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Pasión por la cerámica XXXVII. Ikko del horno Shouzan Kaneshou.

Watanabe Kazuhiro (Ikko) Shouzan Kaneshou No sabemos con certeza cómo era el taller cerámico de Shouzan Kaneshou en sus inicios, cuando fue fundado en 1972 por Watanabe Masami. Sin embargo, lo que sí está claro es que, con el paso de los años, la dedicación de su familia —en especial la de su hijo Ikko, acompañado por su madre Fusyu— ha llevado a este horno de Tokoname a alcanzar un nivel de auténtica excelencia.  Ikko y Fusyu La consecuencia natural de este impecable trabajo ha sido el incremento en los precios de la producción de Ikko, un fenómeno especialmente notable en la última década. La calidad, la precisión en los acabados y la reputación alcanzada por sus piezas y esmaltes han elevado su valor en el mercado, convirtiéndolas en objetos cada vez más apreciados tanto por coleccionistas como por aficionados exigentes. En el panorama de la cerámica de Tokoname, podríamos distinguir tres grandes estilos de talleres. Por un lado, los pequeños estudios con hornos reducidos, donde cada pieza se elabora de manera casi íntima y artesanal, como sucede con Shuuhou, Akira Shouzan o Izumi-Ya. En un nivel intermedio encontramos hornos de tamaño medio, como los de Shibakatsu, Koyo o Bigei, que combinan la tradición con una producción algo más amplia. Y, finalmente, están los grandes talleres, donde la producción roza un carácter casi industrial: antaño fue el caso de Yamaaki y hoy lo representan nombres como Kakuzan o, precisamente, el horno que nos ocupa, Shouzan Kaneshou. Watanabe Kazuhiro (Ikko) Su firma original, 一弘, se lee como «Ikkou», nombre con el que finalmente decidió identificarse y firmar su obra como 壱興 (Ikkou). En algunas piezas también puede encontrarse la inscripción 一弘造印, que significa «hecho por Kazuhiro», su nombre real. Watanabe Kazuhiro nació el 13 de noviembre de 1956. Sus primeros estudios los realizó en el departamento de cerámica de la escuela secundaria de Tokoname, donde adquirió conocimientos sobre materias primas, resistencia al calor y técnicas básicas de horneado. Posteriormente, en 1977, se graduó en la escuela secundaria de cerámica de Seto, ampliando su formación en alfarería, modelado de arcilla y elaboración de vasijas. Durante su aprendizaje con su padre se especializó en las técnicas de esmaltado. En 1978 comenzó a producir pequeñas macetas en un horno de gas, y a partir de septiembre de 1981 inició la fabricación de macetas de tamaño medio. Elegante maceta esmaltada en un verde oribe por Ikko. Colección Laos Garden. En la actualidad, se dedica a la elaboración de macetas muy apreciadas y de acabado refinado. La mayoría son esmaltadas y de tamaño shohin, aunque también produce piezas sin esmaltar en tamaño chuhin, además de suiban. Para saber más sobre los tamaños de las macetas de bonsái. Aprendió el oficio de la cerámica sin esmaltar a través de la tradición familiar, especialmente de su padre, quien le transmitió los conocimientos y técnicas fundamentales. Con el tiempo, perfeccionó el método y desarrolló su propio estilo, caracterizado por una mezcla de arcillas que él mismo ha formulado. No son tan habituales, aunque igual de fascinantes, las colaboraciones que Ikko realiza con otros ceramistas o pintores de la región. En esta ocasión nos encontramos con una pieza singular: una maceta creada por Ikko y decorada por el maestro Setsudo Kodou (Kodo), también originario de Tokoname. Sobre su superficie se despliega la figura de un tigre blanco, motivo al que ya dedicamos uno de los primeros artículos del blog. La maceta se presenta cuidadosamente guardada en su kiribako, el tradicional estuche de madera que realza aún más su valor. Dimensiones: 8,2 x 4,8 cm Colección Laos Garden. El legado: La cerámica sin esmaltar Ikko aprendió el oficio en academias pero también junto de su padre, un reconocido maestro en la elaboración de macetas para bonsái sin esmaltar. Esta influencia marcó profundamente su trayectoria, orientando su interés hacia las piezas sin esmaltar y transmitiéndole no solo las técnicas tradicionales, sino también una apreciación por la forma, la proporción y el detalle. Sencilla maceta para bonsái sin esmaltar de Ikko. Medidas: 28,7 x 19 x 5,2 cm. Colección Laos Garden. Sus piezas se distinguen por la limpieza de las líneas, la precisión en los detalles —especialmente en las esquinas y patas— y un acabado final que resalta la calidad del trabajo sin necesidad de esmaltado. Esta combinación de técnica, estética y autenticidad le ha permitido satisfacer a una clientela exigente, consolidando su lugar en el ámbito de la cerámica artesanal. La riqueza tonal de las arcillas utilizadas por Masami e Ikko abarca una amplia gama, desde suaves grises hasta intensos rojizos. Esta variedad en las pastas cerámicas se traduce en matices sutiles que enriquecen cada pieza, especialmente en obras sin esmaltar, donde la materia prima cobra un protagonismo esencial. A continuación, presentamos una cuidada selección de macetas creadas por el reconocido taller Shouzan Kaneshou. Cada una de estas piezas, perteneciente a la colección Laos Garden, destaca por la excelencia de sus acabados y por el uso de diferentes tipos de pastas cerámicas, trabajadas con maestría y sin recurrir al esmalte. Un testimonio del saber hacer tradicional y del refinamiento estético que define a estos ceramistas. Si deseas profundizar en las características de estas arcillas y los distintos formatos de maceta, te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) La innovación: La cerámica esmaltada. Aunque sus primeros pasos en la cerámica estuvieron ligados al taller familiar, fue al asumir la dirección del negocio cuando tomó una decisión que marcaría su camino: centrarse en la creación de macetas esmaltadas, principalmente de pequeño formato. Esta elección, lejos de seguir la tradición estricta, lo llevó a explorar nuevas posibilidades técnicas de manera completamente autodidacta. Su técnica de esmaltado es verdaderamente notable. Domina tanto los acabados en un solo color —con superficies limpias, profundas y de gran uniformidad— como las combinaciones más complejas. Entre ellas destaca su esmalte Oribe: un

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Pasión por la cerámica XXXVII. Watanabe Masami del horno Shouzan Kaneshou.

