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Pasión por la cerámica XXIX. Las pastas de las macetas de bonsái (2ª parte).

Pastas empleadas en las macetas de bonsái (II): Las arcillas rojizas. Continuando nuestra travesía por el desconocido mundo de las pastas cerámicas en la creación de macetas para bonsái, retomamos el hilo donde lo dejamos en el artículo anterior. En aquella ocasión, abordamos cómo los ceramistas han dedicado incontables horas al estudio y la evolución de las arcillas que dan forma a su arte. Un ejemplo elocuente de este empeño se encuentra en los hornos de Tokoname, especialmente en el célebre horno Yamaaki, donde tradición e innovación se entrelazan con maestría. Inspirados por la textura y el carácter de las antiguas macetas chinas conocidas como Udei, estos artesanos japoneses se esfuerzan por recrear ese grano distintivo que las hace únicas. Para lograrlo, recurren a la importación de shisa, una arcilla arenosa de delicados matices púrpuras, proveniente de Gikou, en la provincia china de Jiangsu. Esta elección no obedece al azar: responde a una búsqueda consciente de autenticidad estética y rigor material. Es, en esencia, una forma de rendir homenaje a la herencia cultural, sin perder de vista la excelencia técnica que distingue a la cerámica contemporánea de alta calidad. Antigua maceta china para bonsái de shisa. Archivo Laos Garden.  La nobleza de las pastas rojizas en la cerámica para bonsái Hoy nos adentraremos en el fascinante mundo de las pastas rojizas, aquellas que hunden sus raíces en las antiguas y veneradas pastas de zisha, tan admiradas a lo largo y ancho del mundo. Pero antes de sumergirnos en sus particularidades, es necesario hacer algunas precisiones esenciales. En el arte del bonsái, las macetas de cerámica reciben el nombre de Toki o Hachi-Toki. La primera gran distinción al clasificar una maceta para bonsái —o Hachi— es entre aquellas esmaltadas, conocidas como Kurushi-mono, y las que no lo están, denominadas Dei-mono. Elegante maceta Koshousen. Este modelo es empleado de manera clásica para pinos.  Dimensiones: 39 x 30 x 12 cm. Colección Laos Garden.  Por norma general, las macetas sin esmaltar se reservan para coníferas, mientras que las esmaltadas se asocian con especies caducas. No obstante, como en todo arte refinado, existen excepciones y matices. Para centrarnos en las pastas utilizadas en la confección de estas piezas, pondremos el foco en las macetas sin esmaltar. Entre las más notables —como ya señalamos en el artículo dedicado a los sellos más comunes de Tokoname— destacan las elaboradas con pastas rojizas, que dan lugar al estilo conocido como Shudei-yaki. Estas son las más representativas y empleadas en el mundo del bonsái. Como vimos en el listado del artículo anterior, existen muchos otros tipos de pastas cerámicas empleadas en la alfarería para bonsáis, cada una con sus matices y particularidades. Entre ellas se encuentran las pastas de arcilla blanca, o Hakudei-yaki, menos comunes y, por lo general, esmaltadas; también las llamadas Haiiro no doro, de tonalidades grisáceas, de las que nos ocuparemos próximamente.    Maceta en forma de mokko de la casa Zhang Zicheng, Yixing, China. Las pastas Hakudei-Yaki son actas para decorar con pinturas a mano o serigrafiados. Colección Laos Garden. Sin embargo, ninguna de estas variantes ha alcanzado la misma estima que las pastas de tonos rojizos, cuya calidez y sobriedad las han convertido en favoritas entre aficionados y maestros por igual. A este universo de posibilidades se suman incontables variantes, cada una con su propia belleza y carácter. Así, la elección de una maceta deja de ser un gesto meramente funcional para convertirse en una expresión íntima, estrechamente vinculada al espíritu del bonsái. Pastas rojizas: variedad y elegancia. Entre ceramistas europeos —y me atrevería a decir, también de otras latitudes— existe una inquietud compartida: la dificultad de encontrar arcillas que ofrezcan los intensos tonos rojizos tan característicos del sudeste asiático. Estas tierras, naturalmente ricas en hierro, producen pastas que al cocerse revelan una paleta vibrante de rojos y púrpuras que pocos materiales logran igualar. Si bien es posible hallar arcillas con un contenido mineral similar, la arcilla natural más común es la arcilla roja de superficie, la mayoría están formuladas para cocciones a baja temperatura. El óxido de hierro que contiene le aporta su característico color; en combinación con la sílice y la alúmina, facilita la vitrificación de la arcilla. Reproducir esos mismos matices en alta temperatura resulta, por decir lo menos, un verdadero reto técnico. No son pocos los colegas que me han preguntado si sería posible importar estas pastas únicas, atraídos por la fuerza cromática que ofrecen y por la profundidad expresiva que aportan a las piezas. Plancha para confeccionar macetas en el horno Kakuzan de Tokoname. A veces, enumerar los nombres asignados a los distintos matices de las pastas rojizas puede tornarse en una tarea tediosa. La sutil frontera que separa un tono de otro se desdibuja con facilidad, especialmente cuando las combinaciones posibles son tan vastas como la imaginación del ceramista lo permita. Confío en que los ejemplos que presento a continuación contribuyan a clarificar el tema y nos ayuden a formarnos una idea más precisa.  SHU-DEI: Bermellón o rojo Cuando se incorpora shisa, un tipo de arcilla hoy en día difícil de encontrar, las tonalidades adquieren matices púrpuras. A menudo, los términos Shu-dei y Shi-dei se usan para referirse a esta misma gama de colores.Shu-dei se distingue por su característico rojo bermellón, un tono intenso que se logra gracias a la mezcla con shisa, una arcilla arenosa de color púrpura originaria de la provincia china de Jiangsu. Su acabado vibrante y textura aterciopelada la convierten en una de las favoritas dentro del arte del bonsái. Antigua maceta china decorada Kowatari, del horno Youkihatsu. Colección Laos Garden.  SHI-DEI: Púrpura Shi significa púrpura, en este caso es un marrón-púrpura (castaño rojizo). De tonalidad marrón-púrpura o castaño rojizo, esta pasta ofrece una estética más sobria y terrosa. Al igual que la Shu-dei, puede contener shisa, lo que le confiere matices únicos y una textura distintiva. Ambas pastas reflejan la maestría y la sensibilidad estética de la cerámica japonesa, aportando carácter y autenticidad a cada pieza. Antigua maceta artesanal del horno

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PastAs cerámicas, Hidemi Kataoka. LaosGarden 3

Pasión por la cerámica XXVIII. Las pastas de las macetas de bonsái (1ª parte).

