olivo. Estos pequeños invasores que se despliegan por el mundo entero, son una plaga silenciosa y persistente. Sus hembras, protegidas por escudetes y caparazones, dejan rastros visibles durante todo el año, especialmente en rincones resguardados de la lluvia y el viento. En el arte del bonsái, estas criaturas encuentran un paraíso particular, sobre todo en aquellos árboles cuya densa copa impide la adecuada circulación del aire. Es en esos refugios sombríos donde las cochinillas prosperan, convirtiendo el interior de la copa en un hábitat ideal para diversas especies. Estas plagas, aunque diminutas, representan una amenaza constante para la salud y estética de los bonsáis, requiriendo vigilancia y cuidado por parte de los cultivadores. Leucaspis sobre agujas de pino. En coníferas de escama como algunos tipos de juniperos se pueden confundir con un efecto fisiológico de estas plantas. Especies más frecuentes que amenazan nuestros bonsáis. Las cochinillas se presentan como minúsculos actores, generalmente de menos de 3 milímetros. Estas criaturas exhiben un marcado dimorfismo sexual que dificulta asociar al macho con la hembra de una misma especie. Las hembras, responsables de los daños en las plantas, poseen un caparazón aplanado resultado de la fusión de cabeza, tórax y abdomen. Se alimentan succionando la savia mediante estiletes largos que esconden en una bolsa llamada crumena. Algunas especies, conocidas como cochinillas algodonosas, segregan filamentos y ceras a través de glándulas. Los machos, alargados y con un par de alas y antenas, carecen de aparato bucal funcional y su función es exclusivamente reproductora. En una población de cochinillas, los machos son escasos y difíciles de encontrar. A continuación listamos las especies más frecuentes: Chrysomphalus sp. (piojo rojo). Icerya purchasi (cochinilla acanalada). Lepidosaphes juniperi (cochinilla del enebro). Leucapsis pini (cochinilla del pino). Planococcus citri (cochinilla algodonosa). Saissetia oleae (cochinilla negra del olivo). Cochinilla algodonosa, Planococcus ssp. ¿Qué síntomas podemos apreciar en un bonsái con cochinilla? Las cochinillas dejan tras de sí señales inconfundibles para el ojo atento. Sus caparazones y escudetes, aunque vacíos, delatan su presencia pasada, adheridos tenazmente a hojas y ramas, recordándonos que allí establecieron su morada. A diferencia de los pulgones, que muestran preferencia por las hojas jóvenes y tiernas, las cochinillas no discriminan: colonizan tanto hojas nuevas como viejas, e incluso se aventuran sobre coníferas de aguja o escama. Su actividad provoca la aparición de pequeñas manchas amarillas en las zonas donde se han asentado, ya sea en el haz o en el envés de las hojas. En el caso de las cochinillas algodonosas, las masas de individuos y los filamentos blanquecinos que producen son perfectamente visibles.  Las consecuencias para los bonsáis son el debilitamiento general.   ¿Qué podemos hacer? Como prevenir y combatir a las cochinillas. Tras la infestación de cochinilla llegan los efectos secundarios en forma de fumaginas y negrillas. Sobre todo en los lugares sombríos donde las hojas están más tupidas y hay menos circulación de aire. No es solo el daño inmediato lo que nos debe preocupar, sino las consecuencias insidiosas que se esconden tras cada picadura. Esas diminutas perforaciones, abiertas por los estiletes de los insectos, se convierten en puertas por las que la savia se escapa, dejando tras de sí rastros dulzones, melazas que, como miel envenenada, atraen a una legión de oportunistas: bacterias y hongos que encuentran en ellas el caldo perfecto para su proliferación. Su presencia se delata por el característico polvillo negro que cubre la superficie de las hojas, una capa de micelio y esporas que impide que la luz alcance el haz foliar. Este oscurecimiento no solo afecta la fotosíntesis, sino que también desfigura la estética de nuestras plantas Negrillas, fumaginas, negreo u hollín son algunos de estos hongos que pertenecen a géneros como Alternaria, Capnodium, Cladosporium. Las hojas, antes verdes y lozanas, se deforman y desarrollan agallas, señales inequívocas del daño infligido por ciertas especies de cochinillas. Estos insectos, al succionar la savia, debilitan la planta y la hacen más susceptible a otras enfermedades. Además, la melaza que secretan atrae a las hormigas, que ascienden por las ramas en busca de este dulce néctar, estableciendo una relación simbiótica que agrava aún más la situación, aunque este caso es más frecuente cuando la plaga es de pulgones.  Cada familia de cochinillas despliega estrategias de supervivencia dignas de la ciencia ficción. Las hembras de los diaspídidos, por ejemplo, erigen un escudo propio bajo el cual resguardan su puesta, una fortaleza que cuesta traspasar con los insecticidas más empleados. Por otro lado, las cóccidos utilizan su propio caparazón como baluarte, convirtiéndose en centinelas de su progenie. Y no olvidemos a las cochinillas algodonosas, de la familia Pseudocóccidos, que envuelven a su descendencia en una maraña de filamentos y ceras, creando un refugio tan etéreo como efectivo. La batalla contra los diaspídidos presenta sus propias complejidades. A menudo, nos encontramos ante la disyuntiva de si la cochinilla está viva o ha sucumbido. Si al intentar desprender el caparazón este cede con facilidad, exhibe una textura reseca y se fragmenta sin resistencia, podemos concluir que la cochinilla ha encontrado su fin. Sin embargo, su legado persiste, y la vigilancia constante se erige como nuestra mejor aliada en esta contienda silenciosa. En caso contrario, si el caparazón se desprende pero presenta un aspecto húmedo, la cochinilla está viva

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Seizan Makoto y Mitsue LaosGardeb

Pasión por la cerámica XXIII. Seizan, Makoto y Mitsue.