Pasión por la cerámica XXXVII. Watanabe Masami y Fusyu del horno Shouzan Kaneshou. El horno Shouzan (正山), también conocido como Shozan o Shouzan Kaneshou (渡辺正山), fue fundado en 1972 por Watanabe Masami, considerado uno de los ceramistas de bonsái más destacados de su época, especialmente reconocido por sus macetas de bonsái sin esmaltar de gran formato. Macetas de gran tamaño listas para cocer en los hornos de Shouzan Kaneshou El nombre de este horno ha generado cierta controversia debido a las diversas formas en que ha sido transcrito. Una de las más comunes es Kanesho Seitosho. A esta ambigüedad nominal se suma una confusión recurrente en el ámbito de la cerámica de Tokoname, incluso en entornos especializados como tiendas de bonsái de alto nivel: la asociación errónea entre dos casas distintas —Shouzan Kaneshou y Akiza Shouzan—, ambas con trayectoria en Tokoname. Esta confusión no solo afecta a las denominaciones de los hornos, sino también a la atribución de las obras, llegando en ocasiones a intercambiarse los nombres de dos ceramistas con identidades y trayectorias distintas: Watanabe Akira y Watanabe Masami. Con Masami se inicia la primera generación de una saga que, sin embargo, hunde sus raíces en más de tres siglos de tradición alfarera y que hoy continúa viva gracias a sus descendientes, entre ellos Watanabe Kazuhiro, conocido artísticamente como Ikko.  Watanabe Masami Watanabe Masami nació el 4 de agosto de 1927. A los quince años, en 1942, ingresó en la empresa de cerámica Kanekatsu (勝), dirigida por su padre. Allí trabajó en la elaboración de vasijas y canaletas de barro, piezas de uso cotidiano en todo Japón. Sin embargo, la llegada de nuevas alternativas en metal y plástico hizo desaparecer aquel mercado. Ante esa transformación, su padre se vio obligado a reorientar la producción hacia las tradicionales vasijas de té rojas y hacia la cerámica destinada al bonsái, camino que acabaría marcando también la trayectoria de Masami. Antigua chimenea, esquema y cámara de horno industrial de Tokoname, donde se cocían las canaletas cerámicas. Reutilización de vasijas cerámicas en uno de los rincones con encanto de la ciudad de Tokoname.  Watanabe Masami alcanzó la independencia en 1961 y, pocos años más tarde, en 1972, fundó la fábrica cerámica Kaneshou (正), aún en activo. En este taller comenzó a producir macetas para bonsái empleando dos técnicas principales: el urdido, consistente en superponer rollos o cilindros de barro para levantar las paredes del recipiente, y el moldeado por presión o técnica tatara. Moldes para reproducir piezas con técnica tatara de las casas Seizan Reiho y Bigei.  Gracias a su destreza en ambos métodos, Watanabe pudo especializarse en la creación de grandes macetas, casi siempre sin esmaltar. Sus piezas destacan por la precisión en los ángulos y esquinas, perfectamente definidos, así como por el particular brillo de sus superficies, evocador de las antiguas vasijas chinas. Este efecto lo logra tras una paciente investigación de los procesos de cocción y un meticuloso estudio de las distintas arcillas utilizadas. Dos obras en forma de cascada del maestro Masami en la que se aprecia la maestría del artesano en el acabado de las piezas. Maceta hexagonal de 22,5 x 19 x 16, 5 cm y cuadrada de 22 x 22 x 20 cm. Ambas pertenecientes a la colección Laos Garden.  Tambor o taiko de gran tamaño creado por Masami en arcilla rojiza. Tamaño 52,8 x 12,8 cm.  Colección Laos Garden. Si deseas profundizar en las características de estas arcillas te invitamos a consultar los siguientes artículos: Las pastas en las macetas de bonsái (1ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (2ª parte) Las pastas en las macetas de bonsái (3ª parte) En reconocimiento a su maestría, en 1987 recibió la acreditación oficial de Artesano Tradicional de la alfarería de Tokoname. Destacan en su producción una serie de macetas rectangulares para pinos y otras coníferas de gran formato —entre 40 y 62 centímetros— que muestran, en distintos acabados, la excelencia de su trabajo en la definición de aristas y la calidad de sus superficies. Tres ejemplos de estas macetas rectangulares en barro shudei de Masami. Todas pertenecientes a la colección Laos Garden. Medidas: 64 x 49 x 14, 62 x 51 x 18 y 48 x 39 x 12 cm  Dos macetas ovaladas de Masami con medidas: 46 x 38,5 11 y 59 x 46,5 x 11 cm. Colección Laos Garden.  Macetas cuadrada de Masami con medidas: 40 x 40 x 14 cm. Colección Laos Garden.  Si bien la fama de Masami se forjó principalmente gracias a sus imponentes macetas para bonsáis de gran porte, su maestría no se detuvo ahí. También dedicó parte de su obra a la creación de delicadas macetas de pequeño formato, pensadas para albergar shohin y chuhin con la misma sensibilidad estética y precisión técnica. Las piezas que mostramos a continuación son un claro ejemplo de ese trabajo más íntimo y refinado. Todas ellas forman parte de la colección Laos Garden, y destacan no solo por sus proporciones equilibradas, sino también por la sutileza de sus acabados. Sus medidas, cuidadosamente equilibradas y proporcionadas, son: 22 × 16,5 × 5 cm 18,6 × 14,3 × 7,3 cm 12,4 × 9,7 × 4,5 cm 11,3 × 8,5 × 3,2 cm Si te interesa conocer más sobre los distintos tamaños de macetas utilizados en el arte del bonsái, puedes acceder a este enlace. Fusyu, Tomifune Watanabe En el mismo horno de Kaneshou, merece una mención especial la labor discreta pero profundamente admirable de la esposa de Watanabe Masami, una alfarera de gran prestigio cuya obra, singular y delicadamente personal, ha sabido dejar una huella inconfundible en el mundo del bonsái. Además de su reconocida trayectoria, es también la madre del célebre ceramista Ikko Watanabe, lo que convierte su legado en un eslabón fundamental dentro de esta destacada familia de artesanos. En un ámbito tradicionalmente dominado por hombres, el trabajo de las mujeres en la cerámica japonesa ha sido durante mucho tiempo silencioso, a menudo relegado a un segundo plano o vinculado a tareas auxiliares

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mosca blanca portada Laos Garden

Llegó la hora de la mosca blanca (Segunda parte)