Pastas empleadas en las macetas de bonsái (I): Tipos de pastas Iniciamos hoy una serie de artículos dedicados a un tema sobre el que existe escasa documentación y que rara vez es objeto de reflexión en los restringidos círculos especializados en el arte del bonsái. Nos referimos, concretamente, a las pastas cerámicas, a las arcillas con las que se confeccionan las macetas, soporte esencial sobre el que reposan y se elevan estas pequeñas obras maestras. Los tipos de pastas empleados en la cerámica para bonsái son sumamente variados y, en general, se clasifican según su color y composición. Como introducción, presentamos una breve enumeración de las más frecuentes, que abordaremos en detalle en futuras entradas del blog. Pastas en crudo y tornos preparados para los alumnos del horno Kakuzan en Tokoname.  Las arcillas que se emplean en torno suelen tener chamota muy fina.  Es importante señalar que algunas arcillas son más adecuadas para el modelado a torno, mientras que otras resultan óptimas para técnicas de modelado a mano o mediante moldes. La materia prima esencial es la arcilla, un material natural ampliamente disponible en la corteza terrestre. Durante el proceso de cocción a altas temperaturas, la arcilla pierde el agua de su estructura molecular, transformándose en cerámica. Antes de este proceso, se caracteriza por su maleabilidad y diversos grados de plasticidad. La composición de las pastas busca siempre el equilibrio ideal para cada tipo de pieza. Para lograrlo, se emplean mezclas de distintos componentes como caolín, arcilla de bola, bentonita, porcelana seca, feldespato, chamota, moloquita gruesa y fina, arena y gravilla. De la combinación de estos materiales surgen distintos tipos de pasta: gres, arcilla roja de superficie o arcilla refractaria.   Clasificación de las pastas según su color   Pastas rojizas: Muy ricas en hierro, analizaremos en detalle este tipo de pastas, de gran relevancia en la zona de Tokoname, en el próximo artículo: Pasión por la cerámica XXIX. Pequeña maceta en pasta roja del autor de Tokoname Bigei. Colección Laos Garden. Pastas de color negruzco: Son arcillas de tonos negros o grisáceos –Haiiro no-doro-. Profundizaremos sobre ellas en el futuro artículo: Pasión por la cerámica XXX.   Maceta con un elegante corte clásico del autor, igualmente de Tokoname, Kataoka Toshio del horno Yamaaki. Colección Laos Garden. Pastas claras: Existen muchos tipos de pastas claras –Hakudei-yaki- generalmente las blancas se esmaltan, entre ellas se encuentran la porcelana. También existen pastas claras refractarias como el toffee o Touka-dei o de flor de durazno que vimos en el atículo dedicado a Maruhei.    Preciosa maceta de pasta blanca del horno madrileño Kamereonpots. Colección Laos Garden. Estos términos de clasificación tienen su origen en la tradición japonesa. A continuación, presentamos las principales denominaciones:   Términos japoneses para los tipos de pastas y técnicas relacionadas   WU-DEI (烏泥): “Wu” significa color de cuervo (un negro pardo) y “Dei” barro cerámico sin esmaltar. Común en antiguas macetas chinas y en piezas japonesas que imitan estos tonos. U-DEI (鵜泥): Pasta negra o color de gallo. TOUKA-DEI (桃花泥): De color rosa dorado o flor de durazno. SHI-DEI (紫泥): Púrpura castaño, un tono entre marrón y violeta. SHU-DEI (朱泥): Pasta rojiza con matices púrpura, rojo bermellón. KOKU-DEI (黒泥): Negro parduzco, no negro absoluto. KAKI-DEI (柿泥): De tono naranja rojizo oscuro, similar al fruto del caqui. KAKU-DEI (鶴泥): Aunque “kaku” significa blanco, se refiere al marfil antiguo de las macetas chinas. ARA-SHUDEI (粗朱泥): Pasta roja de textura rugosa. SANGO-DEI (珊瑚泥): De color coral. RIHI-SHUDEI / NASHIKAWA-SHUDEI (梨皮泥): Pasta rojiza con textura de piel de pera, lograda mediante la adición de chamota o desgrasantes que confieren un aspecto granulado. NANBAN-ZARA (南蛮皿): “Nanban” alude al sur bárbaro; son macetas rústicas, de tonos apagados como marrón oscuro o rojo negruzco, de textura tosca, típicas de zonas como Bizen (Japón). A este tipo de cerámica se la conoce como Bizen-yaki. NINJIN-DEI (人参泥): De color zanahoria. AKEBONO (曙): Resultado de los estudios de Gyouzan en 1976, el «Amanecer Shudei», una pasta sumamente apreciada en Tokoname. RIHIDEI (梨皮泥): Pasta de piel de pera, caracterizada por una textura granulada gruesa y de gran interés visual. KINYO (金曜泥): Pastas de tonalidad azulada, de matices que van del claro al oscuro. HAIIRO NO DORO (灰色の泥): Pastas grisáceas de elevada dureza tras la cocción. HAKUDEI-YAKI: Pastas de color blanco. TSUCHIAJI (土味): Se refiere a la pátina natural adquirida por las macetas con el paso del tiempo, más que a un tipo de esmalte o pasta. Dedicaremos a este fenómeno un artículo específico más adelante. HIIRO-YAKI (緋色焼き): Pastas de tono escarlata. YAKISHIME (焼締) Técnica que consiste en vitrificar parcialmente pastas ricas en hierro.  Cabe mencionar que muchas de las pastas utilizadas en los talleres de Tokoname proceden del prestigioso Atelier Tokoname Clay, dirigido por el Sr. Tanaka, quien desde hace décadas suministra arcilla de altísima calidad a numerosos ceramistas de la región. El señor Tanaka en Atelier Tokoname Clay. Las pastas cerámicas se importan y se mezclan y purifican en Atelier Tkoname Clay para posteriormente ser distribuidas a los alfareros de la región. Existen diferentes tipos de cerámica y muchos alfareros realizan sus propias mezclas para personalizar sus obras y obtener los mejores resultados. Las dos imágenes anteriores provienen de: tokonamebonsaipots En la actualidad, las macetas antiguas —muy especialmente aquellas que han sido selladas o firmadas por su autor— se han convertido en codiciadas piezas de coleccionismo. Este fenómeno, lejos de limitarse a Japón, ha hallado un fervoroso eco en Europa y en los Estados Unidos, donde la pasión por la cerámica japonesa se ha asentado con fuerza y buen gusto. Particular atención merecen las macetas elaboradas en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuyo prestigio no ha dejado de crecer con el tiempo. Entre todas, brillan con luz propia las provenientes de Tokoname, ciudad que ha dado nombre a una tradición cerámica de fama mundial. En nuestro catálogo se ofrece una cuidada selección de autores y hornos, donde figuran nombres de referencia obligada para cualquier entendido o aficionado serio: Gyozan, Bigei, Yamaaki, Ikko, Zenigo, Shuuhou, Yamafusa, Maruhei, Keizan… y muchos otros

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Tokoname portada Laos Garden

Pasión por la cerámica XXVII. Una visita a los hornos tradicionales de Tokoname.