Pasión por la cerámica XXIII. Makoto y Mitsue del horno Seizan. Kataoka Makoto. Tuvimos oportunidad de mostrar como se encontraba Japón a finales del siglo XIX. En este contexto un hombre llamado Kataoka Makoto decidió continuar con la tradición familiar. Corría el año 1889 cuando, con la determinación propia sus antepasados, fundó el horno Seizan. No era una empresa sencilla; aspiraba a recrear con precisión las legendarias macetas Kowatari, tesoros ceramicos provenientes de China que habían resistido siglos de historia. Para desentrañar los secretos de estas piezas, Makoto no dudó en embarcarse en un arduo viaje de aprendizaje en tierras chinas, sumergiéndose durante años en técnicas milenarias y, al mismo tiempo, dando vida a sus propias creaciones. Hoy, el legado de Makoto pervive bajo la atenta mirada de su hijo, Katsushi Kataoka, conocido en el mundo de la cerámica como Reiho. Este nombre artístico, sin embargo, ha generado cierta confusión, pues existe otro horno en Tokoname llamado Reiho, dirigido por Matsushita Hiroyuki. No obstante, el Reiho de Katsushi ha sabido forjar su propio camino, manteniendo viva la tradición y el espíritu innovador heredados de su padre. Kataoka Makoto, fundador de Seizan. Nacido en 1927 en el seno de una familia dedicada a la cerámica. Desde su más tierna infancia, el barro y el torno fueron compañeros inseparables, moldeando no solo piezas de singular belleza, sino también su destino. Fue en 1948 cuando, con apenas veintiún años, tomó las riendas del negocio familiar, infundiendo en cada creación la pasión y el saber ancestral transmitido por generaciones. La ciudad de Tokoname, cuna de una tradición ceramista milenaria, fue testigo de su incansable dedicación y maestría. No es de extrañar que, en 1979, su talento y compromiso fueran reconocidos oficialmente al ser nombrado artesano tradicional de Tokoname, un honor reservado para aquellos que encarnan la excelencia y preservan con devoción las técnicas heredadas de sus ancestros. El tallery horno Seizan en Tokoname En las entrañas del horno Seizan, las manos expertas de estos artesanos moldean arcillas que, al calor del fuego, se transforman en obras maestras. Cada maceta es testimonio de una dedicación inquebrantable y de un respeto profundo por las técnicas ancestrales, adaptadas con maestría a los tiempos modernos. Así, el legado de los Kataoka continúa, entrelazando pasado y presente en cada pieza que emerge de su horno. Detalle moldes Seizan Detalle taller Seizan Detalle horno Seizan Los viejos y sencillos modelos de Kataoka Makoto se siguen reproduciendo hoy en día a través de sus originales moldes de escayola, con igual o mayor existo que en el periodo dorado de Tokoname. No es de extrañar puesto que Makoto buscó siempre la perfección en sus obras. A través de la investigación de los antiguos patrones chinos y perfeccionando las técnicas de modelado creo sus propios patrones para los que buscó incesantemente asesoramiento para crear las macetas perfectas. Entre los ilustres maestros de bonsái a los que consultó cabe destacar a Saichi Suzuki, el legendario cultivador de pinos negros y cabeza visible del vivero Daiju-En.  Entre los insignes amigos de Makoto, maestros del bonsái, destaca la figura de Saichi Suzuki, legendario cultivador de pinos negros y fundador del vivero Daiju-en. Este pionero no solo perfeccionó las técnicas de decandling, esenciales para el cultivo de pinos negros japoneses, sino que también introdujo la variedad ‘Zuisho’ de pino blanco japonés, revolucionando el arte del bonsái. Su legado perdura, con su nieto Toru Suzuki continuando la tradición familiar en Daiju-en, un santuario para los entusiastas del bonsái de todo el mundo. Saichi Suzuki Como comentamos en el anterior artículo dedicado a Seizan Toen (誠山), emplean pastas generalmente grisáceas (Hairo no doro), negras o de color del gallo (U-dei) o púrpuras (Shi-dei), que adquieren, como otros maestros de la zona, en la Cooperativa de Tokoname.  Para saber más sobre las pastas empleadas en las macetas de bonsái:  Pastas cerámicas en las macetas de bonsái I. Tipos de pastas. Pastas rojizas.  Pastas negruzcas y grisáceas.  En la fotografía, el señor Tanaka de Atelier Tokoname Clay, quien lleva décadas suministrando barro a los alfareros de Tokoname.  La maestría de su obra Diferentes modelos de macetas en pastas grisáceas de Kataoka Makoto y detalles de las mismas. Colección Laos Garden.  Ejemplo de maceta en pasta rojiza de Kataoka Makoto. Medidas: 58,5 x 45 x 17,2 cm. Colección Laos Garden.  Una maceta rojiza con textura de piel de pera (Rihi-Shudei o Nashikawa-Shudei). Se usan desgrasantes, como lo denominamos en arqueología, o chamota, en alfarería. Se trata de arcilla horneada y machacada hasta convertirse en pequeños granos que se mezclan con la arcilla modelable para conseguir este efecto. Se emplean colores distintos entre granos y arcilla para conseguir un mayor contraste de color y realzar el efecto. Kataoka Makoto. Medidas: 40,8 x 29,2 x 10,5 cm. Colección Laos Garden.  A la izquierda o arriba tenemos un tambor (taiko) esmaltado en azul por Kataoka katsushi, un modelo empleado por su padre Kataoka Makoto. Colección Laos Garden. A la derecha o abajo detalle de un antiguo tambor en la publicación «Bijutsu Bonki: Meihon Taisei» Mitsue Kataoka. Con Mitsue kataoka y Kataoka katsushi en Seizan Toen. Mitsue Kataoka Más allá de las figuras masculinas que han llevado el estandarte de Seizan, emerge una presencia femenina cuya influencia es innegable: Kataoka Mitsue. Esposa de Katsushi Kataoka, Mitsue no es simplemente una acompañante en este viaje artístico. Con su propio sello distintivo, ha impregnado al horno Seizan de una creatividad audaz y fresca, desafiando las convenciones establecidas por sus predecesores. Mientras las creaciones de su marido y su suegro se caracterizan por una formalidad clásica, las macetas de Mitsue destacan por su originalidad y atrevimiento, ofreciendo al mundo del bonsái piezas que son tanto funcionales como obras de arte en sí mismas. Curiosa maceta en forma de abanico con decoración incisa por Mitsue kataoka. Medidas: 19 x 8 x 6,6 cm. Colección Laos Garden.  Otro ejemplo de la originalidad y versatilidad de la obra de Mitsue. Medidas: 17 x 10,1 x 10,7 cm. Colección Laos Garden.  La accesibilidad