Llegó la hora de la mosca blanca (Segunda parte) En la primera entrega de esta serie de artículos dedicados a la mosca blanca, abordamos los distintos géneros de este insecto, así como su morfología y ciclo reproductivo. En esta ocasión, nos enfocamos en un aspecto más práctico: cómo identificar los daños que provoca en nuestros bonsáis y qué métodos tenemos a disposición para controlar esta plaga, incluyendo los tratamientos y productos más comúnmente utilizados para combatirla. Síntomas y como luchar contra la plaga Los indicios de una infestación de mosca blanca en bonsáis pueden confundirse fácilmente con los síntomas provocados por los pulgones o las cochinillas, ya que ambos insectos comparten hábitos alimenticios similares y, por tanto, causan daños comparables en las plantas. Infestación de mosca blanca Infestación de cochinilla La detección temprana suele requerir una inspección minuciosa del envés de las hojas jóvenes, donde las hembras depositan sus huevos. En infestaciones avanzadas, resulta sencillo observar en estas mismas zonas los puparios —estructuras residuales del desarrollo larvario— de los que emergen los adultos. Como indicamos en el artículo anterior, los ejemplares adultos, de color blanco brillante, pueden llegar a formar colonias tan numerosas que cubren parcialmente las hojas, comprometiendo la salud del árbol. Como consecuencia de la secreción azucarada conocida como melaza, es frecuente la aparición de negrilla —un hongo de color oscuro—, así como la presencia de hormigas atraídas por esta sustancia, que suelen deambular por los brotes tiernos en busca de alimento. Métodos de control El manejo de una plaga de mosca blanca comparte muchas similitudes con el control de otras plagas comunes como los pulgones o las cochinillas. No obstante, es importante tener en cuenta que la mosca blanca muestra una mayor tolerancia al calor, lo que la convierte en una presencia más habitual durante los meses de verano, cuando otras plagas tienden a disminuir. Un primer paso fundamental consiste en revisar cuidadosamente todos los bonsáis de la colección, así como las plantas ornamentales cercanas. Este control inicial puede ser clave para detectar el foco del problema y evitar que la infestación se propague. Tratamientos ecológicos Entre las medidas de control más habituales se encuentra la eliminación mecánica. Aunque podría pensarse que el uso de una manguera con agua a presión ayudaría a eliminar adultos y larvas, este método resulta poco efectivo. Las moscas blancas tienen la capacidad de alzar el vuelo rápidamente ante cualquier perturbación, y sus huevos, firmemente adheridos al envés de las hojas, no se desprenden con facilidad. La aplicación de productos específicos durante el invierno, como el líquido de jin y ovicidas, se convierte en nuestra primera línea de defensa. Estas sustancias actúan impidiendo que los huevos de la cochinilla eclosionen cuando la primavera despierte.  Pero la guerra contra las plagas no se gana solo con acciones preventivas. Es crucial mantener una vigilancia constante y actuar ante las primeras señales de infestación. Al inicio de la primavera, cuando la vida comienza a resurgir y las plantas muestran sus primeros brotes, debemos estar alerta. Si permitimos que las plagas se afiancen, su número crecerá exponencialmente, y lo que podría haberse resuelto con una escaramuza se convertirá en una batalla campal. JABÓN POTÁSICO. Son soluciones potásicas que en distintas concentraciones atacan a los insectos sin dañar la planta ni el medio ambiente. Hay muchos en el mercado. EXTRACTOS DE AJO U ORTIGA. Pueden comprarse, hay muchos en el mercado, o prepararse de manera casera, macerando estos vegetales en agua. Son eficaces para controlar las plagas EXTRACTO DE NEEM. También hay varias marcas que lo comercializan, se trata de un producto procedente de la Azadirachta, un árbol que tiene un compuesto natural que ataca a los procesos metabólicos de los insectos interfiriendo en sus hormonas e impidiendo que completen su ciclo de desarrollo correctamente. Tratamientos químicos Los productos que presentamos a continuación son un ejemplo de los muchos que pueden encontrarse en el mercado. La mayor parte de los químicos son difícilmente adquiribles para el consumo doméstico, ya que son muy contaminantes y por lo general requieren de la presentación del carnet de manipulador y aplicador de productos fitosanitarios para su adquisición. Posteriormente, listaremos también productos de uso doméstico. Confidor, BAYER Insecticida sistémico (entra en el sistema radicular de la planta). Su principio activo es el IMIDACLOPRID, actúa además por contacto e ingestión. Dosis:  1 ml x Litro. 1 aplicación cada 15 o 20 días. Repetir hasta solucionar el problema, normalmente un par de aplicaciones es suficiente. Tiene una elevada persistencia y está indicado para plagas muy extendidas o incipientes. Dursban, BAYER Insecticida de contacto, no es absorbido por la planta. El principio activo es CLORPIRIFOS Dosis: 2 ml x Litro. 1 aplicación cada 15 o 20 días. Repetir hasta solucionar el problema, normalmente un par de aplicaciones es suficiente. Se indica en tratamientos de choque y tiene una gran persistencia. Nurelle, DOW AGROSCIENCES Se trata de una piretrina sintética. Las piretrinas son compuestos con propiedades insecticidas que son producidos por las propias plantas. El principio activo es CIPERMETRINA. No es sistémico, pero actúa por contacto e ingestión. Dosis: 0,5 ml x Litro. Una vez por semana, repitiendo la aplicación por 3 o 4 semanas, ya que las piretrinas se degradan rápidamente. Tratamientos domésticos En Laos Garden, no obstante, disponemos de insecticidas-acaricidas formulados específicamente para su uso no profesional, que han demostrado ser eficaces en la lucha contra la araña roja. Entre ellos destaca KAY 24, un producto derivado de ácidos aminados con alta actividad acaricida e insecticida. Actúa tanto por contacto como por ingestión, y su eficacia se basa en el bloqueo del sistema nervioso central y periférico de las plagas, lo que lo convierte en una opción práctica y efectiva para el aficionado que busca resultados sin comprometer la seguridad. Otros fitosanitarios disponibles en Laos Garden Créditos: Biobee. La Mosca blanca de los invernaderos.  Plagas y enfermedades de los bonsáis. Juli Pascual Lluís. Fotos insectos licencia Adobe Stock Laos Garden. Invesa. Mosca blanca.  Archivo Laos Garden.

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Llegó la hora de la mosca blanca (Primera parte)

Llegó la hora de la mosca blanca (Primera parte) Cuando hablamos de la mosca blanca, en realidad nos referimos a un amplio conjunto de insectos cuya acción sobre las plantas provoca síntomas similares a los que producen los pulgones o las cochinillas, de los que ya hemos tratado en otras ocasiones. A pesar de su nombre común, estas criaturas no pertenecen al orden de los dípteros, como las moscas verdaderas, sino que se engloban dentro de los hemípteros, parientes cercanos de los pulgones y cochinillas, con quienes comparten tanto su biología como su comportamiento parasitario. Su apariencia puede recordar a la de pequeños mosquitos de la fruta, aquellos que suelen revolotear alrededor de frutas en descomposición, lo que explica la confusión que da origen a su denominación. Sin embargo, desde un punto de vista entomológico, no tienen relación alguna con los insectos conocidos como moscas. Es habitual encontrar infestaciones de mosca blanca en especies tropicales, especialmente aquellas que requieren temperaturas constantes a lo largo del año. En el mundo del bonsái, especies como el Serissa foetida o el Ligustrum pueden convertirse en huéspedes recurrentes de este insecto, particularmente cuando se dan situaciones de exceso de riego o crecimientos muy vigorosos, condiciones que favorecen notablemente su aparición y desarrollo. Estupendo ejemplar de ligustrum de la variedad japonesa ibota, de hoja muy pequeña, con excelente tronco, nebari, y estructura. (izquierda o arriba). Interesante ejemplar de serissa, especie apreciada por sus diminutas flores blancas. (derecha o abajo). Ambos pertenecientes a la Colección Laos Garden. Géneros más presentes en nuestros bonsáis Actualmente, se conocen más de mil especies de mosca blanca distribuidas por todo el mundo. Se trata de insectos altamente adaptables, que encuentran su ambiente ideal en climas cálidos, especialmente en zonas donde la temperatura se mantiene en torno a los 30 °C. Bajo estas condiciones favorables, su ciclo biológico puede completarse en apenas tres semanas, lo que facilita su rápida proliferación. Detalle de ejemplar adulto de mosca blanca del ficus. Mosca blanca de los olivos. Aleurolobus olivinus. Mosca blanca del ficus. Aleurodicus sp. Mosca blanca de los cítricos. Dialeurodes citri.  Mosca blanca de los invernaderos. Trialeurodes vaporariorum. Mosca blanca de las higueras. Aleyrodes elevatus. Mosca blanca algodonosa. Aleurothrixus floccosus. Extraordinario ejemplar de ficus, tamaño kifu. Gran vejez, increíble nebari y ramificación avanzada. Colección Laos Garden.  Morfología y ciclo reproductivo Las moscas blancas son insectos que pueden alimentarse de una amplia variedad de especies vegetales. Los adultos, en particular, se sienten atraídos por los tonos verdes y amarillos característicos de las hojas jóvenes, así como por su alto contenido de nitrógeno y azúcares. La savia elaborada que secretan estas hojas, junto con los desechos excretados por las propias moscas, crea un entorno ideal para el desarrollo de hongos como las negrillas, los cuales agravan aún más el daño causado por la plaga. Aunque la melaza y los hongos asociados pueden eliminarse fácilmente una vez que se controla la población de mosca blanca, estas sustancias continúan atrayendo a un tercer grupo de organismos: las hormigas. Estos insectos, fácilmente observables al ascender por las ramas del árbol, encuentran en la melaza una valiosa fuente de alimento. No obstante, la presencia de hormigas no suele representar un riesgo significativo para las hojas, ya que los daños que provocan son escasos o inexistentes. La mosca blanca adulta es un insecto diminuto que no suele superar los 2 milímetros de longitud. Su cuerpo se divide en tres regiones bien definidas: cabeza, tórax y abdomen. En la cabeza se distinguen dos ojos compuestos, generalmente de tonalidades oscuras, que resultan útiles para diferenciar entre especies, ya que su coloración y forma son relevantes en estudios taxonómicos. También en la cabeza se insertan las antenas, largas y delgadas, compuestas por siete segmentos articulados que le proporcionan gran sensibilidad. El tórax alberga tres pares de patas, mientras que del mismo emergen dos pares de alas de color blanco intenso, recubiertas casi siempre por una sustancia cerosa producida por glándulas situadas en el abdomen. Estas alas se pliegan sobre el cuerpo en reposo formando una disposición en tejadillo, un rasgo distintivo de este grupo de insectos. El aparato bucal es del tipo picador-suctor, conformado por un estilete articulado que le permite penetrar en los tejidos foliares para extraer la savia elaborada de la planta. Su ciclo de desarrollo incluye varias fases, comenzando por estadios larvales móviles, seguidos de etapas inmóviles previas a la adultez. A lo largo de este proceso, la mosca blanca experimenta transformaciones que, por su naturaleza morfológica, evocan ciertas semejanzas tanto con las cochinillas como con los pulgones, dos grupos cercanos filogenéticamente. Espero que este artículo haya sido de vuestro interés. En él, hemos presentado a la plaga protagonista de hoy y analizado en detalle su morfología y ciclo reproductivo.En el próximo artículo —segunda entrega de esta serie dedicada a la mosca blanca— abordaremos los síntomas que permiten su detección, así como los principales métodos de prevención y erradicación, con especial atención a los productos fitosanitarios disponibles para su control. Créditos: Biobee. La Mosca blanca de los invernaderos.  Plagas y enfermedades de los bonsáis. Juli Pascual Lluís. Fotos insectos licencia Adobe Stock Laos Garden. Invesa. Mosca blanca.  Archivo Laos Garden.