Tokoname: el paraíso cerámico que todo amante del bonsái debería visitar A solo 10 minutos del aeropuerto… y a un paso de enamorarte del barro japonés ¿Qué es Tokoname y por qué deberías apuntarlo YA en tu itinerario por Japón? Tokoname es una pequeña ciudad al sur de la prefectura de Aichi, en Japón. Tiene unos 55.000 habitantes, mucho encanto, y más cerámica por metro cuadrado de la que uno podría imaginar. Si eres como nosotros —es decir, fan del bonsái, la cerámica y todo lo que huela a tradición japonesa—, esta ciudad no solo es recomendable: es una parada obligatoria. Además, no puede ser más fácil llegar. ¡Está a solo 10 minutos en tren desde el Aeropuerto Internacional de Chubu, en Nagoya! Básicamente, bajas del avión… y subes directo a un viaje en el tiempo entre hornos tradicionales y tiendas llenas de arte. Un mapa, dos rutas y una leyenda gatuna Lo primero que hicimos al llegar (además de sacar la cámara y decir “¡mira eso!” cada tres pasos), fue pasar por el centro de información turística. Está justo al ladito de la estación de tren, y allí te dan un mapa con dos rutas: la corta y la larga, según el tiempo (y las piernas) que tengas disponibles. Optamos por la ruta larga —porque somos valientes y teníamos antojo de cerámica—, y pronto nos encontramos en la calle Manekineko, una avenida dedicada al famoso gato de la suerte. Y no cualquier gato… allí está Tokonyan, una cabeza gigante de maneki neko que vigila la ciudad con cara de “¡bienvenido, forastero, y no olvides comprar una maceta!” (Spoiler: os contaremos la historia de Tokonyan en otro artículo, porque sí, tiene leyenda y todo.) Tiendas, arte y barro con alma Durante nuestro paseo fuimos descubriendo pequeñas tiendas llenas de encanto, donde los artesanos venden sus obras directamente: macetas, figuras, tazas, y otros tesoros de arcilla que gritan «¡llévame contigo!» Algunas piezas son tan bonitas que te planteas si usarlas… o ponerles una alarma. Además, muchas de estas tiendas están ubicadas en antiguos talleres, con hornos tradicionales que aún se conservan. Es un viaje cultural y visual, pero también una forma de conectar con una tradición que sigue viva, moldeada con las manos y el corazón. Una ciudad para perderse… y encontrarse con la tradición Tokoname no es solo una ciudad cerámica. Es un lugar que se vive, se camina y se disfruta con calma. Te invita a explorar, a tocar, a preguntar, a sorprenderte con cada rincón. Si vas a Japón y te apasiona el bonsái, el arte tradicional o simplemente lo bello, no dudes: pon Tokoname en tu mapa. Te dejamos algunas fotos de nuestra visita para que te entren tantas ganas como a nosotros de volver. Mil años de barro, fuego y arte que conquistaron el mundo del bonsái De hornos milenarios a macetas que hacen suspirar a cualquier coleccionista Tokoname no es solo una ciudad. Es un verdadero monumento a la cerámica japonesa, y su historia empieza nada menos que en el Período Heian (794–1190). Para que te hagas una idea, estamos hablando de una tradición más antigua que muchas catedrales europeas. Fue uno de los Seis Grandes Hornos de Japón, un título nada modesto y muy merecido. A lo largo de los siglos, Tokoname ha sabido mantenerse firme —y caliente— en la producción de cerámica, convirtiéndose en un referente mundial. Hoy en día, podríamos decir (con total seriedad) que no hay maestro del bonsái que no haya oído hablar de esta ciudad. Si el bonsái es el árbol perfecto, Tokoname hace las macetas que lo hacen brillar como se merece. ¿Qué se fabrica en Tokoname? Spoiler: de TODO La cerámica de Tokoname no se limitó a las macetas. ¡Qué va! Aquí se coció literalmente de todo: Artículos de té (¡sí, esos que invitan a filosofar!) Botellas y envases para transportar agua o sake (muy importante) Ladrillos, azulejos, pavimentos y tuberías (sí, incluso las cañerías tienen estilo en Japón) Es como el Amazon medieval de la cerámica. Lo que necesitabas, Tokoname lo tenía. Y si no lo tenía, lo inventaba. Botella de cerámica para sake. Del imperio chino al toque japonés: ¡que vivan las macetas! Durante siglos, la mayoría de las macetas de bonsái venían de China. Pero en el siglo XVII, Japón dijo: “espera, que nosotros también sabemos jugar este juego”. Y vaya si lo hicieron bien. Los hornos japoneses comenzaron a producir macetas con arcilla local de altísima calidad, obteniendo texturas suaves y acabados que siguen siendo la envidia del mundo. Las macetas de Tokoname, por supuesto, se llevaron la corona. Y en próximos artículos, os contaremos en detalle por qué. Maceta para bonsái del maestro de Tokoname Bigei. Colección Laos Garden. Horno escalonado Nobori-gama: el Ferrari de la alfarería Aquí viene el dato técnico para impresionar a tus amigos ceramistas: el horno escalonado Nobori-gama es una maravilla de la ingeniería tradicional. Tiene varias cámaras construidas en pendiente, lo que permite que el calor fluya de forma eficiente entre ellas. Resultado: cocción perfecta, sin necesidad de microondas ni botón de «pizza». Y aunque parezca una tecnología ancestral, todavía hay ejemplos que se conservan —y en algunos casos, ¡hasta se han reconvertido en restaurantes! Porque si vas a servir ramen, ¿qué mejor que hacerlo dentro de una antigua cámara de cocción? Chimenea de un horno modesto y horno escalonado Nobori-gama. Los Do-Gama y Ana-Gama: pequeños hornos, grandes obras Pero si hablamos de macetas de bonsái top, muchas nacieron en hornos mucho más humildes, conocidos como Do-Gama. Eran pequeños, de adobe, casi caseros… pero lo que cocían dentro era oro en forma de barro. Las piezas salían con alma. Y vaya si se nota. Los Ana-Gama (穴窯)  Los hornos anagama ocupan un lugar intermedio entre los monumentales noborigama —de espíritu preindustrial e industrial— y los más modestos dogama, propios de la producción artesanal. El anagama consiste en una única cámara inclinada por la que el fuego recorre un trayecto incierto, generando depósitos naturales de ceniza y

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Portada Shuuhou Laos Garden

Pasión por la cerámica XXVI. La transición entre dos mundos: Yoshimura Shuuhou de Yoshimura Toen.

Pasión por la cerámica XXVI. La transición entre dos mundos: Yoshimura Shuuhou del horno Yoshimura Toen. Susumu Kataoka, conocido en el ámbito artístico como Shuuhou, representa la cuarta generación al frente del histórico horno de cerámica de su familia en Tokoname, como ya sabemos, una de las seis antiguas ciudades alfareras de Japón. Su nombre, vinculado ya de forma inseparable a la tradición cerámica de la región, es sinónimo de excelencia y continuidad. Con rigor heredado y una sensibilidad cultivada con los años, Kataoka encarna la segunda generación de su linaje dedicada casi por completo a la creación de cerámica para bonsái, una disciplina que exige no solo maestría técnica, sino una comprensión profunda del equilibrio, el vacío y la forma como lenguajes del alma. Su trayectoria y pericia le valieron el reconocimiento oficial del gobierno nipón, que le otorgó el certificado de maestro artesano, distinción reservada únicamente a aquellos cuya obra no solo preserva la tradición, sino que la proyecta hacia el futuro con dignidad y autenticidad. Susumu Kataoka (Shuuhou) junto a alguno de sus sellos y firmas más empleados. Susumu Kataoka vino al mundo en 1941, cuando la humanidad, aún convaleciente de una tragedia, avanzaba a tientas hacia otra aún más devastadora. Su infancia coincidió con los años más oscuros de la historia contemporánea de Japón: la Segunda Guerra Mundial, una contienda particularmente cruel y despiadada para su país, que acabó reducido a cenizas físicas y morales. Desde muy temprana edad, Susumu se vio obligado a enfrentarse a realidades que ningún niño debería conocer: el estruendo de los bombardeos, el hambre prolongada, la humillación de la derrota y la precariedad de una posguerra que no ofrecía consuelo ni esperanzas inmediatas. Sin embargo, guiado por la figura firme y ejemplar de su padre, Kataoka Yoshimura —un hombre austero, digno y profundamente arraigado a los valores tradicionales—, Susumu logró sortear aquellos años de privaciones y desesperanza. Fue al lado de él que aprendió, no sólo a sobrevivir, sino a asumir responsabilidades de adulto cuando apenas había dejado atrás la niñez. A una edad muy temprana él ya se había hecho cargo del horno familiar. En torno a ese fuego —modesto pero constante— comenzó a reconstruir no sólo su vida, sino también un fragmento del Japón que resistía a desaparecer. Con esfuerzo, voluntad y un sentido innato del deber, Susumu encarnó una forma de heroísmo silencioso: el del hombre que no se resigna, que no se doblega, y que reconstruye a partir de las ruinas, ladrillo a ladrillo, maceta a maceta. El estilo de sus macetas: una manifestación de lo auténtico. Susumu Kataoka goza de un reconocimiento internacional indiscutible por la excelencia técnica y la sutileza estética de sus piezas esmaltadas, las cuales constituyen el núcleo más visible y celebrado de su producción artística. Sin embargo, dentro de su corpus creativo existen obras no esmaltadas que, por su extrema rareza y limitada circulación en el mercado, adquieren un carácter casi de coleccionista. Estas piezas, desprovistas de cualquier revestimiento superficial, permiten apreciar con mayor claridad la pureza formal, el rigor constructivo y la intención expresiva del autor en estado esencial.  Maceta para bonsái ovalada sin esmaltar por el maestro Yoshimura Shuuhou. Las pastas empleadas en estas piezas son grisáceas, tras la cocción adquieren gran dureza. Reciben el nombre de «Haiiro no doro» o barro gris. (SHOUWA-DEI). El acabado es rugoso o ARA-DEI.  Medidas: 34,5 x 27,8 x 11,8 cm. Colección Laos Garden.  Si deseas profundizar en las características de estas arcillas y los distintos formatos de maceta, te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) Algo más frecuentes son estas piezas igualmente sin esmaltar estilo nanban. De pastas rugosas oscuras y gruesos desgrasantes, esas obras son muy buscadas últimamente para coníferas es estilo literati o bunjin. Medidas: 38,5 x 4,3 cm Yoshimura Shuuhou. Colección Laos Garden.  Llegó a realizar piezas de más de 80 cm de largo, sin embargo, dentro del catálogo del maestro resulta particularmente complicado encontrar macetas de pequeño tamaño, ya que la mayoría de las obras que se cultivan y comercializan corresponden a tamaños como el chumono y el omono, los cuales son mucho más habituales. Estas dimensiones, de mayor envergadura, han eclipsado a las piezas de menor formato, convirtiéndolas en una rareza dentro del mercado especializado y como he apuntado, objeto de deseo de los coleccionistas.  Pequeña maceta de Yoshimura Shuuhou sin esmaltar. Con forma de tambor, labio abierto y botonado en base y labio.  Medidas: 8,8 x 3,5 cm. Colección Laos Garden. Para saber más sobre los tamaños en las macetas de bonsái.  Esmaltes: La evolución palpable en una estirpe de ceramistas. Durante los años en que cursaba mis estudios en la UAM, tuve la fortuna de poder optar por algunas asignaturas de libre configuración. La mayoría de ellas estaban orientadas hacia la arqueología, campo en el que decidí especializarme, pues tenía bien claro el rumbo profesional al que quería encaminarme. Sin embargo, para equilibrar la «densidad» de tanta historia y arqueología, elegí, en algunos momentos, asignaturas relacionadas con el arte. Una de las que más aprecié se centraba en la pintura decimonónica, o pintura del siglo XIX, disciplina que me permitió explorar una faceta distinta, pero igualmente enriquecedora, de la expresión humana a través del tiempo. Gracias a esta asignatura, tuve la oportunidad de apreciar la evolución que transcurre entre la pintura del neoclasicismo, caracterizada por sus formas puras y austeras, claramente influenciadas por la escultura grecorromana, y el romanticismo del siglo XIX, un movimiento que pone énfasis en la espiritualidad, la imaginación, la fantasía y el sentimiento. En este periodo, la pintura se desvincula de la razón estricta y abraza lo irracional, lo onírico y lo misterioso, lo que se traduce en una fascinación por el ocultismo, la locura y el sueño. Este enfoque, a su vez, prepara el terreno para las corrientes posteriores, como el realismo, que se