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Seizan Reiho LaosGarden

Pasión por la cerámica XXII. Seizan, Kataoka Katsushi.

Pasión por la cerámica XXII. Seizan, Reiho. Antigua foto de Kataoka Katsushi y alguno de sus sellos más representativos. Empezamos un par de artículos dedicados al horno Seizan Toen. (誠山). En esta afamada casa de Tokoname, que forma parte de la historia viva de la alfarería de la región, han trabajado varios ceramistas: Kataoka Makoto, padre de Kataoka Katsushi y responsanble de la trasmisión de los conocimientos y la tradición alfarera de la que hace gala el horno. Mitsue Kataoka, mujer de Reiho y el alma e inspiración de las macetas mame y de acento. Y finalmente el propio Kataoka Katsushi (片岡勝資), cuarta generación alfarera de su familia, conocido por su nombre artístico Reiho o Reihou (黎鳳), autor en el que nos centramos hoy y en quien recae el peso de dirigir este mítico horno fundado por su padre en 1889.  Entrada del horno. Cartel de Seizan Toen. Reiho Su nombre artístico, Reiho, no debe ser confundido con el horno, también de Tokoname, Reiho de Matsushita Hiroyuki, conocido artísticamente como Bonsái. Kataoka Katsushi nació en 1952.  Desde niño se interesó por la cerámica y aprendió observando a su padre. Estudió en el curso especial de la escuela secundaria de Tokoname, donde estuvo como aprendiz esmaltado con tecnologías de laboratoriotraídas de Seto. (Industria Nagoya).    Peculiar e inusual maceta de dimensiones de corte Kowatari. Medidas: 61 x 38,5 x 18 cm. Colección Laos Garden.  El estilo elegante y la maestría de la técnica de Kataoka se hace evidente en cada obra de Reiho. Produce macetas de corte clásico y sencillo, sin florituras innecesarias, casi siempre muy proporcionadas. Una clara excepción es la mostrada en el ejemplo anterior.  El equilibrio y simetría de las piezas es técnicamente perfecto y las proporciones entre el largo, ancho y profundidad de las macetas hacen que estas tengan una gran usabilidad para todas las especies y estilos de bonsái. Destacan sus macetas planas para arces.    Macetas planas para arces de Reiho en diferentes tamaños, formas y colores.  Colección Laos Garden. Emplea pastas generalmente grisáceas o púrpuras que adquiere, como otros maestros de la zona, en la Cooperativa de Tokoname. Trataremos más a fondo las pastas empleadas por este horno en el artículo dedicado a Makoto y Mitsue. Pese a su juventud también fue reconocido como maestro artesano. (Para saber más sobre esta condecoración haga clic en el enlace). Los esmaltes del horno Seizan. Esmaltes Maceta esmaltada preparada para cocer. Cubetas de esmaltes en Seizan Sus luminosos esmaltes, que han alcanzado reconocimiento a nivel mundial por su riqueza en matices y elegancia, son muy apreciados, tanto por los demás ceramistas de Tokoname, como por los aficionados al bonsái de todo el planeta, que valoran la gran usabilidad de estas piezas para sus árboles.  «Perseguir la funcionalidad como la belleza es un esfuerzo que vale la pena como alfarero”. Katsushi Kataoka. Como sus antepasados indagó verdaderamente en el arte del esmalte, moviéndose entre la manera tradicional para aplicar el esmalte de Seto y Tokoname, dando una nueva visión a la fábrica de su familia. Él da al esmaltado contemporáneo un uniforme gusto con blancos crema y amarillos, empleando materiales que eran importadas de las zonas más tradicionalmente dedicadas a la cerámica de China. Las variedad de verdes y azules completan una amplia paleta de colores.  Maceta esmaltada en blanco o Shiro, hay otra denominación para este tipo de tonos que se tomó de un lugar de China donde se realizaban estos esmaltes. El término es Kochi y se suele emplear para las macetas esmaltadas. Shiro Kochi se emplearía para referirse a estos tonos crema o blanco. Reiho es especialista en reproducir estos esmaltes de origen chino, que como se aprecia en las fotos adquieren preciosas pátinas con el pasar de los años. Colección Laos Garden. Maceta esmaltada en amarillo o «Kii», al igual que el esmalte blanco o «Shiro» son esmaltes de origen chino que no tienen secretos para Reiho. Medidas: 48,8 x 32 x 6,5 cm. Colección Laos Garden. Elegante maceta de Reiho en verde oribe. En la actualidad oribe se refiere a un color concreto de esmalte que se realiza con carbonato de cobre dando estos tonos de color verde brillante y transparente. Colección Laos Garden. Distintos estilos de macetas Reiho esmaltadas en diversas tonalidades de azul, desde las más claras o «kinyo» a las más oscuras o «ruri». Colección Laos Garden. Divertido detalle del taller de Seizan. Con Reiho en Bélgica en 2018. El maestro con uno de sus moldes. Para saber más sobre los esmaltes:  Los esmaltes en las macetas de bonsái. Yamafusa.  Los esmaltes en las macetas de bonsái II. Koyo, Juko. Los esmaltes en las macetas de bonsái III. Koyo, Aiba kouichirou.  Laos Garden Y hasta aquí nuestro artículo de hoy, esperamos que hayáis disfrutado de este viaje a Seizan Reiho y os haya servido para conocer un poco más sobre sus macetas y esmaltes. Os dejamos los enlaces directos anuestra web, donde podréis echar un vistazo a nuestra colección de éstas cerámicas que combinan a la perfección funcionalidad con una impresionante belleza. MACETAS DE AUTOR Y ANTIGUAS REIHO Síguenos en nuestro blog y redes sociales para no perderte nuestro próximo artículo «Pasión por la cerámica XXIII, donde daremos a conocer la obra de Makoto y Mitsue de Seizan.  FACEBOOK INSTAGRAM LINKEDING BLOG Créditos: Fotos Japón: Antonio Richardo. Técnicas del Bonsái. John Yoshio Naka. Tokoname bonsai pots.  Tokoname.jp. Archivo y colección Laos Garden.