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Jukousan Laos Garden portada

Pasión por la cerámica XXXVI. Jukousan y Machiko Akira.

El legado de Watanabe: El taller Akira Shouzan y la figura de Jukousan En nuestro artículo anterior, exploramos los orígenes del horno Akira Shouzan de Tokoname, un taller emblemático que encarna como pocos la esencia de la tradición alfarera japonesa, transmitida de generación en generación. Hoy continuamos esta historia centrándonos en sus actuales protagonistas: el hijo y la nuera del fundador, quienes han heredado y renovado el espíritu de este legendario espacio creativo. Detalles del taller de Akira Shouzan. Watanabe Fumikazu El maestro Jukousan en su juventud y algunos de los sellos más empleados en Shouzan Akira. El maestro detrás de esta evolución es Watanabe Fumikazu (渡辺二三一)conocido en el mundo de la cerámica como Jukousan (渡辺二三一)También mal transcrito en ocasiones como Shukozan o Shouzan). Nacido el 3 de enero de 1944, Fumikazu se incorporó al taller familiar en 1970, tras su retiro de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. A partir de entonces, asumió la dirección de la producción en el horno fundado por su padre, Watanabe Akira. Formación y técnicas tradicionales Impulsado por un profundo respeto por la tradición, Jukousan se especializó en el modelado de macetas para bonsái, perfeccionando también la técnica de cocción en el ancestral horno tipo noborigama (horno de escalera). Con el tiempo, amplió su capacidad productiva construyendo dos hornos de gas —uno pequeño y otro grande— que le permitieron mantener la calidad artesanal en mayor escala. Cerámica Tokoname: piezas únicas disponibles en el taller En el taller se pueden encontrar diversas piezas a la venta, cada una con el sello distintivo de la cerámica tradicional de Tokoname. En la parte superior (o izquierda, según el dispositivo) se destaca una pieza elaborada en el característico barro naranja de Tokoname, con una delicada decoración incisa que representa una caña de bambú, símbolo de resistencia y elegancia en la cultura japonesa. Justo debajo (o a la derecha), pueden apreciarse dos tazones realizados a torno, conocidos como piezas de ágata. Estas piezas se crean mediante una técnica que combina diferentes tipos de arcillas de distintos colores, generando un efecto marmoleado único que se integra en toda la estructura de la cerámica, no solo en su superficie. Cada pieza refleja el equilibrio entre tradición, diseño y técnica que distingue al legado cerámico de Tokoname. Las macetas de bonsái Aunque cada una de las piezas disponibles en el taller es un verdadero tesoro, debo admitir que mi atención fue capturada de inmediato por un grupo muy especial: unas antiguas macetas de bonsái cuidadosamente guardadas bajo unas estanterías. Se trataba de piezas únicas, vestigios del pasado, producidas por el propio Jukousan en sus primeras etapas como ceramista, y entre ellas, también se encontraba alguna maceta original de su padre, Watanabe Akira, fundador del taller. Estos ejemplares no solo destacan por su valor estético y técnico, sino también por el peso emocional y cultural que conllevan. Son testigos silenciosos de la evolución del arte cerámico en Tokoname y de la continuidad de un legado que ha pasado de padres a hijos. Maceta para bonsái del maestro Jukousan. Esta pieza de formas rectas es una elegante obra rectangular de proporciones equilibradas: 46 x 35,3x 15,8 cm. Destacan las finas patas de nube  o komo-ashi.  Colección Laos Garden Tamaños y formatos Las macetas de bonsái producidas por Jukousan cubren un amplio espectro de tamaños, desde pequeñas piezas mame y shohin hasta los formatos medianos chuhin, abarcando medidas de entre 4 y 16 (equivalente a unos 12 a 48 cm). Cada una de estas piezas refleja un equilibrio entre forma, función y estética japonesa. Pequeña maceta fabricada por Jukousan de dimensiones 20 x 12,5 x 5,5 cm. Colección Laos Garden. Para saber más sobre los tamaños en las macetas de bonsái.  Sus obras se distinguen por la variedad de métodos empleados: desde el uso de moldes tipo tátara o de cadena, hasta el torno alfarero y rodillos para impresión en bajorrelieve. Trabaja tanto con barros sin esmaltar como con delicadas piezas esmaltadas tipo youhen, logrando acabados que reflejan el alma del fuego y la tierra. Dos macetas de Jukousan. La primera, de forma circular y elaborada a torno, mide 32 x 7,8 cm. La segunda, de 35 x 28,2 x 11,5 cm, fue realizada con técnica tátara o de molde. Ambas piezas forman parte de la colección de Laos Garden. Entre los barros más utilizados se encuentra el rihidei (梨皮泥), que literalmente significa «barro de piel de pera». Este tipo de cerámica sin esmaltar presenta una textura rugosa y natural, en la que los desgrasantes o caliches quedan a la vista, evocando la superficie de una pera. Pequeña maceta de Jukousan con textura rugosa. Medidas: 14,9 x 11 x 6 cm Colección Laos Garden Por otro lado, las piezas esmaltadas o youhen (窑変釉) revelan los efectos impredecibles del horno tradicional sobre esmaltes compuestos por materiales naturales, sin añadidos artificiales. Cada cocción ofrece resultados únicos, convirtiendo cada maceta en una obra irrepetible. En el ejemplo de arriba tenemos una maceta esmaltada en blanco (shiro-kochi) con un craquelado o hibi-Yaki en una maceta Shouzan Akira.  Para profundizar en el tema de los esmaltes: Los esmaltes en las macetas de bonsái I Los esmaltes en las macetas de bonsái II Los esmaltes clásicos en el taller de Yamafusa Los esmaltes clásicos en el taller de Koyo Toen La evolución de los esmaltes de la casa Yoshimura Shuuhou Pablo Comesaña En el artículo anterior sobre Watanabe Akira mencionábamos este espectacular pino, plantado en una de las macetas de la casa Shouzan Akira. El árbol ha sido trabajado por Pablo Comesaña, artista gallego que colabora con nosotros desde hace tiempo. Su intervención es un verdadero privilegio, capaz de elevar cada árbol a una nueva dimensión. Detengámonos un momento para apreciar parte de su extraordinario trabajo. Una muestra de notables transformaciones después de pasar por las manos expertas de Pablo. Reconocimiento y legado de Jukousan Retomando al autor que nos ocupa hoy, la maestría de Jukousan ha sido reconocida de manera oficial y sostenida a lo largo del tiempo. Fue acreditado como Maestro

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Pasión por la cerámica XXXV. Watanabe Akira de Akira Shouzan