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Pasión por la cerámica XXV. El origen de Yoshimura Toen. Kataoka Yoshimura.

Pasión por la cerámica XXV. El origen del horno Yoshimura Toen. Kataoka Yoshimura. Empezamos este recorrido en el artículo anterior, junto a Hidemi Kataoka. Hoy seguimos adelante, mirando al pasado mientras caminamos desde el presente, para descubrir el origen de este horno legendario de Tokoname. Un lugar donde el barro y la historia se mezclan con la perseverancia de quienes, siglos atrás, aprendieron a dominar el fuego y el tiempo para dar vida a la cerámica. Porque aquí nada se da por hecho: todo se gana con las manos, entre cenizas y humo, con la paciencia de quienes saben que el barro —como la memoria— solo se deja moldear por aquellos que entienden su carácter. Yoshimura Kataoka. Fue en 1923, bajo el reinado de Taishō, cuando echaron a andar aquellos hornos con el nombre de Shuuhou. No fue hasta 1952 cuando adoptaron el título definitivo de Kataoka Toen.  Dos generaciones moldearon arcilla y firmaron sus piezas como Shuuhou, hasta que llegó el momento de virar el rumbo. La fábrica, con la paciencia de quien sabe que el tiempo es solo otra herramienta, se dedicó en cuerpo y alma a la cerámica para bonsái. Desde entonces, sus obras llevaron otro nombre: Yoshimura. Tres generaciones después, como vimos, esa firma sigue ahí, en cada pieza, como testimonio de que la historia. Yoshimura Kataoka—cuyo verdadero nombre es Kataoka Shin—tuvo que vivir su infancia cuando Japón, en el periodo de entreguerras, afinaba el filo de su acero y marcaba con ambición los mapas del Pacífico. Se sabía destinado a la grandeza, o al menos así lo creían sus generales y almirantes, que veían en el continente asiático un tablero donde desplegar su poder. No era ya la isla ensimismada de siglos pasados, sino un imperio con hambre de expansión, con la mirada fija en China y el sudeste asiático, y con una flota que desafiaba al mismísimo Leviatán norteamericano. Una de las escasas imágenes que se conservan de Kataoka Yoshimura en una revista especializada japonesa publicada por Yukiko Kasai.  Viniendo de una estirpe de ceramistas, siendo la tercera generación, entra en escena como el primer eslabón de una cadena que, en su casa, decidió entregarse casi por completo a la cerámica para bonsái. Un arte que, en Tokoname, pesa tanto como cualquier otro utensilio de los que han dado forma, sustancia y alma a la vida en Japón, pero que en aquella época aún era una apuesta incierta. Se le conoce con el título de «Maestro artesano», aunque su nombre no aparece en la célebre lista de ceramistas de Tokoname. Tal vez un olvido. Tal vez, cuando se redactó el consabido inventario, su hijo, Yoshimura Shuuhou, ya sostenía con firmeza el estandarte del horno familiar, sin necesidad de que nadie le hiciera un hueco en los registros. De hecho, en lasescasas ocasiones que he tenido la suerte de toparme con una obra de Yoshimura Kataoka a la venta, esta estaba atribuida a su hijo, Yoshimura Shuuhou. Como si el anciano jamás hubiera existido, como si el mérito no le perteneciera. Cosas del tiempo y la memoria. En 1960 su hijo comienza a trabajar junto a él en el taller de su familia, un lugar reducido muy cercano al famoso gran horno de Yamaaki. Para saber sobre los hornos Yamaaki: 1ª generación Akiji Kataoka, 2ª generación Sadamitsu y 3ª generación Kataoka Toshio. Macetas eternas Un claro ejemplo de la elegancia y maestría del maestro Kataoka se admira perfectamente en cada detalle de esta preciosa maceta ovalada sin esmaltar. Colección Laos Garden.  Hace ya bastantes años, antes de conocerle en persona, me atreví a ponerme en contacto con Hidemi Kataoka. Le envié unas fotos de las macetas que habíamos podido recopilar de su padre y su abuelo, convencido de que aquel gesto, por insignificante que pareciera, podría interesarle. Su respuesta no tardó en llegar. Quedó gratamente sorprendido por el hecho de que yo atesorase más macetas de su abuelo que él mismo.  Otra maceta sin esmaltar, de similar color y textura a la anterior pero donde se muestra una de las decoraciones en relieve marca de la casa. Colección Laos Garden. Y así fue, con el paso de los años, aquellas macetas, que al principio parecían simples recuerdos de un tiempo lejano, se han ido quedando conmigo. Hoy, muchas de ellas siguen adornando mis estanterías, se han vuelto parte de mis preferidas, esas que no se olvidan, esas que, de alguna manera, llevan consigo un pedazo de historia ajena, una conexión casi intangible que va más allá de lo que cualquier objeto pueda representar. Otro diseño típico de Kataoka Shin, un estilo conocido como «comido por gusanos» (worms eaten). Colección Laos Garden. Medidas: 32 x 23 x 6,2 cm. Como hemos visto, lo de los nombres de este horno es un despropósito: en 1973 lo rebautizan otra vez, antes se llamaba Kataoka Toen, pero deciden que ahora será Yoshimura Toen. Que nadie se acostumbre, porque en 1974 vuelven a la carga y lo renombran Yoshimura Shuuhou, que es como ha llegado hasta hoy, aunque es frecuente encontrarlo como Tokoname Shuuhou. Llámese como se quiera, que a estas alturas poco importa, lo que está claro, y a las pruebas me remito, es que de este horno salieron macetas que hoy son codiciadas como joyas por bonsaístas de postín y coleccionistas de medio mundo. Piezas con solera, con pedigrí, con ese no sé qué que distingue lo corriente de lo extraordinario. Ya hemos hablado de las pastas, que no son otra cosa que historia cocida de Tokoname, moldeada con siglos de maña y oficio. Ahora toca detenerse en los esmaltes, esos tonos y texturas que, durante décadas, han sido objeto de admiración y deseo entre quienes saben de esto. Porque no hablamos de cualquier barniz de medio pelo, sino de acabados que han marcado época, que han dado carácter y alma a las mejores macetas del mundo del bonsái y que se han intentado imitar y reproducir una y mil veces.  Quizá el ejemplo más característico de los

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Hidemi Kataoka LaosGarden

Pasión por la cerámica XXIV. Hidemi Kataoka de Yoshimura Toen.