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Pasión por la cerámica XXI. El tamaño de las macetas de bonsái.

Pasión por la cerámica XXI. El tamaño de las macetas de bonsái. Los bonsáis, como casi todo en este mundo, pueden ser clasificados de mil maneras. Por especies, claro está: coníferas, caducos y perennes.  También por su tamaño, su estilo, el número de troncos que los sostienen o la cantidad de árboles plantados juntos.  La maceta ha de estar a la altura del inquilino y en la proporción adecuada, es decir, la anchura de la maceta, una vez el bonsái ha completado su fase de diseño, ha de ser aproximadamente 2/3 de la altura del árbol.  Hoy nos ocupamos de la clasificación por tamaños, que va desde lo «microscópico» hasta árboles «gigantes» de más de un metro, porque el término bonsái no siempre significa diminuto. Aunque en la imaginación popular persista la idea de un arbolito de bolsillo, un miniatura de la naturaleza, conviene dejar claro que no hay una medida correcta.  Los intervalos de medidas varían de unos autores a otros, en rojo aparecen las categorías y medidas planteadas por John Yoshio Naka. Keshitsubu o Shito: Es el tamaño más reducido, se denomina tamaño de semilla de amapola. Según John Yoshio Naka: “La semilla se siembra directamente en la maceta para obtener mejores resultados”. Generalmente se considera esta categoría por debajo de los 5 centímetros. Es un tamaño fascinante, pero el cultivo y el modelado es bastante difícil. También se le llama bonsái de bolsillo. Maceta hexagonal con esmalte amarillo de la casa Bunzan de Seto, Japón. Medidas: 2 x 1,8 x 1,3 cm. Colección Laos Garden. Maceta de la República Checa esmaltada en rojo. Medidas: 3 x 3 x 1,9 cm. Colección Laos Garden. Pequeña maceta esmaltada en verde por Shibakatsu, Tokoname. Medidas: 3 x 3 x 2,5 cm. Colección Laos Garden. Mame: Convencionalmente es un bonsái del tamaño de la palma de la mano entre 5 y 15 centímetros de altura. Naka apunta que deben entran en una mano de tamaño medio 3 ó 4 ejemplares. Al igual que los Ketshisubu son difíciles de cultivar y diseñar. Espectacular maceta sin esmaltar para bonsái. Tallada a mano por el premiado autor Tani Ranzan. Medidas: 9,4 x 7,8 x 3,8 cm. Colección Laos Garden. Pequeña maceta en forma de mokko, esmaltada en verde. Jiang Kobayashi del horno Bokukakai (China). Medidas: 10,6 x 8,8 x 3,3 cm. Colección Laos Garden. Maceta para bonsái procedente de Tokoname de Hisashi Shu Kazumasa. Harumoto. Detalladas patas de nube. Medidas: 7,5 x 2,3 cm. Colección Laos Garden. Shohin: Árboles de menos de 25 centímetros, uno de los tamaños más buscados para los coleccionistas. Esta categoría no la incluye John Naka. Maceta sin esmaltar de Kataoka Katsushi (Reiho), del horno Seizan de Tokoname. Medidas: 12,5 x 11 x 3,8 cm. Colección Laos Garden. Maceta hexagonal esmaltada en azul por Saida Bikou (Tokio) Medidas: 11,7 x 10,3 x 6 cm. Colección Laos Garden. Elegante maceta sin esmaltar creada por Song Jiaron, Yixing (China).. Medidas: 12 x 4,2 cm.. Colección