Akira Shouzan Recorrer una de las rutas de la cerámica en Tokoname es asomarse a la historia viva de la ciudad. Sus callejuelas, estrechas y llenas de carácter, serpentean entre muros de ladrillo rojo, antiguas vasijas, fragmentos de cerámica y altas chimeneas que aún conservan el eco del fuego. En cada rincón se perciben huellas del pasado, integradas con naturalidad en el paisaje urbano de una ciudad que honra con orgullo su tradición. El Museo de la Cerámica Local y los antiguos hornos noborigama evocan, paso a paso, la esencia de un arte que aquí no solo se trabaja: se hereda. Las calles de Tokoname confeccionadas a base de antiguos productos cerámicos Detalle del pavimento con incrustaciones de antiguos productos cerámicos y tinajas con flores que llenan de color las calles Entre esos vestigios del pasado se ocultan pequeños talleres que, contra todo pronóstico, siguen vivos en un mundo que parece avanzar con demasiada prisa. Confieso que Akira Shouzan es uno de mis favoritos, pues conserva intacta la esencia de los antiguos talleres de principios del siglo XX. El horno Akira Shouzan 章(あきら)章山 es uno de ellos. Fundado por Watanabe Akira 渡辺 章, este espacio modesto en dimensiones ha alcanzado un prestigio que trasciende fronteras. Sus macetas sin esmaltar, de líneas contenidas y belleza serena, son altamente valoradas por coleccionistas y amantes del bonsái en todo el mundo. Actualmente, el horno está a cargo de su hijo, Watanabe Fumikazu —conocido como Jukousan—, junto a su esposa Machiko Akira. Ambos serán protagonistas de nuestro próximo artículo en Pasión por la cerámica. Entrada a Akira Shouzan, no podía faltar el maneki neko Detalles del taller Akira Shouzan La tienda es un verdadero deleite para los sentidos: cerámica para bonsái, utensilios para el té y piezas para el uso cotidiano, todo dispuesto con esmero y una iluminación que realza cada detalle. El espacio, además, está impregnado de historia y reconocimiento. Premios y distinciones obtenidos por Jukousan y su padre se exhiben con orgullo, compartiendo estanterías y paredes con cerámicas, pinturas, recortes de prensa y recuerdos que cuentan la trayectoria de una pasión heredada. Ambos fueron distinguidos con el título de maestro artesano Watanabe Akira En torno a los integrantes del horno Akira Shouzan existe una notable controversia. Las dudas no solo giran en torno a la transcripción de sus nombres o a la interpretación de sus sellos, sino también a su propia identidad. En ocasiones, se llega incluso a afirmar que se trata de un único autor o se confunden con ceramistas de Shouzan Kaneshou, otra casa de Tokoname que, aunque comparte el prestigio y la tradición alfarera de la región, no guarda relación alguna con Akira Shouzan. Este tipo de errores, sorprendentemente comunes, pueden encontrarse incluso en los comercios de más renombre especializados en bonsái, tanto españoles como del resto de Europa. La transcripción de los nombres vinculados al horno Akira Shouzan ha generado no pocos equívocos. Aunque el nombre suele transcribirse como Shouzan, es frecuente encontrarlo escrito de múltiples formas: Katsuyama, Katuyawa, Touzan, entre otras variantes que poco o nada tienen que ver con el sello original. A ello se suman errores de identificación más graves, como atribuir piezas a Shouzan Akira cuando, en realidad, pertenecen a otros autores, como Shizan o el ya mencionado Shouzan Kaneshou. Estos dos últimos, también procedentes de Tokoname, comparten el carácter 章 (shou) en sus sellos, lo que ha contribuido a las confusiones. Sin embargo, no existe vínculo alguno —ni familiar ni artístico— entre ellos y el taller Akira Shouzan. Aunque todos estos hornos comparten una notable calidad en su producción, sus estilos, técnicas de cocción y acabados presentan diferencias claras. Con algo de experiencia, estas variaciones pueden distinguirse con relativa facilidad. Aun así, las atribuciones erróneas siguen siendo frecuentes, como digo, incluso en comercios especializados y casas de subastas de renombre. Para quienes deseen identificar con mayor certeza una pieza auténtica de Akira Shouzan, el sello es un elemento clave. Las obras más tempranas suelen presentar el kanji 章山 (Shouzan), grabado o estampado con cierta profundidad y un trazo firme. En piezas más recientes —particularmente las realizadas por Watanabe Fumikazu, conocido como Jukousan— puede encontrarse una combinación de sellos: el nombre artístico, caracteres estilizados e incluso firmas personales. En el libro Técnicas del bonsái de John Naka —una obra que, como he mencionado en otras ocasiones, considero un referente imprescindible tanto para mí como para miles de aficionados en todo el mundo— aparece un par de macetas. en este caso (figura 683) que el autor atribuye a Watanabe Akira. Naka, cuya autoridad en la materia sigue siendo indiscutible, señala que estas piezas son ideales para pinos y menciona que el sello empleado incluye el sobrenombre «Sho-zan». Una maceta del mismo modelo, esta vez moldeada por su hijo, Jukousan.Dimensiones: 47 × 38 × 18 cm. Colección Laos Garden. Sin embargo, en la figura 682 del mismo libro, aparece una maceta que John Naka atribuye a Watanabe Akira, aunque el sello que muestra corresponde, por lo general, a Watanabe Fumikazu. De hecho, el propio Naka indica que en dicho sello puede leerse «Jukozan», nombre artístico utilizado por el hijo. Gran ejemplar de pino silvestre, diseñado por Pablo Comesaña. Movimiento, espectacular base, grosor, formación muy avanzada… lo tiene todo para ser expuesto en un futuro muy cercano. La maceta del mismo modelo esta creada por Jukousan. Colección Laos Garden. La confusión se acentúa porque, como vemos, durante un tiempo, Jukousan utilizó los sellos de su padre antes de establecer los suyos propios. Su talento precoz y la calidad de su trabajo hacen que, incluso para coleccionistas experimentados, no siempre sea fácil distinguir las piezas de uno u otro. Sin embargo, es importante señalar que se trata de dos autores distintos. Watanabe Akira no solo existió: nos dejó obras exquisitas, como un tazón que tuvimos el privilegio de adquirir. Según confirmó el propio Jukousan, fue realizado por su padre hacia los años 70. Hoy, más de medio siglo después, esa pieza sigue en uso y ha encontrado

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Llegó la hora de la araña roja (Segunda parte)