Pasión por la cerámica XXIV. Hidemi Kataoka de Yoshimura Toen. En artículos anteriores hablamos del horno Koyo Toen, acaso uno de los más célebres y respetados de Tokoname. Forjado a base de arcilla, fuego y maestría, este taller cerámico tuvo en su día un timonel excepcional: el maestro Aiba Kouichirou, hombre de manos curtidas y espíritu inquebrantable, que hizo de su arte una leyenda antes de morir. Hoy, el destino del taller recae en su viuda, Aiba Kouso, y en su hijo, a quien todos conocen como Juko, Aiba Kuniaki. Juko, sin renegar del peso de su linaje, supo tejer lazos de camaradería con otros herederos del oficio. Junto a él, dos nombres resuenan con la misma fuerza en los hornos de Tokoname: Shimizu Hideaki, mejor conocido como Eimei, quien maneja con mano firme el taller Youzan Toen, y el hombre que hoy nos ocupa, Hidemi Kataoka, quien, tras la muerte de su padre, Yoshimura Kataoka, tomó el timón del prestigioso horno Yoshimura Toen, conocido en Europa como Shuuhou. Juko de Koyo Toen (izquierda), Eimei de Youzan Toen (centro) e Hidemi Kataoka de Yoshimura Toen (derecha). En alguna ocasión se han referido a ellos como “The Big Three” (Los tres grandes), crecieron juntos, compartieron infancia, aprendieron el oficio entre risas y silencios de arcilla y esmalte. No han trabajado bajo el mismo techo, cierto es, pero sus caminos han transcurrido en paralelo, con la misma devoción por la cerámica que heredaron. Sus hornos son distintos, sus estilos también, pero la complicidad entre ellos trasciende lo meramente artesanal. Son un trípode, un pacto no escrito entre artistas que, si bien producen cada uno en su propio feudo, han exhibido juntos en las galerías de Tokoname. Y eso, en un mundo donde la tradición y la competencia se entrelazan como las vetas de un antiguo esmalte namako, dice mucho más de ellos que cualquier título o reconocimiento. Junto a Koho de Kakuzan Toen e Hidemi Kataoka, en una exposición en Bélgica (derecha o arriba) y junto a Hidemi Kataoka en su taller, en Tokoname (izquierda o abajo). A veces, la tradición es un pesado fardo que se arrastra sin remedio. Otras, como en el caso de Hidemi Kataoka, es un hilo que une generaciones, que pasa de mano en mano como un cuchillo bien afilado, como un secreto transmitido al oído en la penumbra de un taller. Su historia no es la de un hombre, sino la de una dinastía de alfareros que desde 1923 han sabido domar el fuego y la arcilla, doblegarla hasta convertirla en algo hermoso y útil. La familia Kataoka no es una clan cualquiera. Son los guardianes de una llama, los herederos de un nombre que se repite como un eco en los hornos de Tokoname: Shuuhou. Nacido en 1967, Hidemi es la quinta generación de su linaje y el tercero en dedicarse en exclusiva a la cerámica para bonsái. Su padre, Susumu Kataoka, y su abuelo, Yoshimura Kataoka, ya modelaban cerámica para bonsáis cuando él aún no había llegado al mundo. Creció entre el polvo de arcilla, entre las sombras alargadas de los hornos encendidos al atardecer, entre el sonido del torno girando y el olor a óxidos, engobes y esmaltes. Aprendió a moldear la tierra con la paciencia de quien sabe que la artesanía no admite prisas. No empezó a trabajar como alfarero hasta 1992, y no fue hasta 2005 cuando recibió el título de «artesano tradicional«, una distinción que en Japón no se otorga a la ligera. Su trabajo sin tregua le ha granjeado premios y parabienes, aunque Hidemi se muestra humilde y deja que su obra presuma por él. Distinciones, premios y galardones:  1992 Completó el programa de capacitación en el Centro Tecnológico de Cerámica de la Prefectura de Aichi. 2002 Director General de la Oficina de Industrias de Fabricación, Premio del Ministerio de Economía, Comercio e Industria 2003 Recibió el premio Tokoname City. 2005 Certificado «Maestro del Artesano Tradicional». 2011 Recibió el premio de artesanía excelente para los oficios tradicionales y la industria en la prefectura de Aichi, en el Concurso de Artesanía Tradicional de Japón. Premio a la Exposición Japonesa de Artesanos Tradicionales. Tokai Exposición de Artesanías Tradicionales. Tokoname cerámica promoción exposición. Premio de alfarería Premio de vajilla.Tokoname cerámica Exposición. Premio Choosho Tokoname Togyoten Encouragement Usa distintas pastas cerámicas en sus obras, aunque predominan las refractarias claras de alta temperatura. Sus macetas son algo más gruesas y pesadas que las de su padre y abuelo. Si deseas profundizar en las características de estas arcillas y los distintos formatos de maceta, te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) La cerámica en el horno Yoshimura Shuuhou no es cosa de improvisados, pero aquí se trabaja con fuego y arcilla. La tradición dicta que cada pieza es un enigma hasta que sale del horno, y eso lo sabe bien Hidemi. Él, que ha pasado años con las manos en el barro, entiende que los esmaltes son caprichosos, que nunca se puede dar por sentado el color que se obtendrá. No hay certezas, solo espera. Hasta el último instante, hasta que la pieza emerge, marcada por el azar del fuego. Llamativa maceta para bonsái en tamaño shohin, fabricada a mano por Hidemi kataoka. Esmaltada en amarillo, (kii). Colección Laos Garden. Para saber más sobre los tamaños en las macetas de bonsái. Su oficio es el de las macetas de bonsái, pero no se limita a ellas. Hace también vajillas, jarrones, lo que se le ponga por delante. Y no con un único método, porque la alfarería, cuando es de verdad, no admite atajos. Usa las manos, los moldes, el torno. Lo que haga falta. Moldes, horno listo para cocer y piezas terminadas en el taller de Hidemi. Tokoname 2017. Además de los namako con base en azul, Hidemi ha experimentado con un buen número de esmaltes jaspeados

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Llegó la hora de la cochinilla