Laos Garden. Komono: Para Naka esta categoría comprende entre 12 y 18 centímetros. Otros autores unen esta categoría a Katade Mochi o Kotate Mochi y proponen un intervalo entre 15 y 31 centímetros de altura. Maceta de porcelana pintada a mano por Sekizan Kazan. Medidas: 15,5 x 9,7 x 8,5 cm. Colección LaosGarden. Maceta pintada a mano por Satomi, del horno Terahata, en Seto. Medidas: 16 x 12,1 x 4,4 cm. Colección Laos Garden. Elegante maceta sin esmaltar creada por Matsushita Masuo (Zenigo), del horno de Tokoname Izumi-Ya. Medidas: 18,1 x 14,1 x 5,7 cm. Colección Laos Garden. Katade Mochi:  Es el tamaño entre 20 a 40 cm de altura. Hay excepciones, por ejemplo el estilo en roca no entra en esta categoría. Es el tamaño más popular entre los amantes del bonsái. Maceta ovalada esmaltada en ocre por Tosui Masao (Seto). Medidas: 23,5 x 15,7 x 3,8 cm. Colección Laos Garden. Maceta coreana esmaltada en azul de la casa Tongrae. Medidas: 24 x 18 x 6,2 cm. Colección Laos Garden. Maceta rectangular con relieve en forma de bambú, del horno Shunhosho de Tokoname. Medidas: 27 x 20,3 x 3 cm Colección Laos Garden. Chumono: El tamaño mediano de bonsái, entre 45 y 90 centímetros de altura, recibe este calificativo. Es la medida ideal que un hombre puede manejar sin ayuda. Es el más empleado a la hora de exponer. Otros autores proponen un intervalo entre 30 y 60 centímetros de altura. Maceta para bonsái rectangular con elegantes patas de nube. De la reconocida casa Tazan de Tokoname. Medidas: 40 x 28,2 x 13,2 cm. Colección Laos Garden. Preciosa y antigua maceta para bonsái, con patas de nube. Shigaraki. Medidas: 40 x 29 x 12 cm. Colección Laos Garden. Preciosa maceta para bonsái sin esmaltar. Procedente del horno Yamaaki, Tokoname. Medidas: 35,4 x 11 cm. Colección Laos Garden. Omono: Sin incluir la maceta son árboles entre 90 y 120 centímetros de alto. El nombre hace alusión a que se necesitan varias personas para levantarlo. Otros autores proponen un intrevalo entre 60 y 120 centímetros de altura. Maceta para bonsái rectangular con precioso esmalte, fabricada por Reiho. Tokoname. Medidas: 68 x 38,5 x 18 cm. Colección Laos Garden. Antigua e impresionante maceta de gran tamaño de Yamato Sanko. Tokoname. Medidas: 63,3 x 47 x 10 cm. Colección Laos Garden. Impresiónate maceta para bonsái, esmaltada en verde (oribe), forma de tambor. Sello y firma: Koyo Aiba Koichirou (Tokoname). Medidas: 62,5 x 12 cm. Colección Laos Garden. Hachi-Uye:  Cuando los bonsáis miden más de 130 centímetros de alto reciben el nombre de “Hachi-Uye”. En Europa nos referimos también a ellos como bonsái de jardín, ya que se exhiben principalmente en patios o exposiciones temporales de grandes edificios. Los arboles de jardín que no están en maceta, es decir, que están plantados directamente en el suelo, aunque estén educados en algún estilo de bonsai no se consideran bonsáis y reciben el nombre de “Niwa-Gi”, tengan el tamaño que tengan. En Japón seleccionando macetas tamaño Hachi-Uye. En Laos Garden con macetas Hachi-Uye. 2025