Llegó la hora de la araña roja (2ª parte) En el primer artículo dedicado a la araña roja abordamos cómo identificar estos diminutos ácaros y cuáles son los síntomas que presentan las plantas afectadas por su presencia. En esta nueva entrega profundizaremos en su ciclo reproductivo y exploraremos las distintas estrategias para controlar la plaga, incluyendo tanto tratamientos químicos como opciones ecológicas. Morfología y ciclo reproductivo Como mencionamos anteriormente, los ácaros son arácnidos de tamaño microscópico, que suelen medir entre 0,1 y 3 milímetros. Su coloración varía notablemente, influida tanto por su dieta como por las condiciones climáticas. Es posible encontrarlos en tonos rojizos o anaranjados, aunque también pueden ser pardos, verdes o amarillos. El cuerpo de estos diminutos animales se divide en dos partes: el gnatosoma, que corresponde a la cabeza, y el idiosoma, que agrupa el resto del cuerpo. En la zona cefálica se encuentran los quelíceros, unas estructuras que, en las especies fitófagas, se transforman en finos estiletes diseñados para perforar los tejidos vegetales y succionar sus jugos. Junto a los estiletes se sitúan los pedipalpos, apéndices con función sensorial que suplen la ausencia de antenas. Algunos ácaros también poseen ojos simples u ocelos, en número de hasta tres pares. En cuanto al cuerpo, presentan cuatro pares de patas, y muchas especies desarrollan glándulas especializadas capaces de secretar hilos de seda. Tipos de ácaros adultos. Ciclo reproductivo. El peligro de la araña roja La araña roja representa una amenaza significativa para los bonsáis, especialmente cuando la infestación alcanza niveles elevados. Al alimentarse del jugo celular extraído de las capas más superficiales de las hojas —ya que sus cortos estiletes no les permiten llegar a los vasos conductores— estos diminutos ácaros provocan un deterioro progresivo en la salud del árbol. El riesgo se intensifica en condiciones ambientales favorables para su desarrollo, es decir, cuando las temperaturas son elevadas y la humedad ambiental es baja. En este entorno, los ácaros se reproducen con gran rapidez y pueden dispersarse fácilmente de una planta a otra, transportados por el viento. Además, su saliva puede actuar como vector de virus perjudiciales, lo que representa un peligro añadido, especialmente en especies frutales. Ejemplar de pre-bonsái sano de Vitis Vinifera. Laos Garden Hoja de Vitis Vinifera afectada por Colomerus vitis. La especie Colomerus vitis, conocida como el ácaro de la vid, provoca en las hojas de la planta una característica inflamación que se manifiesta en forma de pequeñas ampollas. Estrategias para controlar la araña roja Eliminar una plaga de araña roja no siempre es tarea sencilla. Uno de los principales desafíos es que distintas fases del ciclo vital del ácaro suelen coincidir en el tiempo. Esto significa que, aunque apliquemos acaricidas y parezca que el problema ha desaparecido, los huevos no afectados pueden eclosionar más tarde y reiniciar la infestación, causando nuevos daños en nuestros bonsáis. Para contener la propagación, es crucial revisar los ejemplares cercanos y asegurarse de que estén libres de ácaros. Tal como explicamos en la primera parte de este artículo, existen métodos sencillos de detección que conviene aplicar de forma periódica. El uso de agua a presión puede servir como medida de apoyo, aunque rara vez es suficiente por sí sola, ya que no logra eliminar los huevos adheridos a las hojas. Por ello, será necesario recurrir a tratamientos específicos, que pueden ser tanto ecológicos como químicos, según el enfoque de cada cultivador y el grado de avance de la infestación. Opciones ecológicas para el control de la plaga SulfatoYdio azufre orgánico sistémico 1 l Laos Garden AZUFRE. Entre las opciones ecológicas para combatir la araña roja, el azufre destaca por ser una alternativa efectiva, limpia y respetuosa con el medio ambiente. Puede aplicarse en forma de polvo o disuelto en agua, siendo esta última presentación más recomendable por su mayor seguridad y facilidad de aplicación. El azufre actúa por contacto: al liberar ciertos gases, afecta el sistema respiratorio de los ácaros, provocando su muerte. No obstante, es importante tener precaución con su uso, especialmente en forma pulverulenta, ya que en determinadas condiciones —como la exposición directa al sol— puede causar quemaduras en las hojas del bonsái. Por ello, se recomienda aplicar el tratamiento en las horas más frescas del día, preferiblemente a primera hora de la mañana o al atardecer. JABÓN POTÁSICO. Son soluciones potásicas que en distintas concentraciones atacan a los ácaros sin dañar la planta ni el medio ambiente. Hay muchos en el mercado. ÁCAROS DEPREDADORES. En la actualidad, el uso de ácaros depredadores se ha consolidado como una estrategia eficaz y ecológica para el control de la araña roja. Una de las especies más utilizadas es Neoseiulus californicus, conocida por su capacidad para alimentarse de todas las fases del ciclo de vida del ácaro plaga. Estos depredadores se comercializan en pequeñas bolsas que se colocan colgadas directamente en el árbol afectado. Desde allí, los ácaros beneficiosos se dispersan de forma natural por el follaje en busca de su presa, ayudando a reducir la infestación de manera progresiva y sostenible. Germán Colmenares Junípero tratado con Neoseiulus californicus (ácaros depredadores de otros ácaros), ejemplar propiedad de Germán Colmenares. Desde hace ya un tiempo, tenemos la fortuna de contar en Laos Garden con la colaboración de Germán Colmenares, un excelente profesional y un apoyo fundamental en el manejo de plagas. Me gustaría hacer una breve pausa para destacar una muestra de su trabajo en uno de nuestros bonsáis. Una muestra del cuidado y la dedicación de Germán en Laos Garden, reflejada en este árbol antes y después de su intervención. Uso de acaricidas en el manejo de plagas Retomando el tema de la araña roja, pasamos ahora a los tratamientos químicos, que siguen siendo, en muchos casos, la opción más eficaz para controlar infestaciones avanzadas. Los acaricidas específicos ofrecen buenos resultados, aunque su uso requiere ciertas consideraciones importantes. En primer lugar, muchos de estos productos están sujetos a una regulación cada vez más estricta, y su adquisición y aplicación suelen requerir el carné de manipulador de productos fitosanitarios. Además,

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araña roja Laos Garden

Llegó la hora de la araña roja (Primera parte)

Llegó la hora de la araña roja (1ª parte) Las arañas que todos conocemos —esas que habitan en los rincones sombríos de nuestras casas y jardines, tejiendo finas telas para atrapar insectos— no representan una amenaza para nuestros bonsáis. De hecho, lejos de ser un problema, pueden convertirse en valiosas aliadas en el control natural de plagas, ayudando a mantener a raya poblaciones de insectos que, si se desbordan, sí podrían perjudicar nuestras plantas. Sin embargo, no todos los arácnidos juegan a nuestro favor. Existen otros miembros de este grupo, mucho más pequeños y discretos, que sí pueden comprometer seriamente la salud de nuestros árboles. Es el caso de ciertos ácaros, cuyas actividades pasan desapercibidas hasta que los síntomas en el bonsái ya son evidentes. Araña cazando insectos, son inofensivas para nuestros árboles. En los primeros módulos del curso de Técnico Especialista en Fitosanitarios se enfatiza la importancia de diferenciar correctamente los tipos de plagas, ya que una identificación errónea puede llevar a tratamientos ineficaces. Un ejemplo muy común es el de la araña roja, un ácaro que suele confundirse con insectos y, por tanto, muchas veces se combate erróneamente con insecticidas. Sin embargo, al tratarse de un arácnido, requiere el uso de acaricidas específicos para su control. Los ácaros forman parte del grupo de los arácnidos, junto con las arañas y los escorpiones. Son organismos extraordinariamente adaptables, presentes en prácticamente todos los ecosistemas imaginables: desde la tundra hasta los desiertos, pasando por selvas tropicales e incluso medios acuáticos. Aunque se han descrito cerca de 60.000 especies de ácaros, los expertos estiman que podrían existir hasta medio millón más aún no identificadas. Dentro de este vasto grupo, aquellos que nos interesan como plagas agrícolas pertenecen principalmente al suborden Actinedida. Estos ácaros pueden afectar diversas partes de las plantas, desde hojas y frutos hasta bulbos y raíces, comprometiendo su salud y rendimiento si no se controlan adecuadamente. Ácaros peligrosos para la salud de nuestros bonsáis. Las especies que más vemos en nuestros bonsáis: Araña roja de los cítricos: Panonychus citri. Araña roja de los frutales, también llamada de los olmos: Panonychus ulmi. Araña amarilla: Tetranychus sp. Araña parda: Bryobia sp. Araña del fresno: Eriophyes. Acaro de las maravillas: Aceria sheldoni. Cómo reconocer los daños causados por ácaros en los bonsáis Uno de los signos más característicos de un ataque de ácaros es la aparición de pequeños puntos amarillos en la superficie de las hojas. Esta mancha fina y dispersa le da al follaje un aspecto apagado y sin brillo, muy distinto al verdor saludable habitual. Cuando la plaga avanza sin control, el daño se extiende: las hojas pierden completamente su color, volviéndose de un amarillo uniforme, aunque en algunos casos los nervios centrales permanecen verdes. Con el tiempo, esta situación lleva a una pérdida masiva de hojas, debilitando seriamente la planta. Decoloración por picaduras de araña roja. Los juníperos infectados presentan un tono grisáceo y apagado en su follaje, y es frecuente encontrar finos hilos de seda entre sus ramas, una señal clara de la presencia de estos diminutos arácnidos. Aunque es posible ver las arañas adultas —especialmente en el envés de las hojas si se tiene buena vista—, para observar los huevos o identificar la especie con precisión, se necesita una lupa binocular. Sedas o telarañas de araña roja (Tetranychus urticae). Cuando la plaga aún no se ha manifestado de forma evidente, existe un método simple pero muy eficaz para detectar la presencia de ácaros en nuestros bonsáis. Solo necesitamos una hoja de papel blanco. Colócala bajo las ramas sospechosas y agítalas suavemente. Lo que caiga sobre el papel nos dará pistas valiosas. Si al observar con atención notamos pequeños puntos móviles o, al doblar el papel y frotar sus caras entre sí, aparecen pequeñas marcas en forma de estelas rojizas, amarillas o verdosas, es muy probable que estemos ante un caso temprano de araña roja. Este truco de detección precoz me lo enseñó hace casi veinte años Mario Komsta, maestro del bonsái reconocido por aficionados y expertos de todo el mundo. Desde entonces, se ha convertido en una herramienta indispensable en mis rutinas de revisión: sencilla, rápida y sorprendentemente efectiva. En frutales como los manzanos, los efectos de una infestación severa son muy evidentes: las hojas adquieren un color mate muy característico, y no es raro ver a simple vista pequeñas arañas rojas moviéndose con rapidez por la superficie foliar. Otro síntoma común, especialmente visible en brotes jóvenes, es la deformación de las hojas, que pueden curvarse o arrugarse, adquiriendo formas inusuales como la de una hoz. En ciertas especies de pino, los brotes más recientes pueden parecer «quemados», cuando en realidad se trata del resultado de un ataque de araña roja. Pinos infestados con ácaros de las maravillas. Archivo Laos Garden. En los últimos años, la presencia de ácaros en pinos se ha vuelto cada vez más habitual en la cuenca mediterránea, especialmente en Mallorca, y lamentablemente comienza a extenderse a nuevas regiones. El motivo es simple: se adapta con facilidad a climas cálidos, y con el aumento progresivo de las temperaturas, encuentra condiciones cada vez más favorables. Hablamos del conocido ácaro de las maravillas (Aceria sheldoni), un organismo microscópico que resulta invisible a simple vista, pero cuyas consecuencias pueden ser notables. Este ácaro vive y se alimenta en el interior de las yemas de los pinos, mostrando especial afinidad por el Pinus sylvestris. Su capacidad para pasar desapercibido y su localización tan específica hacen que, en muchas ocasiones, el diagnóstico llegue tarde, cuando el daño ya es evidente. De ahí la importancia de conocerlo y aprender a prevenir su avance. Hasta aquí llega nuestra entrega de hoy. En la próxima publicación profundizaremos en el ciclo reproductivo de los ácaros y abordaremos los métodos de control más utilizados, así como los tratamientos más eficaces para mantener a raya esta plaga. ¡No te la pierdas! Fitosanitarios en Laos Garden. Llego la hora de la araña roja (Segunda parte) Créditos:  Plagas y enfermedades de los bonsáis. Juli Pascual Lluís. Como