Llegó la hora de la cochinilla. Las cochinillas, esas diminutas «chupa-savias» que infestan nuestros bonsáis, son una de las plagas más frecuentes en este arte milenario. Se esconden con maestría entre las agujas de los pinos o se camuflan como rugosidades en la corteza del árbol, pasando desapercibidas ante ojos inexpertos. Algunas presentan formas curiosas, semejantes a la concha de un mejillón en miniatura, y al observarlas, uno duda si están vivas o muertas. Pertenecientes al extenso orden de los hemípteros, junto con pulgones y ciertas moscas blancas, la familia de las cochinillas (Coccoidea) abarca una multitud de especies. Por su modo de alimentación y reproducción, causan estragos en cultivos agrícolas y forestales, afectando también, potencialmente, a nuestros preciados bonsáis. Cochinilla de especie Icerya. Saissetia oleae o cochinilla del olivo. Estos pequeños invasores que se despliegan por el mundo entero, son una plaga silenciosa y persistente. Sus hembras, protegidas por escudetes y caparazones, dejan rastros visibles durante todo el año, especialmente en rincones resguardados de la lluvia y el viento. En el arte del bonsái, estas criaturas encuentran un paraíso particular, sobre todo en aquellos árboles cuya densa copa impide la adecuada circulación del aire. Es en esos refugios sombríos donde las cochinillas prosperan, convirtiendo el interior de la copa en un hábitat ideal para diversas especies. Estas plagas, aunque diminutas, representan una amenaza constante para la salud y estética de los bonsáis, requiriendo vigilancia y cuidado por parte de los cultivadores. Leucaspis sobre agujas de pino. En coníferas de escama como algunos tipos de juniperos se pueden confundir con un efecto fisiológico de estas plantas. Especies más frecuentes que amenazan nuestros bonsáis. Las cochinillas se presentan como minúsculos actores, generalmente de menos de 3 milímetros. Estas criaturas exhiben un marcado dimorfismo sexual que dificulta asociar al macho con la hembra de una misma especie. Las hembras, responsables de los daños en las plantas, poseen un caparazón aplanado resultado de la fusión de cabeza, tórax y abdomen. Se alimentan succionando la savia mediante estiletes largos que esconden en una bolsa llamada crumena. Algunas especies, conocidas como cochinillas algodonosas, segregan filamentos y ceras a través de glándulas. Los machos, alargados y con un par de alas y antenas, carecen de aparato bucal funcional y su función es exclusivamente reproductora. En una población de cochinillas, los machos son escasos y difíciles de encontrar. A continuación listamos las especies más frecuentes: Chrysomphalus sp. (piojo rojo). Icerya purchasi (cochinilla acanalada). Lepidosaphes juniperi (cochinilla del enebro). Leucapsis pini (cochinilla del pino). Planococcus citri (cochinilla algodonosa). Saissetia oleae (cochinilla negra del olivo). Cochinilla algodonosa, Planococcus ssp. ¿Qué síntomas podemos apreciar en un bonsái con cochinilla? Las cochinillas dejan tras de sí señales inconfundibles para el ojo atento. Sus caparazones y escudetes, aunque vacíos, delatan su presencia pasada, adheridos tenazmente a hojas y ramas, recordándonos que allí establecieron su morada. A diferencia de los pulgones, que muestran preferencia por las hojas jóvenes y tiernas, las cochinillas no discriminan: colonizan tanto hojas nuevas como viejas, e incluso se aventuran sobre coníferas de aguja o escama. Su actividad provoca la aparición de pequeñas manchas amarillas en las zonas donde se han asentado, ya sea en el haz o en el envés de las hojas. En el caso de las cochinillas algodonosas, las masas de individuos y los filamentos blanquecinos que producen son perfectamente visibles.  Las consecuencias para los bonsáis son el debilitamiento general.   ¿Qué podemos hacer? Como prevenir y combatir a las cochinillas. Tras la infestación de cochinilla llegan los efectos secundarios en forma de fumaginas y negrillas. Sobre todo en los lugares sombríos donde las hojas están más tupidas y hay menos circulación de aire. No es solo el daño inmediato lo que nos debe preocupar, sino las consecuencias insidiosas que se esconden tras cada picadura. Esas diminutas perforaciones, abiertas por los estiletes de los insectos, se convierten en puertas por las que la savia se escapa, dejando tras de sí rastros dulzones, melazas que, como miel envenenada, atraen a una legión de oportunistas: bacterias y hongos que encuentran en ellas el caldo perfecto para su proliferación. Su presencia se delata por el característico polvillo negro que cubre la superficie de las hojas, una capa de micelio y esporas que impide que la luz alcance el haz foliar. Este oscurecimiento no solo afecta la fotosíntesis, sino que también desfigura la estética de nuestras plantas Negrillas, fumaginas, negreo u hollín son algunos de estos hongos que pertenecen a géneros como Alternaria, Capnodium, Cladosporium. Las hojas, antes verdes y lozanas, se deforman y desarrollan agallas, señales inequívocas del daño infligido por ciertas especies de cochinillas. Estos insectos, al succionar la savia, debilitan la planta y la hacen más susceptible a otras enfermedades. Además, la melaza que secretan atrae a las hormigas, que ascienden por las ramas en busca de este dulce néctar, estableciendo una relación simbiótica que agrava aún más la situación, aunque este caso es más frecuente cuando la plaga es de pulgones.  Cada familia de cochinillas despliega estrategias de supervivencia dignas de la ciencia ficción. Las hembras de los diaspídidos, por ejemplo, erigen un escudo propio bajo el cual resguardan su puesta, una fortaleza que cuesta traspasar con los insecticidas más empleados. Por otro lado, las cóccidos utilizan su propio caparazón como baluarte, convirtiéndose en centinelas de su progenie. Y no olvidemos a las cochinillas algodonosas, de la familia Pseudocóccidos, que envuelven a su descendencia en una maraña de filamentos y ceras, creando un refugio tan etéreo como efectivo. La batalla contra los diaspídidos presenta sus propias complejidades. A menudo, nos encontramos ante la disyuntiva de si la cochinilla está viva o ha sucumbido. Si al intentar desprender el caparazón este cede con facilidad, exhibe una textura reseca y se fragmenta sin resistencia, podemos concluir que la cochinilla ha encontrado su fin. Sin embargo, su legado persiste, y la vigilancia constante se erige como nuestra mejor aliada en esta contienda silenciosa. En caso contrario, si el caparazón se desprende pero presenta un aspecto húmedo, la cochinilla está viva

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Pasión por la cerámica XXIII. Seizan, Makoto y Mitsue.

Pasión por la cerámica XXIII. Makoto y Mitsue del horno Seizan. Kataoka Makoto. Tuvimos oportunidad de mostrar como se encontraba Japón a finales del siglo XIX. En este contexto un hombre llamado Kataoka Makoto decidió continuar con la tradición familiar. Corría el año 1889 cuando, con la determinación propia sus antepasados, fundó el horno Seizan. No era una empresa sencilla; aspiraba a recrear con precisión las legendarias macetas Kowatari, tesoros ceramicos provenientes de China que habían resistido siglos de historia. Para desentrañar los secretos de estas piezas, Makoto no dudó en embarcarse en un arduo viaje de aprendizaje en tierras chinas, sumergiéndose durante años en técnicas milenarias y, al mismo tiempo, dando vida a sus propias creaciones. Hoy, el legado de Makoto pervive bajo la atenta mirada de su hijo, Katsushi Kataoka, conocido en el mundo de la cerámica como Reiho. Este nombre artístico, sin embargo, ha generado cierta confusión, pues existe otro horno en Tokoname llamado Reiho, dirigido por Matsushita Hiroyuki. No obstante, el Reiho de Katsushi ha sabido forjar su propio camino, manteniendo viva la tradición y el espíritu innovador heredados de su padre. Kataoka Makoto, fundador de Seizan. Nacido en 1927 en el seno de una familia dedicada a la cerámica. Desde su más tierna infancia, el barro y el torno fueron compañeros inseparables, moldeando no solo piezas de singular belleza, sino también su destino. Fue en 1948 cuando, con apenas veintiún años, tomó las riendas del negocio familiar, infundiendo en cada creación la pasión y el saber ancestral transmitido por generaciones. La ciudad de Tokoname, cuna de una tradición ceramista milenaria, fue testigo de su incansable dedicación y maestría. No es de extrañar que, en 1979, su talento y compromiso fueran reconocidos oficialmente al ser nombrado artesano tradicional de Tokoname, un honor reservado para aquellos que encarnan la excelencia y preservan con devoción las técnicas heredadas de sus ancestros. El taller y horno Seizan en Tokoname En las entrañas del horno Seizan, las manos expertas de estos artesanos moldean arcillas que, al calor del fuego, se transforman en obras maestras. Cada maceta es testimonio de una dedicación inquebrantable y de un respeto profundo por las técnicas ancestrales, adaptadas con maestría a los tiempos modernos. Así, el legado de los Kataoka continúa, entrelazando pasado y presente en cada pieza que emerge de su horno. Detalle moldes Seizan Detalle taller Seizan Detalle horno Seizan Los viejos y sencillos modelos de Kataoka Makoto se siguen reproduciendo hoy en día a través de sus originales moldes de escayola, con igual o mayor existo que en el periodo dorado de Tokoname. No es de extrañar puesto que Makoto buscó siempre la perfección en sus obras. A través de la investigación de los antiguos patrones chinos y perfeccionando las técnicas de modelado creo sus propios patrones para los que buscó incesantemente asesoramiento para crear las macetas perfectas. Entre los ilustres maestros de bonsái a los que consultó cabe destacar a Saichi Suzuki, el legendario cultivador de pinos negros y cabeza visible del vivero Daiju-En.  Entre los insignes amigos de Makoto, maestros del bonsái, destaca la figura de Saichi Suzuki, legendario cultivador de pinos negros y fundador del vivero Daiju-en. Este pionero no solo perfeccionó las técnicas de decandling, esenciales para el cultivo de pinos negros japoneses, sino que también introdujo la variedad ‘Zuisho’ de pino blanco japonés, revolucionando el arte del bonsái. Su legado perdura, con su nieto Toru Suzuki continuando la tradición familiar en Daiju-en, un santuario para los entusiastas del bonsái de todo el mundo. Saichi Suzuki Como comentamos en el anterior artículo dedicado a Seizan Toen (誠山), emplean pastas generalmente grisáceas (Hairo no doro), negras o de color del gallo (U-dei) o púrpuras (Shi-dei), que adquieren, como otros maestros de la zona, en la Cooperativa de Tokoname.  Para saber más sobre las pastas empleadas en las macetas de bonsái:  Pastas cerámicas en las macetas de bonsái I. Tipos de pastas. Pastas rojizas.  Pastas negruzcas y grisáceas.  En la fotografía, el señor Tanaka de Atelier Tokoname Clay, quien lleva décadas suministrando barro a los alfareros de Tokoname.  La maestría de su obra Diferentes modelos de macetas en pastas grisáceas de Kataoka Makoto y detalles de las mismas. Colección Laos Garden.  Ejemplo de maceta en pasta rojiza de Kataoka Makoto. Medidas: 58,5 x 45 x 17,2 cm. Colección Laos Garden.  Una maceta rojiza con textura de piel de pera (Rihi-Shudei o Nashikawa-Shudei). Se usan desgrasantes, como lo denominamos en arqueología, o chamota, en alfarería. Se trata de arcilla horneada y machacada hasta convertirse en pequeños granos que se mezclan con la arcilla modelable para conseguir este efecto. Se emplean colores distintos entre granos y arcilla para conseguir un mayor contraste de color y realzar el efecto. Kataoka Makoto. Medidas: 40,8 x 29,2 x 10,5 cm. Colección Laos Garden.  A la izquierda o arriba tenemos un tambor (taiko) esmaltado en azul por Kataoka katsushi, un modelo empleado por su padre Kataoka Makoto. Colección Laos Garden. A la derecha o abajo detalle de un antiguo tambor en la publicación «Bijutsu Bonki: Meihon Taisei» Mitsue Kataoka. Con Mitsue kataoka y Kataoka katsushi en Seizan Toen. Mitsue Kataoka Más allá de las figuras masculinas que han llevado el estandarte de Seizan, emerge una presencia femenina cuya influencia es innegable: Kataoka Mitsue. Esposa de Katsushi Kataoka, Mitsue no es simplemente una acompañante en este viaje artístico. Con su propio sello distintivo, ha impregnado al horno Seizan de una creatividad audaz y fresca, desafiando las convenciones establecidas por sus predecesores. Mientras las creaciones de su marido y su suegro se caracterizan por una formalidad clásica, las macetas de Mitsue destacan por su originalidad y atrevimiento, ofreciendo al mundo del bonsái piezas que son tanto funcionales como obras de arte en sí mismas. Curiosa maceta en forma de abanico con decoración incisa por Mitsue kataoka. Medidas: 19 x 8 x 6,6 cm. Colección Laos Garden.  Otro ejemplo de la originalidad y versatilidad de la obra de Mitsue. Medidas: 17 x 10,1 x 10,7 cm. Colección Laos Garden.  La