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Pasión por la cerámica XX. El misterio de las macetas Shinwatari.

Pasión por la cerámica XX. El misterio de las macetas Shinwatari. Entre 1911 y 1940, China y Japón jugaron al gato y al ratón en un tablero donde la pólvora hablaba más alto que la diplomacia. Hubo roces, escaramuzas y alguna que otra puñalada trapera entre embajadores, hasta que la tensión, que olía a pólvora desde hacía tiempo, estalló en una guerra a cara de perro: la Segunda Guerra Sino-Japonesa (1937-1945). Aquello no fue más que un sangriento ensayo general, un prólogo siniestro de la carnicería que estaba por venir, la Segunda Guerra Mundial, el mayor festín de sangre y hierro que ha conocido la humanidad. En este artículo iremos alternando episodios de la historia china y japonesa. Para que resulte más sencillo identificar a cuál nos referimos en cada momento, utilizaremos el color verde para los pasajes dedicados a China y rojo granate para los relativos a Japón. Esperamos que esta pequeña guía visual haga la lectura más amena y comprensible. El contexto histórico. A comienzos del siglo XX, China estaba sumido en la decadencia y la corrupción de la dinastía Qing. En 1911 estalló una chispa que incendiaría el imperio: la Revolución de Xinhai. Los revolucionarios, hartos de siglos de opresión y humillación extranjera, se alzaron contra el trono. Sun Yat-sen, desde el exilio, se erigió como líder de este movimiento que buscaba modernizar y liberar a la nación. Tras la Restauración Meiji, el país había abrazado la modernidad con gran voracidad, adoptando tecnologías occidentales y reformando sus estructuras sociales y políticas. Sin embargo, bajo la superficie de este progreso, latía un corazón imperialista que buscaba expandir su influencia más allá de sus costas. Con la abdicación del último emperador  en 1912, nació la República de China. Pero la esperanza pronto se tornó en desilusión. El país se fragmentó bajo el yugo de señores de la guerra, cada uno más despiadado que el anterior, sumiendo a la nación en un caos de ambiciones y traiciones. En medio de este desorden, emergieron dos figuras que marcarían el destino de China: Chiang Kai-shek, líder del Kuomintang, y Mao Zedong, al frente del Partido Comunista. Aliados en un principio contra los señores de la guerra, pronto se volvieron enemigos acérrimos, arrastrando al país a una guerra civil sin cuartel. Chiang Kai-shek, líder del Kuomintang, y Mao Zedong, al frente del Partido Comunista, en su último encuentro. Emperador Yoshiito(Taisho Tenno) En 1912, con la muerte del emperador Meiji, se cerraba una era de transformaciones profundas. Su sucesor, el emperador Taishō, asumió el trono en medio de tensiones internas y externas. Japón, que ya había demostrado su poderío militar en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, comenzó a mirar con codicia los vastos territorios de Asia oriental. Aliado de potencias occidentales durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Japón vio la oportunidad, mientras Europa se desangraba en las trincheras, de consolidar su presencia en China, presentando las «Veintiuna Demandas» a una República China tambaleante, buscando controlar vastas regiones chinas política y económicamente.  La Gran Depresión de 1929, llevando al desempleo y al descontento social fue el caldo de cultivo para que el militarismo comenzara a ganar terreno, y voces que clamaban por una expansión agresiva se hicieron más fuertes. Japón continuaba mirando con codicia las tierras chinas. En 1931, sin una declaración formal de guerra, Manchuria cayó bajo su control.  Japón estableció el estado títere de Manchukuo, con el último emperador chino, Puyi, como figura decorativa. La comunidad internacional condenó la agresión, pero las sanciones fueron tibias, y Japón se retiró de la Sociedad de Naciones en 1933, desafiando abiertamente el orden mundial establecido. En 1937, la invasión se intensificó, desatando una brutalidad que dejó cicatrices imborrables en el alma china. El ascenso del militarismo fue imparable. Los líderes civiles fueron desplazados o eliminados, y el gobierno cayó bajo el control de oficiales que veían en la guerra la solución a los problemas económicos y demográficos de la nación. La propaganda exaltaba el bushido, el código de honor samurái, y preparaba a la población para futuros conflictos. Las tensiones con China estallaron en una guerra abierta tras el Incidente del Puente Marco Polo. Las tropas japonesas avanzaron rápidamente, capturando ciudades clave como Pekín y Shanghái. Sin embargo, fue en Nankín donde el mundo fue testigo de la brutalidad desatada: masacres, violaciones y una destrucción sin sentido que dejaron una mancha imborrable en la historia.Al llegar 1940, Japón había firmado el Pacto Tripartito con Alemania e Italia, alineándose con las potencias del Eje. La nación se encontraba en una encrucijada, embriagada por sus éxitos militares pero cada vez más aislada diplomáticamente. La maquinaria bélica seguía su curso, y el sol naciente se preparaba para desafíos aún mayores en el horizonte.Así, en menos de tres décadas, Japón transitó de una nación en proceso de modernización a un imperio agresivo, cuyas ambiciones y acciones cambiarían para siempre el curso de la historia mundial. La victoria de Mao Zedong y del Partido Comunista de China en la Revolución de 1949 dio origen a la República Popular China, poniendo fin a los largos años de guerra civil. Este acontecimiento histórico consolidó el dominio comunista en el país y situó a Mao como la figura central del nuevo orden político. Las macetas Shinwatari Las macetas chinas llegadas a Japón en este periodo son de tan buena calidad como la de los periodos anteriores, las Kowatari y las Nakawatari, pero sus formas y diseños varían ampliando el abanico de modelos y decoraciones. Se ven bandejas considerablemente más planas, acabados bruñidos, formas de saco, decoraciones incisas, etc. Se conocen como Shinwatari o Shinto (新渡), y también como Imawatari (今渡), términos que significan literalmente «nuevo cruce». Estas piezas llegaron a las islas, como ya mencionamos, entre 1911 y 1940. Jhon Yoshio Naka las describe con precisión al referirse a «las macetas que arribaron antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial». Algunas de estas macetas reproducen las formas —e incluso los característicos orificios de drenaje— de las antiguas Kowatari, ya sea con agujeros

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Pasión por la cerámica XIX. Las macetas para bonsái Nakawatari.