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Pasión por la cerámica XXXIV. De China a Japón: el viaje de la maceta bonsái.

Pasión por la cerámica XXXIV: Japón y las macetas de bonsái – Un vistazo histórico En el artículo anterior hablábamos sobre el origen de las macetas de bonsái, su procedencia y la evolución de la alfarería en China, repasando también cuáles fueron sus principales centros de producción. Hoy nos adentramos en la evolución de la alfarería en Japón. Los orígenes de la cerámica en Japón La cerámica en Japón tiene una historia milenaria que se remonta a la prehistoria. Las primeras sociedades de la Edad de Piedra, entre el 14.500 y el 300 a.C., desarrollaron una cerámica característica que el biólogo y arqueólogo estadounidense Edward S. Morse bautizó como “Jomon”. Este nombre no solo define un estilo decorativo —con huellas de cordones trenzados impresas en la superficie—, sino también todo un periodo de transición hacia lo que sería el equivalente japonés del Neolítico. Fue entonces cuando las comunidades dejaron atrás el nomadismo de los cazadores-recolectores y comenzaron a establecer asentamientos permanentes, basados en la agricultura y la ganadería. Con el tiempo, las formas cerámicas autóctonas fueron desplazadas por modelos foráneos. La introducción de estas nuevas técnicas ha generado cierto debate: algunos investigadores apuntan a la influencia de la actual Corea, mientras que otros señalan a China como el origen más probable. Lo cierto es que estas corrientes extranjeras llegaron durante el periodo Yayoi (400 a.C. – 300 d.C.) y florecieron en el periodo Kofun (300 – 700 d.C.), particularmente durante la era Yamato, hacia el año 538. En esta misma época, Japón adopta también el sintoísmo y el budismo, ambos con una marcada influencia china. Vasija de Jomon (3000 – 2000 aC), cerámica de estilo llama excavada en el sitio de Middle Jomon Sasayama; Daderot, CC0, vía Wikimedia Commons Buque de mediados de la era Jomon; I, Sailko, CC BY-SA 3.0, vía Wikimedia Commons Cuencos profundos de la incipiente era jomon (11 000 – 7 000 aC); Ismoon (charla) (merci Gaspard!), CC BY-SA 4.0, vía Wikimedia Commons Esta última imagen de las piezas “Jomon” evoca, inevitablemente, la cerámica cardial del Neolítico europeo, propia de las costas del Mediterráneo occidental entre los milenios VI y V a. C. Se trata de piezas decoradas con impresiones hechas con el borde dentado y ondulado de conchas de berberecho. Pido disculpas por detenerme en estas cerámicas arcaicas, que en apariencia poco tienen que ver con la alfarería moderna para bonsái. Pero no puedo evitarlo: este tema me toca muy de cerca. Durante años ejercí mi verdadera profesión, la arqueología. Aunque mi formación es clásica, centrada en el mundo romano, tuve ocasión de trabajar con algunas de las primeras cerámicas del centro peninsular —variantes de la cardial— que, como las “Jomon”, se decoraban con impresiones. Lejos de la costa, sin acceso a conchas, se recurría a otros métodos: marcas de dedos, uñas, punzones o cordones. Las siguientes piezas, de hecho, recurren a esas técnicas. Y son especialmente significativas para mí. Cuenco y olla neolítica con 7500 años de antigüedad. Pertenecientes a Depósito del Museo Arqueológico Regional (Alcalá de Henares, Madrid) Hace más de 20 años, extraje estas mismas piezas durante una excavación en Casa Montero (Vicálvaro, Madrid), una de las minas de sílex neolíticas más importantes de Europa, en la que tuve el privilegio de participar en varias campañas. Las mismas piezas expuestas en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid (MAN), más de 20 años después. Volviendo a la evolución de la alfarería en Japón, durante el periodo Kamakura (1192–1319) surgieron numerosas sectas dentro del budismo. Un papiro de la época muestra una maceta plana con una delicada composición de árboles y plantas: se trata de la primera representación conocida de un bonsái en Japón. Ya en el periodo Heian (794–1185), la literatura y las artes —incluido el teatro— habían alcanzado un notable refinamiento. Más adelante, en el periodo Muromachi (1392–1573), se popularizó la obra de teatro Noh titulada Hachi-no-Ki, que significa “árbol en maceta”. El cultivo y cuidado de plantas y árboles se convirtió en una afición apreciada entre nobles y monjes budistas. Hacia el final del periodo Kamakura y a lo largo del Muromachi (aproximadamente entre 1400 y 1600), operaban importantes centros cerámicos en Tokoname, Shigaraki, Tanba, Bizen, Echizen y Seto. Estos son los llamados seis grandes hornos de Japón. Macetas para plantas: La «prehistoria» de la maceta para bonsái Durante el periodo Edo (1603-1867), el shogunato Tokugawa impuso fuertes restricciones al comercio exterior, lo que impulsó el desarrollo de numerosos hornos cerámicos a lo largo y ancho de Japón. De carácter local, estos talleres solían llevar el nombre de la población en la que se encontraban. Muchos de ellos alcanzaron gran renombre, y algunos serán protagonistas de futuros artículos. En el siglo XVII, ganó popularidad un tipo de estampa realizada mediante xilografía, o grabado en madera. Se conocen como ukiyo-e, que puede traducirse como “pinturas del mundo flotante”. Estas obras reflejaban escenas de paisajes, teatro, barrios de placer y aspectos cotidianos de la vida japonesa, con un enfoque a veces costumbrista, a veces evocador. Oiran o prostituta de alto rango en un grabado «Ukiyo-e» del siglo XIX. Porta varias macetas y se aprecia un bonsái de cerezo japonés. Impresión “Ukiyo-e” del autor Torii Kiyonaga (1752-1815), muestra a dos mujeres con un sirviente mirando árboles bonsái en la plataforma de un poste con el vendedor de plantas sentado cerca. Tras el fin del periodo Edo, el shogunato Tokugawa cedió el poder al emperador Meiji en 1868. Japón reabrió entonces sus puertas al comercio exterior. La era Meiji (1868–1911) marcó un momento clave para la importación de macetas chinas —tema del que hablaremos más adelante—. La cerámica esmaltada y la porcelana ganaron rápidamente popularidad. Colección fotográfica Tom Burnett, vistas estereoscópicas. De 1859 a principios del siglo XX. Colección fotográfica Tom Burnett, vistas estereoscópicas. De 1859 a principios del siglo XX. También llegaron de China quemadores de incienso para exterior. Eran muy sencillos, sin esmaltar y profundos, características que los hacían muy útiles para plantar en ellos. Estos incensarios se cocían a temperaturas muy