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Pasión por la cerámica XXII. Seizan, Kataoka Katsushi.

Pasión por la cerámica XXII. Seizan, Reiho. Antigua foto de Kataoka Katsushi y alguno de sus sellos más representativos. Empezamos un par de artículos dedicados al horno Seizan Toen. (誠山). En esta afamada casa de Tokoname, que forma parte de la historia viva de la alfarería de la región, han trabajado varios ceramistas: Kataoka Makoto, padre de Kataoka Katsushi y responsanble de la trasmisión de los conocimientos y la tradición alfarera de la que hace gala el horno. Mitsue Kataoka, mujer de Reiho y el alma e inspiración de las macetas mame y de acento. Y finalmente el propio Kataoka Katsushi (片岡勝資), cuarta generación alfarera de su familia, conocido por su nombre artístico Reiho o Reihou (黎鳳), autor en el que nos centramos hoy y en quien recae el peso de dirigir este mítico horno fundado por su padre en 1889.  Entrada del horno. Cartel de Seizan Toen. Reiho Su nombre artístico, Reiho, no debe ser confundido con el horno, también de Tokoname, Reiho de Matsushita Hiroyuki, conocido artísticamente como Bonsái. Kataoka Katsushi nació en 1952.  Desde niño se interesó por la cerámica y aprendió observando a su padre. Estudió en el curso especial de la escuela secundaria de Tokoname, donde estuvo como aprendiz esmaltado con tecnologías de laboratoriotraídas de Seto. (Industria Nagoya).    Peculiar e inusual maceta de dimensiones de corte Kowatari. Medidas: 61 x 38,5 x 18 cm. Colección Laos Garden.  El estilo elegante y la maestría de la técnica de Kataoka se hace evidente en cada obra de Reiho. Produce macetas de corte clásico y sencillo, sin florituras innecesarias, casi siempre muy proporcionadas. Una clara excepción es la mostrada en el ejemplo anterior.  El equilibrio y simetría de las piezas es técnicamente perfecto y las proporciones entre el largo, ancho y profundidad de las macetas hacen que estas tengan una gran usabilidad para todas las especies y estilos de bonsái. Destacan sus macetas planas para arces.    Macetas planas para arces de Reiho en diferentes tamaños, formas y colores.  Colección Laos Garden. Emplea pastas generalmente grisáceas o púrpuras que adquiere, como otros maestros de la zona, en la Cooperativa de Tokoname. Trataremos más a fondo las pastas empleadas por este horno en el artículo dedicado a Makoto y Mitsue. Pese a su juventud también fue reconocido como maestro artesano. (Para saber más sobre esta condecoración haga clic en el enlace). Los esmaltes del horno Seizan. Esmaltes Maceta esmaltada preparada para cocer. Cubetas de esmaltes en Seizan Sus luminosos esmaltes, que han alcanzado reconocimiento a nivel mundial por su riqueza en matices y elegancia, son muy apreciados, tanto por los demás ceramistas de Tokoname, como por los aficionados al bonsái de todo el planeta, que valoran la gran usabilidad de estas piezas para sus árboles.  «Perseguir la funcionalidad como la belleza es un esfuerzo que vale la pena como alfarero”. Katsushi Kataoka. Como sus antepasados indagó verdaderamente en el arte del esmalte, moviéndose entre la manera tradicional para aplicar el esmalte de Seto y Tokoname, dando una nueva visión a la fábrica de su familia. Él da al esmaltado contemporáneo un uniforme gusto con blancos crema y amarillos, empleando materiales que eran importadas de las zonas más tradicionalmente dedicadas a la cerámica de China. Las variedad de verdes y azules completan una amplia paleta de colores.  Maceta esmaltada en blanco o Shiro, hay otra denominación para este tipo de tonos que se tomó de un lugar de China donde se realizaban estos esmaltes. El término es Kochi y se suele emplear para las macetas esmaltadas. Shiro Kochi se emplearía para referirse a estos tonos crema o blanco. Reiho es especialista en reproducir estos esmaltes de origen chino, que como se aprecia en las fotos adquieren preciosas pátinas con el pasar de los años. Colección Laos Garden. Maceta esmaltada en amarillo o «Kii», al igual que el esmalte blanco o «Shiro» son esmaltes de origen chino que no tienen secretos para Reiho. Medidas: 48,8 x 32 x 6,5 cm. Colección Laos Garden. Elegante maceta de Reiho en verde oribe. En la actualidad oribe se refiere a un color concreto de esmalte que se realiza con carbonato de cobre dando estos tonos de color verde brillante y transparente. Colección Laos Garden. Distintos estilos de macetas Reiho esmaltadas en diversas tonalidades de azul, desde las más claras o «kinyo» a las más oscuras o «ruri». Colección Laos Garden. Divertido detalle del taller de Seizan. Con Reiho en Bélgica en 2018. El maestro con uno de sus moldes. Para saber más sobre los esmaltes:  Los esmaltes en las macetas de bonsái. Yamafusa.  Los esmaltes en las macetas de bonsái II. Koyo, Juko. Los esmaltes en las macetas de bonsái III. Koyo, Aiba kouichirou.  Laos Garden Y hasta aquí nuestro artículo de hoy, esperamos que hayáis disfrutado de este viaje a Seizan Reiho y os haya servido para conocer un poco más sobre sus macetas y esmaltes. Os dejamos los enlaces directos a nuestra web, donde podréis echar un vistazo a nuestra colección de éstas cerámicas que combinan a la perfección funcionalidad con una impresionante belleza. MACETAS DE AUTOR Y ANTIGUAS REIHO Síguenos en nuestro blog y redes sociales para no perderte nuestro próximo artículo «Pasión por la cerámica XXIII, donde daremos a conocer la obra de Makoto y Mitsue de Seizan.   FACEBOOK INSTAGRAM LINKEDING BLOG Créditos: Fotos Japón: Antonio Richardo. Técnicas del Bonsái. John Yoshio Naka. Tokoname bonsai pots.  Tokoname.jp. Archivo y colección Laos Garden.