Pasión por la cerámica XIX. Las macetas para bonsái Nakawatari. Después de las macetas chinas Kowatari, que llegaron a Japón antes de 1868, pasamos ahora a las piezas introducidas entre 1868 y 1912, coincidiendo con la era Meiji o Meiji jidai (明治時代). Estos recipientes se conocen con el nombre de Nakawatari (中渡). Elegante maceta Nakawatari de labio abierto y delicadas patas de nube. Loza «soba» o de grano sarraceno. Una forma muy imitada en Japón especialmente empleada en pinos. Medidas: 35,7 x 25,1 x 8,7 cm. Colección Laos Garden.   Un poco de contexto histórico: El periodo Meiji Este periodo marcó una transformación profunda en Japón, que dejó atrás el sistema feudal del shogunato Tokugawa para convertirse en una monarquía centralizada. Comenzó en 1868 con la restauración del emperador Meiji y concluyó en 1912, al fallecer este monarca. Durante estos años, el país emprendió reformas políticas, sociales y económicas que lo impulsaron a convertirse en una potencia industrial moderna. Se promulgaron nuevas leyes, se reformó el sistema educativo y se modernizó el ejército siguiendo modelos occidentales. Japón abrió sus puertas al mundo, adoptó tecnologías e industrias extranjeras y asimiló diversos aspectos de la cultura occidental. Paralelamente, inició su expansión territorial, comenzando por la anexión de regiones cercanas. La modernización se consolidó con la promulgación de una nueva constitución y el establecimiento de un sistema parlamentario. La Primera Guerra Sino-Japonesa (1894-1895) tuvo como propósito fortalecer la influencia política y militar de Japón y asegurar el acceso a recursos estratégicos en la región. Este conflicto puso en evidencia el fracaso de la dinastía Qing para modernizar su ejército y proteger su soberanía, en claro contraste con el éxito alcanzado por Japón tras la Restauración Meiji. Durante la era Meiji, la reapertura al comercio exterior propició, entre otras cosas, un auge en la importación de macetas chinas, que se convirtieron en un símbolo del renovado interés japonés por el arte y la artesanía extranjeros. Ilustración «Kenpō happushiki no zu» muestra la ceremonia de promulgación de la Constitución Meiji (Colección Especial de la Librería Metropolitana de Tokio). ¿Cómo son las macetas Nakawatari? Las macetas Nakawatari se distinguen por sus elegantes formas rectangulares, redondas u ovaladas, apreciadas tanto por su estética como por su funcionalidad. Al igual que las Kowatari, presentan una gran variedad y están elaboradas con arcilla de alta calidad, lo que favorece la retención adecuada de humedad y una óptima ventilación para las raíces del bonsái. Según John Yoshio Naka, muchas de estas macetas son cocidas durante meses a bajas temperaturas, utilizando exclusivamente tallos de arroz como combustible. Existen numerosos sellos de los hornos donde se fabricaban, y aunque su significado literal es “Cruce medio”, la mayoría de las Nakawatari que se conservan hoy en día no presentan sello alguno. Maceta típica Nakawatari, de forma ovalada y sin esmaltar, elaborada en pasta de grano sarraceno. Presenta los característicos pequeños orificios de drenaje, situados lejos del centro en la base, detalle distintivo de esta pieza. Si se me permite una nota de humor, me recuerdan a las bandejas en las que se sirve el cochinillo asado en Segovia. Medidas: 45,5 x 30,3 x 8,5 cm. Perteneciente a la colección Laos Garden. Existen numerosos sellos de los hornos que las producían, muy valorados, y cuyo significado literal es “Cruce medio”. Sin embargo, la mayoría de las Nakawatari que han llegado hasta nosotros carecen de sello. La clásica maceta rectangular Nakawatari, sin sellar, destaca por su diseño sencillo y funcional. Al igual que en los ejemplos anteriores, esta pieza elaborada en pasta de grano sarraceno se distingue por sus pequeños orificios de drenaje ubicados en las esquinas.  Por lo general, sus dimensiones tienden a ser más estrechas que las de las macetas contemporáneas. Sus medidas cocretas son 41,6 x 24 x 10,6 cm.  Forma parte de la colección Laos Garden. Existen numerosos sellos de los hornos responsables de su fabricación, apreciados por su valor documental histórico que datan inequivovamente estas macetas llamadas de “Cruce medio”. No obstante, la mayoría de las macetas Nakawatari que han llegado hasta nuestros días carecen de sello. Elegante maceta sin esmaltar Nakawatari de cantos redondeados o «nade kaku» y banda central en el cuerpo de la maceta o «Do himo futa suji». Medidas: 39 x24,8 x 9 cm. Colección LaosGarden Para profundizar en el conocimiento sobre los hornos en los que se cocieron estas macetas, les invitamos a visitar: Pasión por la cerámica XXIII. Un breve recorrido histórico: los orígenes de las macetas de bonsái en China. La mayoría de estas macetas presentan un acabado sin esmaltar, otorgándoles un carácter rústico y auténtico. No obstante, también se encuentran versiones esmaltadas, especialmente en tonos blanco, verde y azul, destacando entre estos últimos el distintivo azul Namako. Gracias a su origen y excelente calidad, estas piezas son altamente valoradas tanto por coleccionistas como por cultivadores de bonsáis. Maceta Nakawatari, rectangular y esmaltada en blanco o «shiro Kochi». Los agujeros de drenaje originales son los esquinados, los que están junto a las patas. Estos son típicos del periodo. Los agujeros centrales están hechos en un periodo posterior a la cocción. Medidas: 37,5 x 25,1 x 8,7 cm. Colección Laos Garden. Maceta Nakawatari ovalada con esmalte azul Namako. Sello del horno Katsutokuwa. Medidas: 58 x 37 x 5,8 cm. Colección Laos Garden.  El esmalte Namako es una técnica tradicional de la cerámica china, reconocida por su profundo tono azul salpicado de manchas blancas y negras. Su nombre, que significa «babosa de mar», evoca el aspecto brillante y moteado que recuerda a la piel de este animal marino. Más allá de su singular belleza, este esmalte destaca por la complejidad de su elaboración, testimonio de la paciencia y el talento de los ceramistas que dan vida a piezas verdaderamente únicas. Para profundizar en el tema de los esmaltes: Los esmaltes en las macetas de bonsái I Los esmaltes en las macetas de bonsái II Los esmaltes clásicos en el taller de Yamafusa Los esmaltes clásicos en el taller de Koyo Toen La evolución de los

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Pasión por la cerámica XVIII. Las macetas para bonsái Kowatari.