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Pasión por la Cerámica XXXIII: Tras las huellas del arte milenario — Los orígenes chinos de la cerámica para bonsái

Pasión por la Cerámica XXXIII: Donde nace la forma — Los albores de la cerámica de bonsái en China Cuando emprendimos este recorrido por el fascinante universo de las macetas para bonsái, comenzamos por explorar las pastas y esmaltes más habituales entre los artesanos dedicados a este arte refinado. Queríamos acercar al lector a los materiales y técnicas que dan vida a estas pequeñas obras maestras. Al mismo tiempo, nos propusimos dar visibilidad a los ceramistas más valorados por coleccionistas y aficionados, muchos de los cuales siguen siendo poco conocidos en Europa, pese a la calidad y singularidad de su obra. «Pasión por la Cerámica» nació con la intención de despejar dudas, pero sobre todo con el propósito de crear un archivo que preserve la historia de estos creadores, evitando que su legado caiga en el olvido. Es cierto que comenzamos por los nombres más reconocidos, especialmente aquellos vinculados a la zona de Tokoname. Sin embargo, nuestro compromiso es seguir avanzando hacia otros artistas que, aunque menos conocidos hoy, desempeñaron un papel fundamental en el desarrollo de la cerámica para bonsái. Hoy, con la vista puesta en los orígenes, nos detenemos a contemplar el camino recorrido por estas piezas hasta llegar a nuestras manos. Porque para entender el presente de esta tradición, es imprescindible mirar hacia su pasado. ¿De dónde nos llegan las macetas para bonsái? Tradicionalmente gran parte de las macetas utilizadas en bonsái tienen su origen en China y Japón. Ambos países han mantenido una producción casi constante que, en su mayoría, se destina a la exportación. En especial, las macetas chinas —producidas en serie en grandes fábricas— son las más accesibles y comunes por su bajo coste. Maceta en estilo semicascada industrial de la fabrica Xiwan Xenji, Yixing, China. Producida en serie y de esmalte verde con tonalidades en azul oscuro. Medidas: 15,5 x 15,5 x 9 cm.  Colección Laos Garden. Frente a ellas, existen también las piezas creadas por manos expertas, cuidadosamente elaboradas por artesanos que trabajan con esmero y dedicación. Estas macetas, únicas en su forma y carácter, representan la expresión más elevada de este arte, y naturalmente, alcanzan precios mucho más altos. Maceta artesanal del maestro Watanabe Kakuyuki, horno Kakuzan, Tokoname, Japón. Estilo semicascada con un precioso esmalte oribe verde, perlado en plata. Medidas: 33 x 33 x 18 cm. Colección Laos Garden. Una proporción menor de macetas para bonsái proviene de países como Corea, Taiwán y otras regiones del sudeste asiático. Refinada maceta de producción, de forma ovalada y con un distintivo acabado en estilo tambor. Esmaltada en un profundo tono rojo, proviene de Corea y fue elaborada en el ya desaparecido horno Tongrae, reconocido por su cuidada manufactura. Dimensiones: 33 x 25 x 8,4 cm. Perteneciente a la colección de Laos Garden. Pequeña maceta china shohin con delicadas patas de nube. Fabricada a mano por Tong Ying Xian, China. Medidas: 18,1 x 14 x 6,2 cm. Colección Laos Garden. Fue durante las décadas de 1970 y 1980 cuando Europa y Estados Unidos comenzaron también a desarrollar su propia producción, destacando especialmente países como Holanda y Portugal. Singular maceta de bonsái esmaltada, de forma rectangular y líneas deliberadamente deformadas. Obra del ceramista checo Pravoslav Dorda, esta pieza destaca por su sobria elegancia y proporciones generosas: 52 x 29,5 x 9,5 cm. Forma parte de la colección privada de Laos Garden. Maceta artesana con esmalte azul namako del artista Jhon Cole. Procedente de Estados Unidos. Archivo. España no fue ajena a esta tendencia. En aquellos años, surgieron fábricas dedicadas exclusivamente a la cerámica para bonsái, con una notable concentración en la zona de Valencia, reconocida tradicionalmente por su vínculo con la alfarería y la cerámica artística. Hoy, tanto en Europa como en América, la producción ha tomado un rumbo distinto: ha pasado de la manufactura industrial a la creación artesanal en pequeños talleres, donde cada pieza es elaborada con dedicación, técnica y una identidad única. Un ejemplo significativo de esta nueva generación de ceramistas lo compartimos en el artículo dedicado a Nuria y Tony, de Kamereonpots, cuyo trabajo representa con orgullo el saber hacer nacional. Maceta cuadrada esmaltada en un intenso azul, perteneciente a una serie de producción realizada por MGP, antigua fábrica ubicada en Manises, España, hoy desaparecida. Esta pieza, de proporciones armoniosas —17 x 17 x 6,5 cm—, forma parte de la colección de Laos Garden. Delicada maceta artesanal de pequeño formato, realizada en Madrid, España, por la ceramista María José González. Una pieza que refleja el cuidado y la sensibilidad del trabajo hecho a mano.  Dimensiones: 11,8 x 9,6 x 4,4 cm. Perteneciente a la colección de Laos Garden. Un poco de historia: Las macetas chinas Hoy en día, las macetas chinas dominan el mercado, pero no siempre fue así. Hubo épocas en las que Japón tomó la delantera, convirtiéndose en el epicentro del comercio del bonsái y, por supuesto, de las macetas.  Tras la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de las macetas para bonsái provenían de Japón. En contraste, la producción china y coreana era entonces bastante limitada, aunque esta situación no siempre había sido así. Además, en ese período se gestaba un cambio económico global que transformaría profundamente el comercio internacional de estas piezas, marcando una nueva etapa en la historia del bonsái. Sin embargo, el origen de todo esto está en China. Acompáñanos a recorrer la evolución de la alfarería china hasta llegar a las icónicas macetas de bonsái. Antigua foto japonesa donde se aprecia un bonsái de pino en una maceta redonda con labio. En una ocasión, Napoleón habría dicho al entonces embajador extraordinario de Gran Bretaña en la China de la dinastía Qing (1644–1912), Lord William Pitt Amherst, una frase que quedaría grabada en la historia:“Laissons la Chine dormir, car quand elle se réveillera, le monde tremblera.”— Dejemos dormir a China, porque cuando despierte, el mundo temblará. Con frecuencia se le antepone la imagen del “dragón dormido” para referirse a China. Hoy sabemos que el emperador francés no estaba lejos de la realidad, aunque probablemente jamás imaginó la magnitud del despertar

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