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Pasión por la cerámica XXI. El tamaño de las macetas de bonsái.

Pasión por la cerámica XXI. El tamaño de las macetas de bonsái. Los bonsáis, como casi todo en este mundo, pueden ser clasificados de mil maneras. Por especies, claro está: coníferas, caducos y perennes.  También por su tamaño, su estilo, el número de troncos que los sostienen o la cantidad de árboles plantados juntos.  La maceta ha de estar a la altura del inquilino y en la proporción adecuada, es decir, la anchura de la maceta, una vez el bonsái ha completado su fase de diseño, ha de ser aproximadamente 2/3 de la altura del árbol.  Hoy nos ocupamos de la clasificación por tamaños, que va desde lo «microscópico» hasta árboles «gigantes» de más de un metro, porque el término bonsái no siempre significa diminuto. Aunque en la imaginación popular persista la idea de un arbolito de bolsillo, un miniatura de la naturaleza, conviene dejar claro que no hay una medida correcta.  Los intervalos de medidas varían de unos autores a otros, en rojo aparecen las categorías y medidas planteadas por John Yoshio Naka. Keshitsubu o Shito: Es el tamaño más reducido, se denomina tamaño de semilla de amapola. Según John Yoshio Naka: “La semilla se siembra directamente en la maceta para obtener mejores resultados”. Generalmente se considera esta categoría por debajo de los 5 centímetros. Es un tamaño fascinante, pero el cultivo y el modelado es bastante difícil. También se le llama bonsái de bolsillo. Maceta hexagonal con esmalte amarillo de la casa Bunzan de Seto, Japón. Medidas: 2 x 1,8 x 1,3 cm. Colección Laos Garden. Maceta de la República Checa esmaltada en rojo. Medidas: 3 x 3 x 1,9 cm. Colección Laos Garden. Pequeña maceta esmaltada en verde por Shibakatsu, Tokoname. Medidas: 3 x 3 x 2,5 cm. Colección Laos Garden. En Laos Garden tenemos el privilegio de contar con Laura Medina, quien desde hace años crea con pasión estas delicadas joyas en miniatura. Mame: Convencionalmente es un bonsái del tamaño de la palma de la mano entre 5 y 15 centímetros de altura. Naka apunta que deben entran en una mano de tamaño medio 3 ó 4 ejemplares. Al igual que los Ketshisubu son difíciles de cultivar y diseñar. Espectacular maceta sin esmaltar para bonsái. Tallada a mano por el premiado autor Tani Ranzan. Medidas: 9,4 x 7,8 x 3,8 cm. Colección Laos Garden. Pequeña maceta en forma de mokko, esmaltada en verde. Jiang Kobayashi del horno Bokukakai (China). Medidas: 10,6 x 8,8 x 3,3 cm. Colección Laos Garden. Maceta para bonsái procedente de Tokoname de Hisashi Shu Kazumasa. Harumoto. Detalladas patas de nube. Medidas: 7,5 x 2,3 cm. Colección Laos Garden. Fantástico ejemplar de juniperus itoigawa, la variedad más apreciada, con increíble movimiento y ramificación. Tiene un alto de 12 cm. Colección Laos Garden. Shohin: Árboles de menos de 25 centímetros, uno de los tamaños más buscados para los coleccionistas. Esta categoría no la incluye John Naka. Maceta sin esmaltar de Kataoka Katsushi (Reiho), del horno Seizan de Tokoname. Medidas: 12,5 x 11 x 3,8 cm. Colección Laos Garden. Maceta hexagonal esmaltada en azul por Saida Bikou (Tokio) Medidas: 11,7 x 10,3 x 6 cm. Colección Laos Garden. Elegante maceta sin esmaltar creada por Song Jiaron, Yixing (China).. Medidas: 12 x 4,2 cm.. Colección Laos Garden. Increíble ejemplar tamaño shohin de zelkova nire, (20 cm de ancho) estilo multitrionco, de gran vejez y formación muy avanzada. Una verdadera pasada de arbolito. En Laos Garden usamos un bolígrafo para tener una referencia del tamaño que todo el mundo conoce.  Komono: Para Naka esta categoría comprende entre 12 y 18 centímetros. Otros autores unen esta categoría a Katade Mochi o Kotate Mochi y proponen un intervalo entre 15 y 31 centímetros de altura. Maceta de porcelana pintada a mano por Sekizan Kazan. Medidas: 15,5 x 9,7 x 8,5 cm. Colección LaosGarden. Maceta pintada a mano por Satomi, del horno Terahata, en Seto. Medidas: 16 x 12,1 x 4,4 cm. Colección Laos Garden. Elegante maceta sin esmaltar creada por Matsushita Masuo (Zenigo), del horno de Tokoname Izumi-Ya. Medidas: 18,1 x 14,1 x 5,7 cm. Colección Laos Garden. Precioso chaenomeles chojubai de gran vejez y casi listo para exponer en una maceta Houtoku (Japón). Colección Laos Garden. Katade Mochi:  Es el tamaño entre 20 a 40 cm de altura. Hay excepciones, por ejemplo el estilo en roca no entra en esta categoría. Es el tamaño más popular entre los amantes del bonsái. Otro término bastante extendido es Kifu, generalmente se le asignan a esta categoría medidas de entre 26 y 35 cm de alto, aunque varia según las fuentes: 20 – 40 cm ó 21 – 35 cm. Maceta ovalada esmaltada en ocre por Tosui Masao (Seto). Medidas: 23,5 x 15,7 x 3,8 cm. Colección Laos Garden. Maceta coreana esmaltada en azul de la casa Tongrae. Medidas: 24 x 18 x 6,2 cm. Colección Laos Garden. Maceta rectangular con relieve en forma de bambú, del horno Shunhosho de Tokoname. Medidas: 27 x 20,3 x 3 cm Colección Laos Garden. Potente ejemplar de ullastre en una maceta Yokkaichi (Japón), con estupenda ramificación y madera muerta. Colección Laos Garden. Chumono: El tamaño mediano de bonsái, entre 45 y 90 centímetros de altura, recibe este calificativo. Es la medida ideal que un hombre puede manejar sin ayuda. Es el más empleado a la hora de exponer. Otros autores proponen un intervalo entre 30 y 60 centímetros de altura. Maceta para bonsái rectangular con elegantes patas de nube. De la reconocida casa Tazan de Tokoname. Medidas: 40 x 28,2 x 13,2 cm. Colección Laos Garden. Preciosa y antigua maceta para bonsái, con patas de nube. Shigaraki. Medidas: 40 x 29 x 12 cm. Colección Laos Garden. Preciosa maceta para bonsái sin esmaltar. Procedente del horno Yamaaki, Tokoname. Medidas: 35,4 x 11 cm. Colección Laos Garden. Equilibrado ejemplar, estilo bosque, yose-ue en otra maceta Yokkaichi. El ginkgo es una auténtica reliquia viviente, en el registro fósil desde hace 290 millones de años. No debe faltar uno en toda colección de bonsái. Colección Laos Garden. Elegante

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