Pasión por la cerámica XVIII. Las macetas para bonsái Kowatari. En el artículo anterior de Pasión por la Cerámica exploramos cómo el aislamiento de Japón provocó que los productos extranjeros fueran escasos y recibieran denominaciones diversas, según la época en que arribaron al país. Los objetos foráneos —como obras de arte, libros, medicinas, entre otros— que fueron importados principalmente desde China antes y durante el Período Muromachi (室町時代, 1392-1568), reciben el nombre de «Ookowatari» (大古渡). Este término hace referencia a importaciones de gran antigüedad. Pergamino pintado que muestra samuráis del período Muromachi (1333-1573 d.C.). 1538 d.C. (Museo Guimet, París) Kinkaku-ji o Templo del Pabellón de Oro. Fue construido originalmente en 1397 como villa de descanso del shogun Ashikaga Yoshimitsu. Productos Kowatari: un poco de contexto histórico El periodo Edo, también llamado era Tokugawa, se extendió desde 1603 hasta 1868, durante el cual Japón estuvo bajo el gobierno de la familia Tokugawa. Su nombre proviene de la ciudad de Edo, actual Tokio, que sirvió como capital en esos años. En 1603, Tokugawa Ieyasu asumió el título de shogun, dando inicio a un régimen centralizado. Esta etapa se caracterizó por una prolongada paz interior, un notable crecimiento económico y un significativo desarrollo cultural. La sociedad japonesa quedó organizada en estrictas clases sociales, mientras que el shogunato adoptó una política de aislamiento para preservar la influencia extranjera. La economía giró en torno a la agricultura y el comercio, y la cultura popular vivió un auge con expresiones como el ukiyo-e, las célebres pinturas de la “vida flotante”, y el teatro kabuki. En 1853, la llegada de los navíos estadounidenses comandados por Matthew Perry obligó a Japón a abrirse al comercio internacional. Finalmente, en 1868, la caída del shogunato y el inicio de la Restauración Meiji marcaron el fin de este período histórico. El término «Kowatari» alude a importaciones antiguas, denominado comúnmente «cruce antiguo», y se emplea comúnmente para referirse a utensilios de té y telas emblemáticas. Estos productos llegaron a las islas antes de 1800 o 1869, y entre las diversas telas, que superaban los 400 tipos, destaca una llamada sarasa (更紗). Se trata de tejidos de algodón estampado, que sirven de inspiración para las telas modernas usadas en el envoltorio de macetas, suisekis y mesas antiguas. Estas piezas, conocidas como “Taoru kuka-yu”, se utilizan para cubrir y exhibir los objetos antes de guardarlos en cajas de madera hechas a medida, conocidas como “kiribako”. Maceta envuelta en su paño «»Taoru kuka-yu» y dentro de la caja «Kiribako». Se trata de una maceta de Ikko, de la casa Shouzan Kaneshou de Tokoname. Decoración pintada de un tigre blanco por Setsudo Kodou (Kodo). Colección Laos Garden. John Yoshio Naka sitúa la llegada de las macetas Nakawatari en la era Meiji (1869–1911). En consecuencia, las Kowatari habrían llegado antes de 1869, durante el período del shogunato Tokugawa (1603–1867).En la fotografía vemos a John Yoshio Naka, autor de Técnicas del Bonsái, considerado por muchos como el mejor libro sobre el arte del bonsái, junto a uno de sus árboles más célebres: «Goshin». Las macetas Kowatari y Nakawatari gozan de una gran estima en Japón, donde sus formas, texturas y tonalidades han sido fuente de inspiración desde su introducción. Durante el siglo XX, la mayoría de las macetas utilizadas en las más prestigiosas exposiciones japonesas, como el Kokufu-Ten, procedían de China. Hoy en día, los grandes maestros del bonsái en Japón, como Suzuki y Kobayashi, son auténticos coleccionistas de estas piezas excepcionales. Macetas antiguas en sus «Kiribako». Museo Shunkaen de Kunio Kobayashi Junto al maestro Kunio Kobayashi. En el Museo de Bonsái Shunkaen, fundado por Kunio Kobayashi, tuvimos el privilegio de contemplar su extraordinaria colección de antiguas macetas chinas, entre las que destacan las exquisitas Kowatari, Nakawatari y Shinwatari. Maceta kowatari con un desmesurado agujero de drenaje, idéntico al que se ve en la penúltima foto de la colección de Kobayashi. Medidas: 61 x 40,3 x 20,7 cm. Colección Laos Garden. Quizás el jardín que más me ha maravillado en todo Japón es el de Obuse, en el Museo Taikan de Shinji Suzuki. No pretendo aquí detallar las obras maestras del bonsái ni la exquisita armonía del entorno, pues ese será tema para otro artículo. Más allá de lo ya mencionado, la colección de cerámica resulta impresionante, y la sección dedicada a las antiguas macetas chinas es, sin duda, una joya auténtica. Sara Camacho, una española que ha dedicado varios años como aprendiz en el vivero, tuvo la amabilidad de mostrarnos cada rincón del jardín. Mientras los demás contemplaban los árboles y el conjunto del jardín, yo aproveché para quedarme en la sala de las Kowatari y Nakawatari. Creo que es, si no la mejor, una de las colecciones más destacadas de este tipo de macetas. En exposiciones de renombre, como la Kokufu-ten, es habitual que se exijan macetas que respeten tanto el diseño del árbol como su antigüedad y calidad; en ese sentido, las antiguas macetas chinas siempre son una elección insuperable. Muchas de estas piezas y sellos solo los había visto hasta entonces en libros. Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Junto a Shinji Suzuki Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Detalle de una pata con cabeza de dragón Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Árboles del último shogun Tokugawa Yoshinobu. (1837 – 1913) Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Colección de Shinji Suzuki. Museo Taikan. Tokugawa Yoshinobu, décimo quinto y último shogun de la dinastía Tokugawa, nació en 1837 y asumió el cargo en 1867. Durante su breve mandato, se vio enfrentado a crecientes presiones tanto internas como externas que desafiaban el antiguo orden feudal. En 1868, tras la Revolución Meiji, renunció voluntariamente al poder, entregando el gobierno al emperador Meiji. Retirado de la vida pública, vivió en un exilio relativo, aunque mantuvo cierta participación en episodios políticos. Falleció en 1913, dejando un legado fundamental en la transición de Japón de un sistema feudal a una nación moderna. En el jardín de Shinji Suzuki aún se conservan dos pinos

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